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Al estar la Biblia accesible y disponible para todos, una de las mayores bendiciones que gozamos los creyentes es poder leer y estudiar las Sagradas Escrituras. En ella Dios se ha revelado a la humanidad para conocerlo y así también crecer en nuestra comprensión de lo que ha hecho para redimirnos. Debemos estar confiados en que se puede conocer acerca de Dios, porque la Biblia contiene un atributo en sí misma que hace esto posible: Su claridad. Es decir, que las Escrituras están presentadas de tal forma que su contenido pueda ser entendido por todos. La claridad de la Biblia afirma que la palabra de Dios es clara y sencilla en lo que comunica para que toda persona pueda comprenderla.

Es por eso que se esperaba que todo judío fuera capaz de entender las Escrituras al punto que se les mandó repetir estas palabras a sus hijos (Deut 6:6-7). El rey David decía que los testimonios de Dios hacen sabio al sencillo (Sal 19:7) y Salomón dijo que la sabiduría divina era para los hombres simples (Prov 1:14). Niños, jóvenes, adultos, nobles y simples pueden entender el profundo, pero sencillo mensaje de la Biblia. Dios se ha expresado con claridad en las Escrituras en cuanto a Su carácter y en líneas generales ha comunicado con sabiduría y simpleza las cosas que manda y prohibe, las advertencias y las promesas que le ha hecho al hombre.

No obstante, el lector dedicado puede también afirmar que hay ciertos pasajes y versículos que son difíciles de entender. Los creyentes nos hemos encontrado en ocasiones con algunos textos que encierran una medida de oscuridad y dificultad para entenderlos. Y aunque hoy día gozamos de varios comentarios bíblicos y textos de referencia que nos pueden arrojar mucha luz, aun los mismos teólogos reconocen cierta dificultad de algunos pasajes de las Escrituras.

Podemos dar varias y legítimas respuestas para explicar esta dificultad. A veces es producto de nuestros prejuicios teológicos. Es decir, tenemos una idea preconcebida y queremos que el texto se acomode a nuestras presuposiciones. En otras ocasiones, la dificultad puede ser resultado de ignorar los idiomas originales de las Escrituras. Podemos proponer algunos argumentos válidos, pero creo que hay una respuesta que encierra de manera más honesta todo este asunto: el pecado del hombre.

La Biblia es clara en enseñar que la caída de Adán afectó a los hombres en todas sus facultades, incluyendo la mente. El entendimiento de los hombres quedó limitado y oscurecido a causa del pecado. El apóstol Pablo dijo que los hombres tenemos “el entendimiento entenebrecido” (Ef 4:18) y que en los incrédulos “hasta su mente y su conciencia están corrompidas” (Tito 1:15).

Ahora bien, aunque los creyentes hemos recibido la luz del Evangelio y tenemos al Espíritu Santo que nos alumbra, sabemos que todavía nuestra transformación implica una renovación de nuestro entendimiento (Rom 12:1-2). Es decir, la mente que quedó seriamente afectada por el pecado, está siendo restaurada y renovada por la gracia de Dios. Es por eso que nuestra comprensión de ciertos pasajes de la Biblia es limitada. Necesitamos la luz del Espíritu para entenderlas. Pablo oraba para que Dios iluminara el entendimiento de los Efesios para que pudieran comprender las riquezas de su redención (Efesios 1:15-18).

Es evidente que la dificultad y la incapacidad para entender es nuestra, no de Dios. No es tanto lo difícil del lenguaje. Es nuestro estado caído, es nuestra mente afectada por el pecado la que perdió esa capacidad de discernir las cosas espirituales. Es nuestro corazón corrompido que perdió la sensibilidad para comprender al Creador.

AW Pink,  el escritor inglés del siglo XIX dijo en una ocasión “Con algunas excepciones, es el estado de nuestros corazones y no la oscuridad de su lenguaje [de la biblia] lo que nos impide entender el significado de algunas porciones de las Escrituras”.

Es por eso, que los creyentes debemos acercarnos con paciencia y confianza a la biblia y sobre todo a esos pasajes que son difíciles de entender. Damos gracias a Dios que ha dotado a su iglesia con maestros y teólogos que nos han enriquecido con sus aportes, textos y sus comentarios bíblicos. Damos gracias a Dios por los eruditos que por años han dedicado sus vidas para ayudar a los creyentes de todos los tiempos a una mejor y más clara compresión de las verdades bíblicas.

Damos gracias a Dios por Su Espíritu Santo, nuestro maestro por excelencia. Pues él es quien nos iluminó para entender nuestra necesidad de salvación. El nos alumbró para ver la belleza de la cruz, la gloria de nuestro Salvador y nos capacitó para entender el mensaje central de las Escrituras: La salvación que Dios provee para el pecador a través de Jesucristo.

Sigamos estudiando y escudriñando la Palabra de Dios con la firme consciencia de que el Señor seguirá instruyendo a su iglesia. Sigamos creciendo en nuestra comprensión de las Escrituras con la gloriosa expectativa de que un día nuestro entendimiento será completo, y ya no será como ver en un espejo oscuramente sino que “veremos cara a cara” (1 Corintios 13:12). Llegará el día que comprenderemos más claramente las cosas que no entendimos aquí en la tierra, le adoraremos por la eternidad y nos gozaremos con él en los cielos, “porque le veremos tal como es” (1 Juan 3:2).

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