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Definición

Los dones milagrosos del Espíritu, incluidos el apostolado, la profecía, las lenguas, las sanidades, y los milagros, sirvieron para validar el mensaje acerca de Jesús durante los primeros días de la Iglesia, pero ahora que el fundamento apostólico está echado y el canon de la revelación bíblica está completo, los dones milagrosos no caracterizan el funcionamiento normal y esperado del cuerpo de la Iglesia hoy.

Sumario

Los dones milagrosos del Espíritu, incluidos el apostolado, la profecía, las lenguas, las sanidades, y los milagros, sirvieron para validar el mensaje acerca de Jesús durante los primeros días de la Iglesia. Estos dones están relacionados con el canon de las Escrituras en el sentido de que todos son dones reveladores de parte de Dios. Si bien las sanidades y los milagros sirvieron simplemente para testificar de la autoridad de los mensajes apostólicos, el contenido de los dones de profecía y de lenguas interpretadas proporcionó la revelación y la guía necesarias para la iglesia primitiva. El hecho de que el Nuevo Testamento nunca nos dé motivos para suponer que la verdadera profecía es un error, la coloca firmemente en el mismo lugar de autoridad que la Escritura. Ahora que el fundamento apostólico se establece y se transmite a la iglesia en el canon completo de las Escrituras, los dones milagrosos ya no caracterizan el funcionamiento normal y esperado de la iglesia, y la profecía ya no es necesaria para la revelación. Sin embargo, esto no es para descartar que Dios en su soberanía conceda tales señales y maravillas en empresas misioneras de vanguardia en la actualidad o para negar que Dios todavía obra milagros.

Los evangélicos discuten si los dones milagrosos de la era apostólica continúan hoy (lo que se llama, continuismo) o si han cesado (lo que se llama, cesacionismo). Pentecostales y carismáticos abogan por la continuación de los dones, y esta posición ha sido defendida especialmente desde principios de 1900 con la llegada del pentecostalismo, y ha sido promovida por carismáticos de la segunda y tercera ola. Argumentaré aquí que los dones milagrosos han cesado, y los dones que especialmente tengo en mente son el apostolado, la profecía, las lenguas, la sanación, y los milagros, aunque aquí no diré mucho sobre el don de lenguas.

Historia redentora

Los dones milagrosos han cesado debido a que estos desempeñaron un papel particular en la historia redentora al acreditar el ministerio, la muerte, y la resurrección de Jesucristo (Hch 2:22; He 2:4).

Los apóstoles y aquellos estrechamente asociados con ellos realizaron “señales y prodigios” y milagros para confirmar el evangelio que proclamaban (Hch 2:43; 4:30; 5:12; 6:8; 14:3; 15:12; Ro 15:19; 2 Co 12:12). No estoy negando que Dios en su soberanía pueda decidir otorgar tales señales y maravillas en viajes misioneros de vanguardia hoy (ni es el argumento de que Dios nunca hace milagros hoy), pero tal situación es fuera de lo común. Era vital en la primera generación que el ministerio de Cristo y la palabra apostólica fueran verificados y confirmados. La iglesia está “edificada sobre el fundamento de los apóstoles y profetas” (Ef 2:20). El fundamento de la iglesia ha sido establecido de una vez y por todas y, por lo tanto, ya no hay profetas y apóstoles que funcionen como mensajeros autorizados. Como dice la epístola de Judas (v. 3), “la fe que de una vez para siempre fue entregada a los santos”. Leemos en la epístola a los Hebreos que “en estos últimos días… nos ha hablado por Su Hijo” (He 1:2). La palabra final y definitiva ha sido declarada, y por lo tanto no hay necesidad de apóstoles, profetas, y lenguas, ni necesitamos señales, prodigios, y milagros para acreditar el mensaje.

El canon de las Escrituras

Podemos decirlo de otra manera: el canon de las Escrituras ya está cerrado. Como creyentes tenemos la Palabra final y definitiva de Dios en los veintisiete libros de las Escrituras del Nuevo Testamento (NT). Nunca se agregarán nuevos libros al canon, y no se dará ninguna nueva revelación hasta el final de la historia. Esperamos el próximo gran evento en la historia redentora: la venida de Jesucristo para consumar el reino. Ya que tenemos todo lo que necesitamos para conocer como creyentes sobre nuestra salvación y santificación en las Escrituras, no se necesitan apóstoles ni profetas para declarar la voluntad de Dios para nosotros.

No estoy argumentando que 1 Corintios 13:8-12 enseña que los dones cesarán con el cierre del canon. Estoy presentando un argumento desde la historia redentora. Cuando examinamos 1 Corintios 13:8-12, “lo perfecto” es claramente la segunda venida de Cristo. Los continuistas apuntan a estos versículos para argumentar que los dones continuarán hasta la segunda venida de Cristo. Tal lectura es, por supuesto, posible. ¡No habría un debate si el asunto fuera simple! Sin embargo, 1 Corintios 13:8-12 no exige que los dones permanezcan hasta la segunda venida. No deberíamos sorprendernos de que no tengamos ninguna enseñanza directa sobre la cesación de los dones. La instrucción sobre el cese de los dones no se aplicaría a los corintios ni a Pablo, ya que vivieron en el período de tiempo en que todos los dones estaban activos. El Señor les habló en el período y las circunstancias en que vivieron. De manera similar, creemos en un canon de las Escrituras, pero el NT no dice nada explícitamente acerca de dicho canon, ya que no significaría nada para la primera generación de cristianos.

Argumento desde el apostolado y la profecía

Fue señalado anteriormente que la iglesia está “está edificada sobre el fundamento de los apóstoles y profetas” (Ef 2:20). No hay sucesión apostólica en el NT y, por lo tanto, el don del apostolado ha cesado. Cuando el apóstol Santiago es condenado a muerte en Hechos 12:2, no es reemplazado como apóstol. Pablo es el “último” apóstol de Jesucristo (1 Co 15:8), y no ha habido apóstoles desde Pablo. Los apóstoles fueron necesarios en la primera generación para testificar de Jesucristo, dado que el movimiento cristiano era nuevo. Ahora que se han sentado los cimientos, los días de los apóstoles han terminado. Tenemos la fe que se nos ha transmitido de una vez y por todas, como se mencionó anteriormente (Jd 3; He 1:2).

Es instructivo que la iglesia está edificada sobre los apóstoles y profetas. Los profetas que Pablo tiene en mente en Efesios 2:20 son claramente profetas del NT (véase Ef 3:5). Tanto los apóstoles como los profetas sentaron la base para la iglesia, y desde que se estableció el fundamento, no hay profetas que hablen la palabra autoritaria de Dios hoy. Consideramos el canon de las Escrituras como nuestra autoridad final y única.

No hay errores en la profecía del NT

Algunos no están de acuerdo con el argumento sobre el cese de la profecía, afirmando que la profecía del NT todavía existe en la actualidad. Argumentan que las palabras de los profetas del NT están mezcladas con error y, por lo tanto, el don de la profecía todavía existe actualmente y no es inherentemente autoritario e infalible. Dos argumentos que apoyan la idea de que hay errores en la profecía serán mencionados aquí. Primero, los que piensan que los profetas pueden equivocarse dicen que se alienta a los creyentes a que evalúen las profecías en busca de errores, y no juzgan la autenticidad de los profetas. Segundo, Agabo sirve como ejemplo de un profeta que cometió un error cuando dijo que los judíos atarían a Pablo y lo entregarían a los romanos (Hch 21:11), pero eso no fue lo que ocurrió. En lugar de esto, los judíos trataron de matar a Pablo, y los romanos lo rescataron de sus manos (Hch 21:31-36).

Sin embargo, hay buenas razones para dudar de que la noción de que la profecía está mezclada con errores sea errónea y, por lo tanto, no hay base para ver el don de profecía como presente hoy.

En primer lugar, la carga de la prueba recae en aquellos que dicen que la profecía del NT difiere de la profecía del Antiguo Testamento (AT). Vemos en Deuteronomio 18 que la marca de los verdaderos profetas es que sus profecías se cumplen. Si sus profecías contienen errores, deben ser rechazados como falsos profetas. Jeremías dice que los falsos profetas profetizan “mentira en Mi nombre” y “visiones falsas” (Jr 14:14). Ezequiel condena a los profetas “que ven visiones falsas y hablan adivinaciones mentirosas” (Ez 13:9). Es claro, entonces, que la profecía del AT era infalible e impecable, y la conclusión más natural es que lo mismo se aplica a la profecía del NT.

En segundo lugar, aquellos que apoyan la idea de que las profecías del NT están mezcladas con error, ya sea en la recepción o transmisión de las profecías, dicen que en 1 Tesalonicenses 5:19-20 y 1 Corintios 14:29 son las profecías las que se juzgan, no los profetas. Los profetas, según esta lectura, no están excluidos como falsos profetas si se equivocan. Se examinan las profecías y se rechazan los errores en la profecía, no los profetas mismos. Este intento de distinguir a la profecía en el NT de la profecía del AT, no es convincente debido a que la única manera de determinar si alguien es un verdadero profeta, tanto en el AT como en el NT, es mediante la evaluación de sus profecías. El estándar en el AT y el NT es el mismo. Pablo le dice a la iglesia que examine las profecías porque la iglesia distinguía entre verdaderos y falsos profetas por medio de la evaluación de sus profecías.

En tercer lugar, Jesús advierte sobre el peligro de los “falsos profetas, que vienen a ustedes con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces” (Mt 7:15). Él nos advierte que “se levantarán muchos falsos profetas, y a muchos engañarán” (Mt 24:11). Pedro exhorta a la iglesia a estar en guardia contra los “falsos profetas” y “falsos maestros” (2 Pe 2:1). Juan nos dice que no “creamos a todo espíritu”, sino que “probemos los espíritus para ver si son de Dios” (1 Jn 4:1). La iglesia tiene que discernir qué es falso y qué es verdadero, y tal actividad es crucial debido a que hubo, como nos dice Juan, muchos falsos profetas en el mundo. Si los profetas del NT cometen errores, entonces discernir quiénes son los falsos profetas se hace imposible.

Cuarto, no tenemos un ejemplo fiable en el NT de verdaderos profetas que cometan errores. Cuando Agabo profetiza que habrá una hambruna en Hechos 11, su profecía se cumple. De la misma manera, la profecía de Agabo sobre Pablo siendo atado y entregado a los romanos en Hechos 21:11 no estaba equivocada. Quienes ven errores en las profecías del NT dicen que los acontecimientos no se produjeron como lo profetizó Agabo, debido a que Pablo fue rescatado de los judíos y no entregado por ellos. Pero cuando Pablo le cuenta a los judíos en Jerusalén lo que le sucedió en Roma, utiliza la misma palabra “entregado” (Hch 28:17, paradothēn de paradidōmi) que Agabo utilizó al hacer la profecía (Hch 21:11). Podemos concluir de esto que Lucas creía que Agabo no estaba equivocado.

Agabo demuestra que él es un profeta, al utilizar simbolismo profético, lo cual era típico de los profetas del AT, cuando toma el cinturón de Pablo y le ata las manos y los pies. La autenticidad de Agabo como profeta también se confirma por medio de la fórmula profética que usa, cuando declara: “Así dice el Espíritu Santo”. La palabra traducida “así” es usada cientos de veces en el AT para las palabras autoritarias de los profetas. Lucas utiliza esta fórmula para subrayar que Agabo habla por el Espíritu Santo, tal como lo hicieron los profetas del AT.

Quizás el texto más difícil para aquellos que piensan que la profecía en el NT es infalible es Hechos 21:4 y 21:12–13. Los amigos de Pablo le dicen que no vaya a Jerusalén “por el Espíritu”, ya que se predice que tendrá sufrimiento allí, pero Pablo insiste en ir a Jerusalén y afirma que él es guiado por el Espíritu en su decisión (Hch 19:21-22). Aquellos que piensan que la profecía del NT está mezclada con error dicen que aquí tenemos un claro ejemplo de un error en profecía. Esta interpretación es ciertamente posible. Pero otra lectura de la evidencia es más convincente, y esta lectura apoya la idea de que las profecías del NT son infalibles.

En Hechos 21:4 la profecía es correcta (Pablo sufriría), pero la inferencia extraída de la profecía (Pablo no debe ir a Jerusalén) está equivocada. La inferencia extraída de la profecía no era parte de la profecía misma. Por lo tanto, la profecía de que Pablo enfrentaría el sufrimiento en Jerusalén fue precisa e inspirada por el Espíritu; la conclusión que la gente sacó de la profecía, que Pablo no debería viajar a Jerusalén, era errónea. No provenía del Espíritu. No era el propósito de Lucas ser preciso acerca de la naturaleza de la profecía aquí, y asumió que sus lectores se darían cuenta de que la profecía nunca está en el error. Debemos darnos cuenta de que el propósito de la historia no fue reflexionar sobre la naturaleza de la profecía. No podemos exigir más allá de lo que se explica.

Resumiendo

Los dones milagrosos han cesado debido a que atestiguan el ministerio, la muerte, y la resurrección de Jesucristo. El fundamento de la iglesia está establecido y ahora se conserva en las Escrituras, el canon del AT y el NT. No esperamos ninguna nueva revelación. No hemos hablado mucho aquí sobre el don de lenguas, pero la evidencia en el NT es que el don de lenguas es hablar en idiomas extranjeros, no en expresiones eufóricas. No tenemos evidencia de que las personas reciban tal regalo hoy en día, y las lenguas interpretadas parecen ser equivalentes a la profecía (1 Co 14:1-5). Tenemos pruebas firmes de que los dones del apostolado y la profecía han terminado, y por lo tanto una posición cesacionista es más creíble.