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El día después de que se acabaron las quejas y los reclamos, en el pueblo Nomerece se respira un aire distinto. En las calles no se escuchó ninguna bocina de carros. En los restaurantes todos comen y nadie devuelve nada.

Ninguno se queja ni reclama. Era extraño, pero muy bueno. Las largas filas en los bancos no parecen inquietar a nadie. Todos serenos, esperan su turno. Sorpresivamente las personas tienen más energía que ayer.

Nadie se queja en este pequeño pueblo. Nadie reclama, porque hacerlo contradice lo evidente: Tienen más de lo que necesitan. Y como diría el viejo Silvestre, «estamos mucho mejor de lo que merecemos». Nadie se siente con derecho a quejarse, criticar o hacer reclamos.

Cuando las órdenes por Internet demoran, nadie quiere reclamar. Incluso hubo una jóven que esperó más de dos meses por su orden y se alegró cuando finalmente llegó ese día.

En los supermercados, las personas hacen compras y todos caminan contentos. En la corte del pueblo, la gente se mira a los ojos, se saludan y conversan.

Las personas sienten que no hay extraños. En las oficinas, los encargados de recursos humanos tienen un día tranquilo. Los hospitales están casi vacíos y los niveles de estrés han descendido dramáticamente.

En la iglesia Nomerece abundan los saludos y acciones de gracias. Hay una cantidad inusual de halagos y palabras de alabanza entre los hermanos. Cuando caminan en los pasillos, tienen la sensación de estar volando.

Los reconocimientos son mutuos y parece que nadie quiere sentirse el más halagado. Especialmente aquí, reclamar ya dejó de practicarse hace unos meses. Los que ofenden van rápido y piden perdón. Ellos tratan de humillarse ante los ofendidos, pero estos últimos sienten que no es necesario. Las conversaciones y los cantos tienen algo especial. Hay una contagiosa sensación de bienestar.

Solo ha pasado un día desde que se terminaron las quejas y reclamos en todo el pueblo. Se respira gratitud, alivio y muchas ganas en el ambiente de Nomerece.

Hagan todas las cosas sin murmuraciones ni discusiones, para que sean irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin tacha en medio de una generación torcida y perversa, en medio de la cual ustedes resplandecen como luminares en el mundo (Fil 2:14-15).

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