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El pecado —y el dolor que causa— puede tomar varias formas. Una relación puede romperse tan fácil en un breve intercambio de palabras, puede ser tan fácilmente quebrada en un mundo caído. Un padre ausente. Un hijo irrespetuoso. Un amigo convertido en enemigo. Cuando alguien peca contra ti sientes esa punzada, ese dolor, ese conflicto interno que no te permite pensar en cualquier otra cosa. Sientes tristeza, enojo, o una combinación explosiva de las dos.

Podríamos decir que cuando alguien peca contra ti sientes la deuda del pecado. Y a todos nos cuesta perdonar.

El pecado incurre una deuda

Cristo a menudo describe la consecuencia del pecado como una deuda. Cuando les enseña a sus discípulos a orar, él ora:”Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores” (Mt. 6:12). En la parábola de los deudores, Él literalmente llama a los dos pecadores dos deudores (Mt. 18). Y tiene sentido, ¿no? ¿O acaso no has sentido cuando alguien peca contra ti que ahora te debe algo? Y en respuesta, tú los tratas mal, los desprecias, hablas mal de ellos con otras personas, e incluso esperas que ellos sufran como tú sufriste. Hay un sentimiento de deuda allí porque tú quieres que ellos paguen el precio de su pecado.

A muchos nos cuesta perdonar. Y eso hace sentido cuando entendemos que el pecado incurre una deuda.

Tim Keller lo explica de la siguiente manera:

Pensemos en cómo funciona la deuda monetaria. Si un amigo quiebra mi lámpara y esa lámpara cuesta 50 dólares, entonces el acto de quebrar la lámpara incurre una deuda de 50 dólares. Si dejo que él lo pagué, entonces yo tengo mi lámpara y él pierde 50 dólares. Pero si yo lo perdono por lo que hizo, la deuda no desaparece. Cuando yo lo perdono, yo absorbo el costo y el pago de la lámpara: o voy a pagar los 50 dólares para conseguir otra lámpara o no habrá luz en ese cuarto.

Perdonar significa cancelar la deuda al pagar o absorberla tú mismo. Alguien siempre paga la deuda. Perdonar significa que el que pecó contra ti no pagará su deuda, tú la pagarás. Como Keller lo describe, “El perdón es una forma de sufrimiento voluntario”.

Hay tantas maneras de incurrir la deuda. Hay tantas maneras en que alguien puede “romper una lámpara” en tu vida y quitarte algo, sea felicidad, paz, tu reputación, o algo más. Y en cualquier caso, cuando hay una deuda, alguien tiene que pagar el precio. Y cada vez que alguien peca contra ti, tienes dos opciones: o puedes hacer que el culpable pague el precio, o puedes pagar la deuda tú mismo.

¿Cómo puedo pagar el precio?

Entonces, ¿cómo se mira pagar la deuda nosotros mismos? Nos rehusamos a herir a la persona que pecó contra nosotros. Decimos “no” a la venganza. No somos fríos ni distantes con ellos. No chismeamos sobre ellos. No compartimos sus pecados con otras personas. No oramos por su fracaso, sino por su crecimiento. No los vemos como enemigos, sino como hermanos. No asumimos lo peor de ellos. No re-imaginamos el pecado que ellos cometieron una y otra vez. No hacemos que ellos sufran, sino que negamos cualquier deseo de venganza y voluntariamente aceptamos el sufrimiento nosotros mismos.

Efesios 4:31 nos exhorta a quitar de nosotros “toda amargura, enojo, ira, gritos, insultos, así como toda malicia”. En otras palabras, no pequen contra otros ni exijan que otros paguen el precio de su deuda cuando pecan contra ti. Mas bien, “…sean amables unos con otros, misericordiosos, perdonándose unos a otros, así como también Dios los perdonó en Cristo” (Ef. 4:32).

Perdonando como Cristo nos perdonó

La marca de cada cristiano y todo lo que hace en su vida es Cristo, y esto es particularmente cierto en el caso del perdón. Regresemos a Colosenses 3:13: “Como Cristo los perdonó, así también háganlo ustedes”.

¿Sabías que puedes correr a Jesús y a la vez estar enfocado en ti mismo? Algunos corren a la cruz solamente para recibir algo: gracia, misericordia, salvación, bendiciones, etc. Pero luego se dan la vuelta y actúan sin gracia y sin misericordia a los demás. De esto se trata la parábola de los dos deudores, ¿verdad? Un hombre es perdonado y su deuda es cancelada. Pero, ¿qué hace con el otro hombre que le debía una pequeña deuda? Lo tira al bote. Él felizmente recibe gracia pero no la comparte.

Si actuamos de esta manera, no demostramos el perdón que Cristo nos demostró. Mateo 6:15 nos recuerda: “Pero si no perdonan a los hombres, tampoco su Padre les perdonará a ustedes sus transgresiones”. Esto no significa que ganamos nuestra salvación al perdonar a otros. Nuestra salvación no depende de nuestras obras. Pero sí nos enseña que si no estamos dispuestos a perdonar, y si no perdonamos en lo absoluto, entonces eso tal vez nos descalifica. Este tipo de comportamiento demuestra que aún no hemos entendido la gravedad de nuestro pecado con Dios y la grandeza de su misericordia con nosotros en Cristo Jesús.

En el evangelio, Dios pagó el precio de todos los pecados: los que yo cometo, y los que otros cometen contra mí. Si yo quiero aceptar el perdón de mis pecados, debo también aceptar el perdón de los pecados de otros. No perdonamos a otros porque se lo merecen, sino porque Cristo lo hizo primero cuando murió por ellos.

Recordemos que a fin de cuentas fue Jesús quien pagó absolutamente la deuda del pecado. Él sufrió y murió para perdonarnos nuestra deuda: la muerte. Entonces, cuando alguien peca contra ti, perdona como Cristo te perdonó.


Si quieres profundizar un poco más sobre lo que Biblia dice acerca del perdón, puedes ver, escuchar, y descargar las pláticas y el foro de preguntas y respuestas del evento Paz con Dios / Paz con otros de Iglesia Reforma.

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