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No es hasta que los niños están seguros en la casa de Castor que escuchan por primera vez el nombre Aslan. El mismo nombre los impresiona significativamente, pero no a todos de la misma manera. El nombre que les produce gozo, consuelo y valor a su hermano y hermanas,  solamente le produce horror a Edmundo. Esto es porque Aslan significa la muerte para todo lo que Edmundo ha llegado a amar en Narnia. Con todo y eso, la muerte no es siempre una cosa mala; pues la muerte de la vieja naturaleza trae nueva vida. Sin embargo, el niño insensato no sabe esto y abandona a sus hermanos y los castores y se encamina hacia la casa de la Bruja.

“Una de las cosas sorprendentes acerca de la travesía de Edmundo es cuánta adversidad está dispuesto a sufrir para condenarse a sí mismo… conlleva una clase perversa de disciplina para Edmund mantenerse en el camino de la destrucción”.  – Jonathan Rogers

La terquedad de Edmundo de permanecer en su pecado es un ejemplo perfecto de las palabras de William G. T. Shedd, “El pecado es la acción suicida de la voluntad humana contra sí misma”. Lo que él quiere decir es que cuando cometemos un pecado estamos esencialmente cometiendo suicidio, porque la paga del pecado es muerte. ¿No es esto lo que Edmundo está haciendo? Aunque al principio es seducido por la Bruja, ahora él mismo toma el camino de la destrucción. Requerirá algo mucho más poderoso que sí mismo para salvarlo de esto y en Narnia, ese poder es Aslan. Desafortunadamente, Edmundo está lejos de reconocer ese hecho. Cuando llega a la casa de la Bruja, ve un león de piedra en su jardín y recuerda que la Bruja puede convertir a las criaturas en piedra, por lo que asume que es el “poderoso” Aslan y se burla de él. Lo que comenzó como glotonería se ha convertido en blasfemia. Con esa fatídica acción, Edmundo cae en la trampa mortal de la Bruja. Ésta ya no le da más regalos. Él es encadenado y encarcelado en su calabozo. Ahora, él sufre las consecuencias por traicionar a su familia y traicionar a Aslan. En su libro Cartas del diablo a su sobrino, C. S. Lewis escribió,

Las criaturas siempre están acusándose unas a otras de querer ‘comerse el pastel y conservarlo’; pero gracias a nuestros labores, ellos están con frecuencia en el aprieto de pagar por el pastel y no comerlo.

Edmundo ha pagado el precio más alto por la pérdida más grande.


Esta es la cuarta entrada (6 en total) de la serie de artículos Un cristiano en Narnia, donde sigo la historia de Las Crónicas de Narnia: El león, la bruja y el ropero, proveyendo un comentario bíblico y enfocado en el evangelio. Asegúrate de consultar el blog pronto para la próxima publicación en esta serie. Otras entradas:

  1. Una carta a C. S. Lewis
  2. ¿Hay otros mundos?
  3. Nuestro apetito por el pecado
  4. El pecado es suicidio espiritual
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