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El ofrecimiento libre y gratuito del evangelio

Definición

El evangelio se ofrece gratuitamente a todas las personas, sin importar si son elegidos o no, capaces de responder en su naturaleza pecaminosa, incluidos en la doctrina de la expiación particular, etc.; la libre oferta de elección al hombre no está en pugna con la elección soberana y la omnisciencia de Dios.

Sumario

Las buenas nuevas del evangelio se ofrecen gratuitamente a todas las personas sin distinción. Algunos calvinistas “altos” (High Calvinist) se han opuesto a esta doctrina basándose en la elección soberana de Dios, la doctrina de la expiación particular, la primacía de la iniciativa divina y la total incapacidad del pecador para responder con fe sin la gracia regeneradora de Dios. Sin embargo, la realidad es que todos los pecadores son llamados a creer y son juzgados por su incredulidad, no por ser elegidos o no. En realidad, está dentro del contexto de la negativa universal del hombre a creer que las doctrinas de la elección, la expiación y la iniciativa soberana de Dios son las más necesarias. Estas doctrinas brindan la solución al rechazo del hombre, no una razón para evitar la oferta del evangelio en primer lugar.

Introducción

El evangelio es, por definición, “buenas noticias” –un mensaje acerca de Jesucristo, quien ha conseguido la salvación para los pecadores por medio de su muerte sustitutoria y de su resurrección (1 Co 13:3-4). A causa de su obra redentora, se debe proclamar el arrepentimiento y el perdón de pecados en su nombre (Lc 24:47; véase Mt 28:18-20). Esta proclamación del evangelio implica un llamado al arrepentimiento y a la fe como puerta de entrada a la experiencia individual de la salvación (Lc 24:47; Hch 16:30-31; Ro 10:9-10; Ef 1:13). En el evangelio Dios da a conocer la obra salvadora única de su hijo y, en la manera que respondamos a esta proclamación con fe y arrepentimiento, Dios nos recibe gratuitamente y libremente con gracia. Así que es en esta buena noticia y su implícito “ofrecimiento” que nosotros, por fe, encontramos una posición sólida delante de Dios (1 Co 15:1).

El asunto de este enfoque

Cristianos de prácticamente todos los trasfondos han reconocido la importancia de la predicación del evangelio, pero algunos “Calvinistas de iglesia alta” han cuestionado lo legítimo de ofrecer la salvación a los no-elegidos o los no-regenerados. Algunos hacen una distinción minuciosa entre ofrecer y proclamar el evangelio, argumentando que el evangelio no hace un ofrecimiento, que es solo un mandamiento divino para arrepentirse y creer.

El asunto que tratamos no tiene que ver con la redacción del “decisionismo” que ha caracterizado mucho del evangelicalismo contemporáneo. Tampoco hablamos del asunto de la iniciativa divina en la salvación –elección divina y llamado efectivo o real. Tampoco el asunto cuestiona que solamente el Espíritu soberano puede persuadir al perdido a la fe en Cristo. En estos temas todos los calvinistas están de acuerdo. La pregunta de este enfoque es si un ofrecimiento sincero de salvación se puede hacer de manera indiscriminada a los perdidos.

Existen varias razones teológicas que se ofrecen para negar el ofrecimiento gratuito del evangelio. La primera proviene de la doctrina bien aceptada de la total depravación –para ser más específico, total inhabilidad. Si el pecador es incapaz de creer, ¿cómo puede la fe ser su deber? ¿Está el pecador bajo la obligación de arrepentirse si, en efecto, no puede hacerlo? ¿Puede el pecador ser considerado responsable de hacer algo que es incapaz de hacer? Para decirlo con más claridad: ¿implica la inhabilidad una ausencia del deber? Y más todavía, ¿es incongruente exhortar a un pecador que se arrepienta sabiendo que no puede hacerlo?

Otra objeción para el ofrecimiento gratuito del evangelio proviene de la doctrina de la elección. Si solamente los elegidos serán salvos, ¿no debería entonces el evangelio ser ofrecido solamente a los elegidos? ¿No sería falta de sinceridad ofrecer la salvación a los no elegidos? ¿Sería correcto que nuestro ofrecimiento sea más amplio que los propósitos de salvación de Dios? ¿Tiene el pecador alguna garantía en venir?

Partiendo del razonamiento de la necesidad de la iniciativa divina, algunos han argumentado que el pecador no tiene “garantía” para venir a Cristo para salvación, ningún motivo de pensar que está invitado hasta que es “sensible” a la obra del Espíritu, consciente del pecado, y de ser atraído por el Espíritu. Esto a menudo se ha identificado en relación a un versículo de las Escrituras que repentina y poderosamente mueve la mente y el corazón, o por la profunda y repentina conciencia de pecado y de ser perdido. Entonces, y en este caso se puede ofrecer el evangelio, pero no antes.

Algunos han razonado desde la doctrina de la redención particular (expiación limitada): si Cristo murió solamente por los elegidos, ¿existe suficiente fundamento para ofrecerle [a Cristo] a todos? Y, de nuevo, ¿no sería deshonesto tal ofrecimiento?

Finalmente, algunos han argumentado que ofrecer la salvación a los que nunca serán salvos detractaría la majestad de Dios –que sería por debajo de Dios ofrecer tales proposiciones a gente que, de hecho, simplemente continuará a rebelarse.

Una vez más, el asunto a mano no tiene que ver con la redacción del “decisionismo” o la necesidad de la iniciativa divina en la salvación. En estos asuntos todos los calvinistas están de acuerdo. La pregunta es sencillamente si un sincero ofrecimiento de salvación se puede hacer legítimamente a los perdidos de forma indiscriminada. ¿Podemos decirle a cualquiera: “Si vienes a Jesucristo en fe y en arrepentimiento por tu pecado, Dios te salvará”?

Algunas afirmaciones bíblicas relacionadas

Antes de tratar estos varios asuntos teológicos, sería de ayuda primero resaltar algunas afirmaciones bíblicas relacionadas con la pregunta.

  • Dios llama apasionadamente al rebelde Israel a las bendiciones del pacto (Dt 5:29).
  • Dios suplica con anhelo a Israel y espera que venga a Él (Is 65:2; Ro 10:21), un ofrecimiento que cae en oídos sordos.
  • Dios lamenta la destrucción de aquellos que le rechazan y les suplica que vuelvan y escapen de su ira (Ez 18:23, 32; 33:11), una vez más, un llamado que es ignorado.
  • Dios llama a naciones rebeldes e incrédulas a refugiarse en Él y ser bendecidas (Is 1:18-20; 45:21.22).
  • Dios suplica a los pecadores –como si fuera un vendedor ambulante– para que vengan a Él a recibir misericordia y perdón de manera gratuita (Is 55:1-7).
  • Jesús ofrece descanso espiritual indiscriminadamente a todos los que vengan (Mt 11:28-30).
  • Jesús ilustra un llamado apasionado e indiscriminado a las bendiciones del reino (Mt 22:1-13). El ofrecimiento es apasionado y sin restricciones, y es para salvación.
  • Jesús llora por Jerusalén (Mt 23:37; Jn 5:40).
  • Jesús les da a sus seguidores el mandamiento de proclamar el evangelio a todas las personas, en todos los lugares (Mt 28:19; Lc 24:47).
  • El apóstol Pedro llama al arrepentimiento a todos los que le escuchan (Hch 2:38-40; 3:19).
  • El apóstol Pedro ofrece el perdón ante el arrepentimiento, esto es a un hombre que nunca se arrepiente. (Hch 8:22).
  • El apóstol Pablo ofrece el perdón en Cristo a algunos que han continuado rechazándolo (Hch 13:38-41, 46).
  • Dios da el mandato a todos a poner su fe en Jesús para salvación (1 Jn 3:23).
  • El ministerio evangelizador de Pablo se caracteriza por suplicar a los pecadores que se salven, razonando con ellos y persuadiéndolos (Hch 17:17; 18:4, 19; 19:8, 26; 26:28; 28:23; 1 Co 9:19; 2 Co 5:11, 20). Está claro que esta terminología no indica que el apóstol haya reducido la salvación a una simple fórmula de decisión. Claramente, no abarataría el evangelio para hacerlo más agradable a los pecadores (2 Co 2:17). Pero él ofrecía el evangelio de manera indiscriminada, incluso apasionadamente y sin vacilación, a todos los que le escucharan.

Observaciones y correlaciones teológicas

1. La garantía de la fe

En 1 Juan 3:23, el apóstol afirma: “este es Su mandamiento: que creamos en el nombre de Su Hijo Jesucristo.” Aquí tenemos la garantía para cada persona a creer y ser salva: Dios mismo la ordena. La fe es el deber de cada persona.

2. El objeto de la fe

De manera reiterada a los pecadores se les llama a mirar al Señor Jesucristo para salvación. No se les llama a mirarse primero a ellos mismos, para ver si hay indicios de la obra de convicción e iluminación de parte de Dios. Su deber es fijarse en el Salvador.

3. La responsabilidad y deber del pecador a creer y arrepentirse

La idea de que la inhabilidad niega la responsabilidad, es simplemente errónea. Los pecadores tienen la responsabilidad de creer y se les considera culpables si no lo hacen. Podríamos decirlo de otra manera: a los pecadores no se les culpa por no ser elegidos, sino por ser incrédulos.

4. El ofrecimiento gratuito y el amor divino

Es cierto que el amor de Dios para los suyos es singularmente salvador (Ef 2:4; 1 Jn 3:1), pero eso no es para decir que Dios no tiene amor para todos los perdidos. Las Escrituras abundan con afirmaciones sobre el amor de Dios, su bondad y benignidad hacia los perdidos (cp. Sal 145:9). Y de hecho esta “gracia común” o “amor benigno” (como se le llama a veces) implica su ofrecimiento de la salvación (Sal 14:1-3). Eso es para decir que Dios ofrece su amor salvador a todos.

5. El ofrecimiento gratuito y la elección soberana

Es dentro del contexto del ofrecimiento universal –y su rechazo– de la salvación (Sal 14:1-3; Jn 6:27-36) donde aprendemos acerca de la elección soberana (Jn 6:37-40). Es el rechazo universal del mundo que hace necesaria la elección. Efectivamente, es la libre proclamación de la salvación que Dios utiliza para salvar a los que Él ha elegido (1 Co 1:18-31; 3:6; 2 Co 2:14-16; ver Mt 11:25-30; Hch 13:48). Así lo resume J.I. Packer:

Calvino, con Lutero, y Pablo en Romanos, y Jesús en Juan han hecho la invitación universal del evangelio el marco y contexto por el cual se nos acerca a la elección como decisiones divinas que explican por qué los creyentes han creído y por qué su seguridad es garantizada. La teología reformada después de Breza ha hecho el decreto de Dios sobre la elección, reprobación y eventos providenciales el marco y contexto por el cual se nos acerca al evangelio como afirmación (ver La Confesión de Westminster 3 y 10): eso crea problemas al hacer la invitación indiscriminada del evangelio parecer un timo para todos, menos los elegidos. Lo anterior, que ve el amor de Dios caminar una milla más para salvar (no solamente provee un Salvador y la salvación, sino también atrae gente que de otra manera no respondería para recibir sus regalos), es mucho más preferible; la última, mucho más común (Repaso de Teología Sistemática, notas sin publicar, p. 107).

6. El ofrecimiento gratuito y la redención particular

Lucas 24:47 hace un vínculo explícito entre el evangelio del perdón y la obra salvadora completa de Cristo. En contexto, Mateo 28:18-20 hace el mismo vínculo: la autoridad universal de Cristo para salvar está fundamentada en su obra terminada. Eso es para decir que la obra expiatoria de Cristo es el fundamento para la misión universal. Lo que específicamente se ofrece en el evangelio es Jesucristo, en quien todos los beneficios salvíficos del evangelio han sido conseguidos. La salvación se ofrece en Cristo. John Murray nota aquí que la única doctrina de la expiación que fundamenta tal ofrecimiento es la de una expiación definida y plenamente competente –una expiación que provee no meramente la posibilidad de salvación, sino una salvación real y lograda (Collected Writings of John Murray, Vol.1: Studies in Theology, p. 59-85):

A veces se objeta que la doctrina de la expiación limitada hace imposible la predicación de una salvación gratuita y completa. Eso es completamente falso. La salvación conseguida por la muerte de Cristo es infinitamente suficiente y universalmente adecuada, y se puede decir que su infinita suficiencia y su perfecta idoneidad fundamenta un bona fide ofrecimiento de salvación a todos sin distinción… El criticismo de que la doctrina de la expiación limitada impida el libre ofrecimiento del evangelio se apoya sobre una profunda aprensión de qué realmente es el mandato de predicar el evangelio y de lo que realmente es el paso inicial de la fe. La garantía no es que Cristo murió por todos los hombre, sino la invitación, exigencia y promesa universal del evangelio unida con la perfecta suficiencia e idoneidad de Cristo como Salvador y Redentor. Lo que el embajador del evangelio exige en el nombre de Cristo es que el pecador perdido y desamparado se entrega a este plenamente suficiente Salvador con la súplica de que en recibir y descansar en Cristo de esta manera para la salvación, ciertamente será salvo. Y lo que el perdido pecador hace, lo hace en base al mandato de la fe: entregarse a sí mismo al Salvador con la certeza y seguridad de que al creer en esta manera será salvo. Entonces, lo que él cree en el primer instante no es que ha sido salvado, sino que al creer en Cristo llega a tener la salvación. La convicción de que Cristo murió por él, o en otras palabras, que es objeto del amor redentor de Dios en Cristo, no es el acto primario de la fe. A menudo en la conciencia del creyente eso es tan estrechamente atado al acto primordial de fe que él no puede de manera consciente reconocer la distinción lógica y sicológica entre las dos. Sin embargo, el acto primordial de fe es la entrega personal al plenamente suficiente e idóneo Salvador, y la única garantía para esta confianza es el ofrecimiento indiscriminado, pleno y gratuito, de gracia y salvación en Cristo Jesús (John Murray, “El Arminianismo y la Expiación”).

7. El ofrecimiento gratuito y la incapacidad humana

Los perdidos están libres de hacer lo que quieran, pero allí mismo está el problema: el “querer” de los pecadores es pecaminoso y, por lo tanto, no propenso hacia Dios. La “incapacidad” de los pedidos para responder al evangelio yace en esta voluntad propia –no vienen a Cristo, simplemente porque no quieren. Y porque “no quieren venir a Mí” son responsables y culpables de ello (Jn 5:40). Para decirlo de manera sencilla, la depravación e inhabilidad no impiden la responsabilidad. La responsabilidad universal de creer y ser salvo sigue en pie.

Más todavía, como Warfield de manera perspicaz nota (Selección de Escritos Breves, p. 725-728), ningún pecador puede saber que sea o no incapaz, sino por intentarlo. Y la doctrina de la inhabilidad total no dice: “Tú no puedes venir”; más bien dice: “Tú no puedes venir, aparte de la ayuda divina”. Esta es la manera en la cual Jesús mismo explicó el asunto:

Ellos se asombraron aún más, diciendo entre sí: “¿Y quién podrá salvarse?” Mirándolos Jesús, dijo: “Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque todas las cosas son posibles para Dios.” (Mr 10:26-27).

La responsabilidad sigue siendo: a una persona preocupada por su alma no se le dice “espera”, sino “ven”. Y a todos los que vienen, Él los recibe (Jn 6:37). El reconocimiento de incapacidad no es excusa para continuar en incredulidad, y tampoco es una barrera al ofrecimiento universal de la salvación.

8. Mandamiento frente a ofrecimiento

La distinción entre el mandato de Dios a creer y su ofrecimiento de la salvación no debe ser forzada. Es muy cierto que Dios “declara [manda] ahora a todos los hombres, en todas partes, que se arrepientan” (Hch 17:30), pero este mandamiento de arrepentimiento es un “arrepentimiento para el perdón de los pecados” (Lc 24:47). El mandamiento de arrepentirse y creer es en sí mismo un ofrecimiento de gracia.

9. El ofrecimiento gratuito y la majestad divina

Podemos estar de acuerdo con los que argumentan que no hay necesidad de que el Dios de infinita majestad haga oberturas de gracia hacia los que simplemente seguirán en rebeldía. De hecho, podríamos decir que es por debajo de la dignidad de Dios a ofrecer la salvación a cualquiera, sin importar la eventual respuesta. Pero, de hecho, Él sí lo hace y nos lo dice reiteradamente. Lo demanda, lo ruega, lo suplica, se queda anhelando con los brazos extendidos –todo esto en lenguaje bíblico. Más al grano, debemos reconocer que esta postura compasiva es parte de la revelación de Dios acerca de sí mismo que se debe comprender como un aspecto de su gloria. No adoramos a Dios debidamente hasta que reconocemos su gran corazón de amor. Y no proclamamos el evangelio debidamente hasta que reflejamos nosotros mismos esta postura.

Conclusión

El llamado indiscriminado y el ofrecimiento gratuito del evangelio tiene fuerte y explícita justificación bíblica, y la posición reformada tradicional, con buena razón, lo ha mantenido. La preocupación de algunos “altos calvinistas” de que un ofrecimiento libre del evangelio implica nociones arminianistas, es simplemente equivocada. Dios se posiciona a sí mismo frente a los malvados dispuesto a salvar, y por consecuencia, les suplica por medio de sus voceros. El atractivo universal del evangelio es la manera externa por la cual Dios, en su tiempo, de manera soberana, llama a sus electos individualmente a la comunión con Cristo. Si en el evangelio Dios ofrece libremente a Cristo al mundo, los cristianos deben hacer lo mismo. Si es el deber de todos a creer, entonces es el deber de todos los cristianos ofrecer a Cristo. Podemos decirle a cualquiera en cualquier lugar –y no debemos vacilar– “Si vienes a Jesucristo, Él te salvará”.