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Este domingo pasado, predicando sobre Col. 3:21, preguntaba a los hermanos cuántos versículos del NT recordaban que abordaran directamente el tema de la paternidad.

La respuesta es que sólo hay dos: Ef. 6:4 y Col. 3:21. Y con muy pocas variantes, ambos textos enseñan prácticamente lo mismo. ¿Será que Dios no le da importancia a la crianza de los hijos o que al Espíritu Santo se le pasó incluir más textos que trataran este asunto? ¡Por supuesto que no! ¿Cómo podemos explicar, entonces, esa omisión?

La respuesta más obvia es que la Biblia no es un manual de paternidad, sino una historia de redención. El centro de las Escrituras es el plan de salvación diseñado por Dios para reconciliar con Él a pecadores rebeldes perdonando todos sus pecados y adoptándolos como hijos, en base a la obra redentora de Cristo en la cruz del calvario.

En la medida en que ese mensaje de gracia permea toda nuestra vida, nuestra relación de intimidad con Dios se acrecienta, nuestro proceso de santificación avanza y de ese modo vamos siendo equipados para ser los padres que debemos ser.

William Farley lo dice de esta manera: “Hay tan pocos textos en las Escrituras (sobre la crianza de los hijos) porque el evangelio es el salón de clases que nos enseña todo lo que necesitamos conocer para llegar a ser padres efectivos. Si realmente entendemos el evangelio y conocemos cómo se aplica a nuestros matrimonios y a nuestra paternidad, tendremos todas las herramientas que necesitamos para pasar el batón a la próxima generación”.

Ahora bien, en la entrada anterior dijimos que los padres que temen a Dios y se deleitan en Él serán, en la generalidad de los casos, los instrumentos usados por Dios para producir hijos que temen a Dios y se deleitan en Él. Permítanme ampliar esta idea un poco más.

Dios es soberano en la salvación de los pecadores, pero Él usa medios para llevar a cabo Su obra. Y en la generalidad de los casos Él usará a los padres como el instrumento principal para traer a los hijos al conocimiento del Señor.

Ambas verdades están en las Escrituras, una al lado de la otra. Nosotros no podemos salvar a nuestros hijos. Eso es algo que solo Dios puede hacer (Ez. 18:5-17, 20 nos muestra cómo padres piadosos tienen hijos impíos, y cómo padres impíos tienen hijos piadosos).

Pero el Dios soberano ha determinado usar medios para llevar a cabo Sus decretos, y en la generalidad de los casos Él usa a padres empapados del evangelio como instrumentos para salvar a los hijos. No al ministerio de jóvenes en la iglesia, ni a la Escuela Dominical, ni al Colegio Cristiano, sino a los padres.

En la próxima entrada veremos el tipo de paternidad que Dios suele hacer para esa obra.

© Por Sugel Michelén. Todo Pensamiento Cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.

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