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Durante mi vida como creyente he asistido a varias conferencias y congresos cristianos en Estados Unidos y unas cuantas en América Latina. Desde luego que en muchos de estos eventos algunos de los más famosos predicadores y cantantes se hacían presentes. Muchas veces estuve detrás de las cortinas involucrado en la organización y en otras ocasiones, sentado entre los asistentes.

Una de las cosas que más me llamaba la atención era la ausencia de algunos de los predicadores durante gran parte de las conferencias. Mejor dicho, en muchas ocasiones los conferencistas invitados solo asistían cuando les correspondía predicar. Muy rara y ocasionalmente se sentaban a escuchar a los otros predicadores durante las enseñanzas.

Desde luego que después de un tiempo, más que llamarme la atención esta conducta me parecía muy poco piadosa por varias razones:

  • Primero por qué expresaba una falta de respeto para los organizadores del evento o los pastores anfitriones.
  • Segundo, por qué también demuestra un falta de respeto ante el predicador de turno.
  • Tercero por qué evidencia una falta de humildad.

Por la gracia de Dios, hace unos días tuve la dicha de participar de una conferencia cristiana donde fui testigo de algo completamente distinto a lo descrito arriba.

La Coalición por el Evangelio organizó una conferencia para líderes y pastores en la ciudad de Orlando FL. Pero una de las cosas que más nos llamó la atención junto con otros hermanos, fue ver a varios de los más influyentes predicadores sentados y escuchando a otros pastores mientras estos enseñaban. Plenaria tras plenaria, exposición tras exposición nos sorprendió ver a estos líderes ser enseñados e instruidos por otros como ellos.

Si somos honestos, esta actitud no debería sorprendernos por qué la característica de un creyente  -incluyendo la de un pastor- debería ser la humildad (Efesios 4:2). Y una actitud humilde va de la mano con un espíritu enseñable. Todos estamos en un proceso de aprendizaje y por lo tanto los pastores y creyentes que dejan de aprender, dejan de crecer. Debemos permitir ser instruidos, inspirados y enseñados por otros para nuestra edificación.

Apólos, quién fue un gran predicador judío ilustra bien lo que estamos diciendo. Este llegó a Efeso y luego de hablar con denuedo en la sinagoga, fue llevado por Priscila y Aquila quiénes “le tomaron aparte y le expusieron más exactamente el camino de Dios”. (Hechos 18:26). Lo llamativo de este relato es que se dice de Apólos que era “varón elocuente, poderoso en las Escrituras” (Hechos 18:24 ), pero nada de su habilidad y poder como predicador, lo eximía de recibir la instrucción de otros líderes dentro de la iglesia.

No debemos olvidar la exhortación que Pablo le hace a los Colosenses cuando les dice “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría” (Col 3:16). El creyente debe tener la disposición de aprender y ser enseñado por otros hermanos para su crecimiento y edificación. Dios nos ha colocado en un Su iglesia , que es Su cuerpo, compuesto por miembros diferentes que dependen los unos de los otros (1 Cor 12). Debemos celebrar con gozo y humildad nuestra diversidad e interdependencia.

Por eso el apóstol Pablo decía: “Nada hagáis por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de vosotros considere al otro como más importante que a sí mismo, (Filipenses 2:3 LBLA). Luego continuó exhortando que “Haya, pues, en vosotros esta actitud que hubo también en Cristo Jesús, el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse” (Filipenses 2:5-6 LBLA)

Por lo tanto, oremos para que Dios guarde nuestros corazones del orgullo y la arrogancia. Que todos, pastores, líderes y creyentes en general tengamos una actitud sencilla y una disposición humilde para aprender de los demás y así seguir creciendo en el conocimiento de Dios y en la semejanza de nuestro Señor Jesucristo.

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