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De pequeño, quedé encantado con The Matrix. Recuerdo ir a verla al cine y quedar fascinado con las escenas de acción y con lo que pude entender de la historia. Aunque de adulto esta película no causó el mismo impacto en mí, creo que tiene muchos temas que vale la pena conversar. Por eso, esta mañana quedé impactado con la noticia de que Andy Wachowski, uno de los dos hermanos detrás de filmes como The Matrix y V de Vendetta, ha decidido vivir como una mujer, cambiando su nombre a Lilly. En su comunicado, Andy dice:

“Sí, soy transgénero, 

Y sí, he transicionado.

Lo saben mis amigos y mis familiares. La mayoría de las personas con quien trabajo también lo saben. A todos les parece bien. Sí, gracias a mi maravillosa hermana, quien lo hizo antes, pero también porque son gente maravillosa. Sin el amor y el soporte de mi esposa y mis amigos y familia no pudiera estar donde estoy hoy”.

Al leer este comunicado, también me enteré de que ¡su hermano Larry se identificaba actualmente como una mujer! Hace unos años el otro director y creador de The Matrix también decidió que él era una mujer y no un hombre, sometiéndose a diversos tratamientos y transformando por completo su imagen pública. Estamos hablando de hombres de más de cuarenta años de edad, casados o en relaciones de pareja, con contextura física masculina, que han decidido que en lo adelante serán mujeres. Es decir, que estos dos hombres:

…ahora lucen de esta manera:

El mundo está loco, loco

No me imagino cuántas conversaciones los Wachowski’s habrán tenido con amigos, familiares, y aun con sus parejas antes de tomar esta decisión. Supongo que al menos docenas, sino cientos de horas fueron invertidas meditando en esto. Una operación de cambio de sexo no es solo costosa, sino también dolorosa. Y, gracias a Dios y su gracia común, todavía hay algo de estigma social cuando vemos a hombres comportándose como mujeres o vestidos como mujeres. O sea que el decidirse por un cambio de sexo no pudo haber sido una decisión inmediata.

Y este es el asunto: ¿Cuántas personas realmente dieron su aprobación? Imagino conversaciones como esta:

–Pues sí: creo que soy una mujer.

–Pero, ¿te has visto bien? Hablas como hombre, tienes el cuerpo de hombre, has sido hombre toda tu vida.

–Sí, pero no me siento así. Yo me identifico más como una mujer que como un hombre.

–Pero… Bueno, ¿estás seguro? ¿Así te sientes?

–¡Sí! ¡Eso creo! ¡Es emocionante!

–¡Listo! Si te sientes así, ¡sigue tu corazón!

Como estudiante de psicología, tuve que hacer varias rondas por el hospital psiquiátrico de Santo Domingo. Recuerdo un paciente que le llamábamos el interplanetario, porque él pensaba que podía viajar de un planeta a otro usando una “percha” (hanger, con lo que se cuelga la ropa) y un envase de mantequilla lleno de agua. También recuerdo otro que pensaba que era un árbol que hablaba.

Por supuesto, no lo eran. Aunque muy posiblemente ellos estuvieran totalmente convencidos de que eran interplanetarios o árboles, nosotros sabíamos que no era así. Y, pues, sin deseo de herir sensibilidades, les llamábamos locos. Aunque ellos sinceramente se sentían de otra manera, esto no era real. Y era evidente. Estaban locos.

Varón y hembra los creó

Por su parte, esto es lo que explica Andy Wachowski:

El ser transgénero es usualmente entendido entre los términos dogmáticos de varón o hembra. Y el “transicionar” imparte un sentido de inmediatez, de un antes y después, de un punto a otro. Pero la realidad, mi realidad, es que he estado en transición y voy a continuar en transición durante toda mi vida, entre el infinito que existe entre hembra y varón igual como existe entre el binario de cero y uno. Tenemos que elevar el diálogo más allá de lo binario. Lo binario es un ídolo falso.

Nosotros sabemos que lo binario no es un ídolo falso puesto que Dios, nuestro creador y redentor, creó el hombre Varón y Hembra. Dos géneros. Si bien hay casos aislados donde un individuo nace con facciones de ambos sexos, eso lo reconocemos como un problema, como parte de vivir en un mundo caído, y es médicamente posible el guiar a ese individuo hacia su género “dominante”, es decir, su género real. Ese es el veredicto del Creador, pero nuestra sociedad no lo ve así.

Vivimos en tiempos que promueven lo malo como bueno y lo bueno como malo, y eso en todas las esferas. Nuestra sociedad celebra por doquier que un hombre famoso ahora se considere como mujer. Lo celebra como progreso, inclusión, y valentía. Ya lo ha hecho antes, y lo volverá a hacer. Pero, en un sentido muy real, no estamos frente a nada nuevo. Miles de años antes de nosotros, el Rey de gloria caminó perfectamente por 33 años. Sin nunca hacer daño a nadie. Sin nunca mentir ni exagerar ni herir. Haciendo bien, bien de verdad, a todo el que estuviera cerca. Y esa sociedad, que sin duda hubiera rechazado la locura de los Wachowskis, crucificó al perfecto Dios-hombre. No ha habido ninguna locura mayor que la que cometieron Adán y Eva al escuchar a una serpiente en vez de a Dios. No hay locura mayor que la negación constante de la bondad y misericordia de Dios y el restringir su Verdad para hacer lo que nos guste (cp. Rom. 1). No ha habido una locura mayor que la de dar muerte al dador de la vida.

No debe sorprendernos ver que los pecadores pequen, ni tampoco que una sociedad pecadora y perdida apruebe el pecado. Pero tampoco debe dejar de dolernos. El cambio de sexo de los Wachowskis es un recordatorio de la revolución moral y el vacío existencial del medio en que vivimos. Y es un recordatorio de la profunda necesidad de salvación de los hombres y mujeres alrededor nuestro. Después de todo, con toda probabilidad ni tú ni yo ni los que nos rodean estén pensando en hacer una cirugía de cambio de sexo. Pero  alrededor nuestro hay personas que están también vagando sin rumbo, necesitados profundamente del perdón del evangelio y la dirección de la Palabra de Dios. El mismo Dios que nos perdonó y nos perdona a nosotros está dispuesto a hacer lo mismo con todo aquel que se arrepienta y crea en Él. Por favor, ayúdame a contar esa noticia.

“Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios por medio de su propia sabiduría, agradó a Dios mediante la necedad de la predicación salvar a los que creen”, 1 Corintios 1:21

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