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Hay un cántico tradicional evangélico, cuya estrofa única dice así:

Cada día con Cristo

Me llena de perfecta paz,

Cada día con Cristo

Le amo más y más;

Él me salva y guarda

Y sé que pronto volverá,

Y vivir con Cristo

Más dulce cada día será.

¿Describe este cántico la experiencia de todo cristiano? ¿En verdad disfrutan los creyentes en Cristo de paz perfecta cada día? ¿Son los días de los cristianos más dulces cada vez?

En cierto modo sí, en cierto modo no. Ciertamente los creyentes, al estar en Cristo, poseen una paz perfecta. Estamos en paz con Dios, porque hemos sido reconciliados con Él, porque todos nuestros pecados fueron completamente perdonados, porque no tenemos ninguna deuda pendiente con el reino de los cielos.

Y esa paz legal delante de Dios sirve de base para experimentar paz de alma en medio de las turbaciones de la vida, y de la lucha con nuestros propios pecados. Trae consuelo al corazón saber que hemos sido reconciliados con Dios, que El es ahora nuestro Padre, y que El cuida de nosotros y nos ama con un amor eterno e inalterable, un amor que no depende de las circunstancias ni de nuestros sentimientos. Esas verdades traen paz al corazón.

Y a medida que pasan los años la comprensión de estas cosas se hace más profunda; conocemos aspectos de estas doctrinas que no conocíamos antes, y eso hace que la vida con Cristo sea más dulce cada vez.

Ciertamente vivir con Cristo, estar en comunión íntima con Él, es la experiencia más dulce que puede tener un ser humano. Independientemente de cómo nos sintamos en un momento dado, Él está siempre ahí, cuidando de los Suyos, ejerciendo Sus oficios de Sacerdote, Profeta y Rey.

En ese sentido no tenemos problemas con la letra de este coro que citábamos hace un momento. La vida con Cristo es dulce, y será más dulce con el paso de los años.

Sin embargo, cuando vamos a la experiencia del cristiano en su vida diaria, cuando vemos al hijo de Dios, no desde su posición en Cristo, sino en el desenvolvimiento de su vida aquí y ahora, entonces lo que este cántico enseña está muy lejos de la realidad.

Los cristianos no experimentan paz perfecta cada día; ese sentimiento de paz no llena diariamente sus corazones. Hay días para el cristiano que no son dulces, al menos, no experimentalmente. Hay días en que los cristianos nos sentimos desfallecer, en que el mundo se nos viene encima, día en los pensamos que no podremos dar un solo paso adelante.

El gozo del creyente no es estático; es un gozo sometido a los ataques constantes del maligno, y puede verse seriamente afectado por las adversidades de la vida o por nuestros propios pecados.

A lo largo de nuestras vidas aquí necesitaremos más de una vez ser reanimados y vivificados. Dice David en el Sal. 23:2-3 que esa es una de las cosas que hace Dios con aquellos a quienes Él pastorea: “Junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma”. Literalmente: “la restaurará, la reavivará”.

Hay momentos cuando parece que estamos medio muertos, y necesitamos ser reanimados. Esa es la misma idea que encontramos en el Sal. 19:7: “La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma”. He ahí la palabra otra vez.

David no está hablando aquí de la conversión de un pecador, sino de la obra reanimadora y restauradora de las Escrituras en la vida del creyente. El alma de los justos necesita una y otra vez ser reconfortada, restaurada, reanimada, porque el gozo del creyente y su relación experimental con Dios no son estáticos.

Noten cómo el apóstol Pablo lo plantea en 2Cor. 1:23-24: “Mas yo invoco a Dios por testigo sobre mi alma, que por ser indulgente con vosotros no he pasado todavía a Corinto. No que nos enseñoreemos de vuestra fe, sino que colaboramos para vuestro gozo; porque por la fe estáis firmes”. El apóstol estaba tratando con ciertas dificultades en la iglesia de Corinto.

Él había tenido que amonestarles severamente por causa de su carnalidad. Y ahora les dice: “No es que nos estemos enseñoreando de vuestra fe, estamos colaborando más bien con vuestro gozo”. “Somos ayudadores del gozo vuestro”, dice el texto. “Estamos trabajando por vuestro gozo; estamos enfocando nuestras energías hacia esa meta: que Uds. continúen gozándose en el Señor como iglesia”.

La preservación de nuestro gozo implica un trabajo. Esto es una lucha que librar cada día. Nuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar, y una de las cosas que él tratará de destrozar en nuestras vidas es el gozo de la fe.

Él sabe que un cristiano gozoso es difícilmente seducido, y es una muy buena recomendación de la fe cristiana. Si hay algo que Satanás odia y aborrece es el gozo de un cristiano.

“El gozo de Jehová es vuestra fuerza”, dice en Neh. 8:10, y el enemigo de las almas sabe eso; él sabe lo que ocurre cuando el pueblo de Dios se goza en Dios, y por eso dirige sus ataques infernales contra ese bastión: el gozo de nuestra fe.

Pero el Espíritu Santo nos ha dejado un arma con la cual podemos salir en defensa de nuestro gozo en Cristo: las Sagradas Escrituras, la infalible, inerrante y toda suficiente Palabra de Dios.

He aquí el instrumento con el cual debemos defendernos, el combustible que reaviva la llama del gozo cristiano en medio de las adversidades de la vida.

Una de las razones por las cuales Dios nos dejó Su Palabra por escrito es la preservación y crecimiento de nuestro gozo (comp. Jn. 15:11; 14:25-26 y 1Jn. 1:1-4).

En las siguientes entradas, si el Señor lo permite, veremos algunos de los beneficios que podemos derivar de las Escrituras para la preservación de nuestro gozo.

© Por Sugel Michelén. Todo Pensamiento Cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.

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