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Close up of whistle and stopwatchPara poder guardar el corazón debemos examinarlo con objetiva sinceridad delante de Dios. El buen cristiano conoce su Biblia y conoce su corazón. Pero así como encontramos dificultades para estudiar las Escrituras, así también el creyente se enfrenta con algunos obstáculos para estudiar su propio corazón. He aquí algunos de los más comunes.

El Factor Tiempo:

Tenemos tantas cosas delante de nuestros ojos que llaman nuestra atención, que se nos hace difícil detenernos a considerar algo que pertenece al mundo de lo intangible. Hay cuentas que pagar, personas que visitar, negocios que hacer, necesidades que cubrir. Esas cosas nos parecen tan reales que nos sentimos tentados a considerar todo lo demás como una pérdida de tiempo.

Pero esto es, en realidad, un asunto de prioridades. Cuando decimos que no tenemos tiempo para hacer algo, lo que estamos diciendo en realidad es que no lo consideramos como algo tan importante como para buscarle un espacio en nuestra agenda. ¿Cuáles son las cosas que estamos colocando en nuestra lista de prioridades en el lugar de las cosas realmente importantes? Eso no es difícil de responder: Dime a qué le estas dedicando tu tiempo. No es lo que dices con tu boca lo que revela tus prioridades, sino lo que haces cada día con el tiempo que tienes a tu disposición.

“Es que yo no soy una persona contemplativa; soy más bien una persona de acción”. Este es un asunto de prioridad no de personalidad. En Lc. 10:38-42 se narra la historia de dos hermanas, Marta y María. Mientras Marta afanaba con los quehaceres de la casa, María estaba sentada a los pies de Cristo escuchando sus enseñanzas. Cuando Marta se quejó de que su hermana le dejara todo el servicio a ella, Jesús le respondió que María había ESCOGIDO la mejor parte. Es un asunto de elección, no de temperamento. Si eres como Marta es porque has escogido ser como Marta; y si eso es lo que has escogido, es porque lo consideras como lo más importante.

Pero nada puede ser más importante para ti como cristiano que guardar tu corazón, y eso toma tiempo. Toma tiempo examinarte a ti mismo, pasar juicio sobre tus acciones y motivaciones, preguntarte qué es lo que realmente amas; toma tiempo desarrollar una buena y profunda comunión con Dios.

El Factor Culpa:

Muchos prefieren no detenerse a hurgar en sus corazones porque sospechan que no les gustará lo que van a encontrar allí. Por eso le temen al deber del auto examen como el comerciante deshonesto le teme a las auditorías. Pero ¿cómo podremos avanzar en nuestras vidas cristianas y en nuestra relación con Dios si prestamos poca atención a los peligros que ponen en riesgo nuestra salud espiritual?

Una de las grandes bendiciones de vivir en estos tiempos modernos en lo que a salud se refiere, es el avance en materia de diagnósticos. Ahora se cuenta con análisis y equipos sumamente sofisticados que permiten a los médicos darnos un diagnóstico con un alto grado de precisión. Sin embargo, hay personas que prefieren no enterarse de lo que tienen. Prefieren que no le revisen mucho sus órganos no vaya a ser que encuentren algo. Pero, es mejor tener ahora la mala noticia, a que nos descubran la enfermedad cuando no haya nada que hacer. Si dan a tiempo con el problema es posible que haya solución para nuestro mal.

Pero a estos dos factores que hemos mencionado ya, debemos añadirle también el factor silencio y soledad.

El Factor Silencio y Soledad:

Para examinar el corazón necesitamos estar a solas con nosotros mismos delante de Dios y silencio para pensar; y muchos se resisten tanto a una cosa como a la otra. Vivimos en una sociedad que nos condiciona desde niños a rechazar el silencio y la soledad. Pero si queremos obedecer lo que Dios ordena en Pr. 4:23 tendremos que sobreponernos a estos factores y dedicarnos a este sagrado deber en dependencia del Espíritu de Dios. Tenemos que guardar el corazón, porque Dios no acepta ninguna cosa de nuestras manos si no llevamos con ella nuestro corazón (comp. Mr. 7:6-7).

Para concluir, sólo quiero traer unas breves palabras de advertencia.

Así como corre un gran peligro aquel que profesa ser cristiano, pero al mismo tiempo está evadiendo el cuidado de su corazón, así también corre peligro el que se dedica a este deber con una motivación errada. Esta persona puede caer fácilmente en el engaño del legalista que supone que por hacer lo correcto ganará aceptación delante de Dios. Pero la relación que tenemos con Dios es una relación de gracia y depende enteramente de los méritos de Cristo, no de los nuestros. Por lo que Cristo hizo por nosotros, por el amor con que nos amó, debemos cuidar diligentemente nuestra relación con Él, y mantenerle en nuestros corazones una morada confortable, como dice Pablo en Ef. 3:17.

Pero eso no nos gana mérito alguno en presencia de Dios. Es únicamente por la aplicación poderosa y eficaz de la obra redentora de Cristo en nuestros corazones que hoy disfrutamos de todas las bendiciones que recibimos diariamente de la mano de Dios. Y todo eso debe producir en nosotros gratitud, devoción, un amor cada vez más celoso y ferviente por nuestro bendito Redentor, de tal manera que nos sintamos compelidos a guardar el corazón, ese castillo que el Rey Shaddai dispuso para Sí y para nadie más.

© Por Sugel Michelén. Todo Pensamiento Cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.

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