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“Pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación”, 1 Tesalonicenses 4:3.

La santificación es el proceso que comienza en la conversión del pecador, por medio del cuál el Espíritu de Dios nos va haciendo más como Cristo y más libres de la influencia del pecado. Es un proceso que continuará durante toda nuestra vida y se completará con nuestra glorificación cuando Cristo venga por su iglesia.[1]

Se suele hablar de nuestra santificación en tres fases: posicional, progresiva, y final. Es decir, todos los creyentes ya hemos sido separados y santificados por la obra de Cristo (posicional); todos los creyentes estamos siendo santificados en el presente (progresiva); y todos seremos finalmente santificados en el futuro en la glorificación (final).

Ahora bien, en su carta a los Tesalonicenses, el apóstol Pablo les dice que la “voluntad de Dios es vuestra santificación”. Y aunque esta verdad está expresada de muchas maneras en la Biblia, este es el único pasaje que directamente nos dice que nuestra santificación es la voluntad de Dios.

Esta es una afirmación que nos dice mucho acerca de nosotros y sobre todo mucho acerca de Dios. Pero ¿qué quiere decir Pablo con “la voluntad de Dios es vuestra santificación”?

Al tomar el resto de la Escritura, podemos concluir que hay tres cosas que debemos tener en cuenta al meditar en esta afirmación. Tres verdades que podemos traer a nuestra mente y corazón al pensar en esta declaración: Primero, que voluntad de Dios hace referencia al propósito de Dios. Segundo, que la voluntad de Dios es aquello que debemos obedecer. Tercero, que la voluntad de Dios es una referencia a lo que complace y agrada a Dios.

1. Hace referencia al propósito de Dios.

Lo primero que debemos tener presente al decir “la voluntad de Dios”, es que estamos hablando de aquellas cosas que Dios lleva a cabo, es decir, sus propósitos eternos. Cuando afirmamos que la voluntad de Dios es nuestra santificación, estamos diciendo que el propósito de Dios es hacernos santos. O sea, en conformidad a su buen propósito, Dios está obrando para hacernos cada día más santos. Él nos está haciendo cada día más como Cristo. Por eso Pablo dice que a los que Dios conoció “también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos” (Ro. 8:29). Ese fue el propósito de nuestra redención. Esa es la meta de nuestra salvación: hacernos como Cristo, hacernos más santos.

Y eso es lo que Dios está llevando a cabo. Por eso el mismo apóstol dijo: “estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Fil. 1:6). En la misma carta, Pablo dice que “Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad” (2:12-13). Al final de la carta a los Tesalonicenses, Pablo hace una oración que apunta a esto mismo al decir: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo” (1 Ts. 5:23)

Estos textos se combinan para recordarnos que el propósito de Dios al salvarnos era nuestra santificación. La ocupación de Dios, el plan de Dios, la empresa en la que está comprometido, es hacernos santos. Dios está ocupado haciéndonos cada día más como Su Hijo.

2. Hace referencia a lo que Dios espera de nosotros.

En segundo lugar, decir que la voluntad de Dios es nuestra santificación hace referencia a lo que el Señor espera de nosotros. Esto es lo que se desprende después de una lectura natural del pasaje que estamos estudiando:

Porque esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación; es decir, que os abstengáis de inmoralidad sexualque cada uno de vosotros sepa cómo poseer su propio vaso en santificación y honor, no en pasión de concupiscencia, como los gentiles que no conocen a Dios; y que nadie peque y defraude a su hermano en este asunto, porque el Señor es el vengador en todas estas cosas, como también antes os lo dijimos y advertimos solemnemente. Porque Dios no nos ha llamado a impureza, sino a santificación (1 Tes 4:4-7).

Cuando Pablo dice que la voluntad de Dios es nuestra santificación, también está dejando implícito que Él nos llama a la santidad. Dios quiere que seamos santos y debemos hacer su voluntad, es decir, responder con obediencia. Debemos caminar en santidad, caminar en luz, ejercitarnos en la piedad (1 Ti. 4:7), seguir la santidad (He. 12:14); hacer morir lo terrenal (Col. 3:5); ocuparnos de nuestra salvación con temor y temblor (Fil. 2:12).

El concepto de la voluntad de Dios también está vinculado a las cosas que debemos hacer. El mismo Pablo dijo: “Como siervos de Cristo, de corazón haciendo la voluntad de Dios” (Ef. 6:6). Nuestro Señor dijo: “cualquiera que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre” (Mt. 12:50). El apóstol Juan también afirmó lo mismo al decir: “el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Jn. 2:17).

Estos pasajes nos recuerdan que la voluntad de Dios también es algo que hacemos. Es algo que llevamos a cabo en respuesta a lo que revelado en su Palabra. Dios nos muestra su voluntad para que nosotros andemos en ella. En este caso, su voluntad es que andemos en santidad.

Juan Calvino decía que, una vez que Dios nos ha expresado su voluntad, “lo razonable es que su voluntad sea nuestra única ley”. Es decir, conocer su voluntad debe movernos a la obediencia.

3. Hace referencia a lo que agrada a Dios.

Decir que algo es la voluntad de Dios no solo expresa lo que Dios está llevando a cabo y lo que Dios espera de nosotros, sino también lo que le deleita y le agrada. Afirmar que la voluntad de Dios es nuestra santificación es afirmar que Dios se complace en ver que sus hijos crecen en santidad. A Dios le agrada la santidad de su pueblo.

Esto es lo que sugiere Pablo al introducir este mismo pasaje: “Por lo demás, hermanos, os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús, que de la manera que aprendisteis de nosotros cómo os conviene conduciros y agradar a Dios, así abundéis más y más” (1 Ts. 4:1).

El salmista decía: “Se complace Jehová en los que le temen” (Sal. 147:11). El rey Salomón escribió: “Los labios mentirosos son abominación al Señor, pero los que obran fielmente son su deleite” ( Pr. 12:22).

Estos textos nos recuerdan que la santidad, la rectitud, la obediencia, es algo que deleita a Dios. La obediencia produce la aprobación y el agrado de Dios. Cuando los creyentes caminamos y crecemos en santidad, Dios se deleita.

Conclusión

Por lo tanto, decir que la voluntad de Dios es nuestra santificación es una referencia a tres realidades: La primera es que es el propósito que Dios está llevando a cabo; la segunda, es que es algo en lo que debemos estar ocupados; y tercero, es lo que deleita y complace a Dios.

Nuestra visión de la santidad debe tomar en cuenta estas tres realidades. No debemos estimar nuestra santificación como una lista austera de cosas que debemos hacer, ni como una vida de frías y rígidas prohibiciones, sino como el sabio y buen propósito de Dios, en el que está ocupado, y como aquello que lo complace y deleita. La santificación es la obra maestra de Dios en su pueblo.

Que Dios nos conceda tener esto presente mientras caminamos en santidad. Que el Señor nos de un corazón que contemple Su obra en nosotros y que celebremos la bendita realidad de que Dios desea, se complace, y se deleita en nuestra santidad.


[1] Esto es una paráfrasis de la definición que el teólogo L. Berkoff hace de la santificación.

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