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En el Diccionario de Teología publicado por T.E.L.L. y del cual Everett Harrison es el editor, hay un buen resumen acerca del origen histórico de esta festividad. En la pg. 363 en su artículo sobre la Navidad dice lo siguiente:

“Los cristianos primitivos no observaban la fiesta del nacimiento de Jesús, a la que no dieron la importancia otorgada a su muerte y resurrección. En el Oriente, y después en el Occidente, el nacimiento de Cristo se celebraba en el 6 de enero en conexión con su bautismo, un día en el que los paganos celebraban la fiesta de Dionisio, asociado con el alargamiento de los días. La noche que abarcaba enero 5 al 6 se dedicaba a la fiesta del nacimiento de Cristo y el día 6 a su bautismo. Un papiro del siglo cuarto contiene la liturgia más antigua que conocemos sobre la Navidad. La fiesta de la Navidad fue separada de la fiesta cristiana más antigua, la Epifanía, dándole su propio día, 25 de diciembre, entre los años 325 y 354. En Roma, el año 336 se confirmó el 25 de diciembre como el día del nacimiento de Cristo. Es posible que el asunto fuera introducido por Constantino el Grande, quien evidentemente escogió ese día a causa de la fiesta pagana del sol que era tan popular. Gregorio Nacianceno y Crisóstomo popularizaron la nueva fiesta en Constantinopla. Pero la nueva fiesta recibió una fuerte oposición a través de todo Oriente, especialmente en Antioquía de Siria. Egipto no la aceptó hasta 431, Armenia nunca”.

El 25 de diciembre era un día de gran importancia para las grandes religiones paganas del mundo de entonces. Durante el solsticio de invierno los adoradores del sol hacían una serie de ritos con el propósito de que el astro se “acercase” a la tierra de nuevo.

Además se suponía que una gran cantidad de dioses había nacido en esa fecha, como es el caso del dios Mitra en Persia, cuya fiesta se celebraba en Roma precisamente el 25 de diciembre.

En esa misma fecha se celebraban también las saturnales, en honor a Saturno; durante esas fiestas se hacían “banquetes, se intercambiaban regalos y se suprimían las divisiones sociales” (Edaf). Estos festivales se celebraban en medio de excesos tan terribles que la palabra “saturnal” vino a ser una figura literaria que designa fiestas orgiásticas.

Estos datos históricos no fueron sacados de un panfleto fanático. La razón por la que se celebra el nacimiento de Cristo el 25 de diciembre no tiene nada que ver con el hecho de que se posea alguna indicación en la Escritura de que Cristo nació en esta época. De hecho, algunos comentaristas opinan que es imposible que Cristo haya nacido a finales de diciembre, y esto por varias razones:

En primer lugar, porque Lucas nos dice que las ovejas estaban pastando en el campo cuando los ángeles anunciaron a los pastores del nacimiento de Jesús, cosa muy improbable si estaban en pleno invierno.

En segundo lugar, porque en esa estación del año los caminos son intransitables. Y Lucas nos dice que en los días del nacimiento del Señor “se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado” (Lc. 2:1), ie., censado.

Si los caminos eran difíciles de transitar en esa época del año, ¿cómo fue promulgado un censo que obligaría a muchas personas a regresar a su lugar de nacimiento, como ocurrió con José y María que tuvieron que viajar a Belén?

Y en tercer lugar, porque no fue sino hasta el siglo IV, 300 años después del nacimiento del Señor, que Constantino el Grande hizo coincidir la fecha del nacimiento de Cristo con las saturnales.

Por todo esto concluimos que la afirmación de que Cristo nació el 25 de diciembre no tiene ningún asidero histórico seguro. No podemos decir con seguridad que Cristo nació el 25 de diciembre, como tampoco podemos negarlo con seguridad. Lo que sí es seguro es que la fecha en que el mundo celebra la Navidad encuentra su origen en el paganismo, no en el cristianismo bíblico.

¿Cuáles conclusiones extraemos de todo esto? Siendo que esta fiesta posee un claro y evidente origen pagano, los cristianos debemos acercarnos a ella con mucha cautela, y con mucha reserva. Sabemos que hoy día nadie tiene en mente los festivales de Saturno, ni el nacimiento del dios Mitra. Pero no podemos echar a un lado el hecho incontrovertible de que esta festividad no es otra cosa que una cristianización de una fiesta pagana.

Sin embargo, y aquí viene la otra cara de la moneda, siendo también que en esta fiesta al menos una vez al año el mundo recuerda el nacimiento de Jesucristo nuestro Señor, debemos tener cuidado de asumir una postura radical con respecto a todo lo que sucede en Navidad. Noten el balance de lo que estamos diciendo aquí. El origen de estas fiestas es pagano, y por lo tanto, debemos acercarnos a ella con reservas, con cautela. No debemos ser simples.

Pero al mismo tiempo debemos reconocer que Dios es el Dios de la historia y que muchas veces se vale de instrumentos misteriosos para llevar adelante Su plan. Cuando los hermanos de José lo vendieron a unos mercaderes y a través de ese acto inicuo y perverso José llega a Egipto, Dios estaba llevando adelante Su plan.

Eso no elimina la culpabilidad de los hijos de Jacob; lo que hicieron fue un pecado atroz. Pero Dios es soberano, y Su control incluye el pecado de los hombres. Judas pecó gravemente contra Dios al haber vendido al Señor por 30 piezas de plata. Pero a través de ese pecado Dios llevó a cabo Su plan de traer redención al mundo.

Cuando Constantino inició su labor de “cristianizar” el imperio romano, indudablemente hizo mucho mal al cristianismo. Muchas ideas paganas fueron introducidas en la Iglesia a través de ese proceso de “cristianización”.

No obstante, debemos reconocer el hecho de que en un mundo que aborrece a Dios, y que aborrece al Señor Jesucristo, cada año se nos lleva a hacer memoria del más extraordinario y trascendental suceso que ha ocurrido en la historia: Dios se hizo Hombre.

El mundo no comprende la magnitud de todo esto, y lo celebra en una forma completamente inadecuada. Pero de una forma u otra, al menos una vez al año, se ve obligado a recordar este hecho tan trascendental. Sea como sea, ese testimonio ha perdurado a lo largo de los siglos.

Independientemente de la bacanal que se genera en estos tiempos, a través de los siglos ese testimonio ha perdurado, y añade culpabilidad al hombre.

Aun nos restan dos hechos más que veremos en las próximas entradas, si el Señor lo permite.

© Por Sugel Michelén. Todo Pensamiento Cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.

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