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Por Edward Welch

Técnicamente se conoce como depresión, pero no se puede definir mediante una sola palabra. Usted se siente paralizado aunque su cabeza no deja de dar vueltas; vacío aunque en su interior se oyen gritos; cansado, y aún así los temores abundan. Las cosas con las que antes disfrutaba ahora apenas retienen su atención. Siente que su mente rodeada de niebla. Se siente como si le hubieran puesto un lastre.

¿Recuerda cuando tenía objetivos? ¿Cosas que le ilusionaban? Podían ser tan insignificantes como ir al cine el sábado por la noche o lograr finalizar una tarea que se había propuesto. Ahora tiene muy pocos objetivos; tan sólo con que pase el día se conforma.

¿Se da cuenta de cómo es la vida cuando no hay objetivos? Cada día es igual. No existe el ritmo in crescendo con la ilusión, la satisfacción por el deber cumplido y luego el descanso. Cada día trae una terrible monotonía y siente que mañana será igual que hoy. Siente que la monotonía de la vida lo está matando.

¿Dormir? Es una pesadilla. Nunca descansa lo suficiente. Ni siquiera recuerda lo que es despertarse descansado.

¿Alguna vez ha visto las pinturas de Pablo Picasso durante sus años oscuros? Si encuentra un libro sobre Picasso quizás deba echarle un vistazo. Las pinturas no son alentadoras pero al menos se dará cuenta de que no es el único. Atormentado a causa de una relación difícil, pintó una serie de cuadros en los que las personas aparecían desesperanzadas y todo estaba en sombras grises y azules. ¿Estaba plasmando sus sentimientos en el arte o estaba representando el mundo de manera fiel a como él lo veía? En ambos casos, no existen los días soleados en la depresión, solo cielos encapotados que infunden temor y un mundo sin color y sin sentido.

Picasso no fue el único en luchar contra lo que se ha terminado por conocer como depresión. Abraham Lincoln, Winston Churchill, el gran predicador inglés Charles Spurgeon, el misionero J.B. Phillips fueron algunas de las personas más conocidas y brillantes que hablaron y escribieron acerca de sus luchas. Por tanto, aunque se sienta solo, hay muchos que han pasado antes por ahí y hay muchos que están pasando ahora.

Si algo de esto le resulta familiar, continúe leyendo. Ya no tiene un motivo para la esperanza así que el hecho de que esté dispuesto a leer (en absoluto necesario) es un importante avance en sí mismo.

Este texto será tan breve como sea posible. Se trata del bosquejo de un mapa que muestra un camino para atravesar la depresión. Si hay algo con lo que no esté de acuerdo, dígalo. Si le parece que es demasiado para usted, déjelo y vuelva a retomarlo más tarde.

Debe saber de antemano que el mapa conduce a Jesucristo. Conduce a una persona más que a unas técnicas. Hay gente que dice: “Jesús no es la solución”, “ya lo he intentado y sigo con depresión”. Sin embargo considere lo siguiente: Jesús proclama ser el camino, la verdad, la vida, la fuente de esperanza, amante de nuestras almas, servidor, hermano, amigo, el único que escucha y actúa, el único que nunca abandona. Ninguna terapia o medicación hace unas declaraciones tan audaces.

Si Jesús y las enseñanzas en las Escrituras le resultan tópicos vanos, y quizás sea así, recuerde que justo ahora a usted todo le resulta vacío de alguna u otra manera. Lo que ahora puede parecerle algo común se irá convirtiendo en algo profundo conforme se vaya cerciorando de esta realidad.

En la próxima entrada continuaremos.


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