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Miqueas y Apocalipsis 7-8

“¿Cómo podré acercarme al SEÑOR y postrarme ante el Dios Altísimo? ¿Podré presentarme con holocaustos o con becerros de un año? ¿Se complacerá el SEÑOR con miles de carneros, o con diez mil arroyos de aceite? ¿Ofreceré a mi primogénito por mi delito, al fruto de mis entrañas por mi pecado?” (Miqueas 6:6-7*).

Recuerdo cuando en la televisión estuvo de moda un programa con un nombre muy peculiar: Fashion Emergency (Emergencia de la moda). Personas con problemas con su estilo de vestir y con su “buen gusto” escribían cartas suplicando ser ayudados por supuestos especialistas en elegancia. Los arreglos se inician con las visitas a tiendas de ropa elegante y muy cara para escoger la que mejor le siente al paciente. Luego se pasará a la sección de hermoseo: peluquería y todas las “...cures” necesarias que dejarán al cliente presentable y con las terminaciones de lujo. Con un look absolutamente nuevo enfrentarán con nuevos bríos los compromisos y las circunstancias de la vida que parecían insalvables.

Creo que todos nosotros (y no solo las damas) hemos pasado en algún momento por la preocupación medio banal acerca de cómo presentarnos adecuadamente para un determinado evento. Escoger los zapatos, el traje, o la corbata nos han hecho gastar buena parte de nuestro tiempo y nuestros recursos. Sin embargo, no todo es negativo. Una buena presentación también es sinónimo de respeto, sobriedad, y compostura ante determinados eventos y circunstancias. 

Pero yo me hago una pregunta: ¿cuál será el mejor look para presentarnos delante de Dios?

En el tiempo de nuestras abuelitas, ir a la iglesia era toda una festividad. Existían vestimentas especiales, como los velos en las damas y los hábitos en las festividades religiosas que remarcaban el carácter sagrado de la fecha y el compromiso de los fieles. Todavía algunos grupos cristianos exhiben ropas “domingueras” como parte de la expresión de respeto hacia la participación en el servicio religioso, aunque la verdad es que ya no vemos esta práctica con frecuencia. Sin embargo, a lo largo de las épocas, el Señor siempre ha dejado en claro lo que Él considera IN y OUT en la presentación delante de su Trono. Pero tenemos que aclarar que no se trata de uniformes, velos o tules, sino de actitudes con las que revestimos nuestro corazón al acercarnos ante Él.

Este traje espiritual permite establecer una clara diferenciación con los trajes ostentosos de la moda mundial. Nuevamente, esto no tiene que ver con que los cristianos usen o no usen determinadas prendas, sino que tiene que ver más con la actitud con la que se presentan delante de Dios. El profeta Miqueas nos presenta una lista de la terrible “moda” de su tiempo que, lamentablemente, sigue aún muy actual en nuestros días. Él dice: “La gente piadosa ha sido eliminada del país, ¡ya no hay gente honrada en este mundo! Todos tratan de matar a alguien, y unos a otros se tienden redes. Nadie les gana en cuanto a hacer lo malo; funcionarios y jueces exigen soborno. Los magnates no hacen más que pedir, y todos complacen su codicia. El más recto de ellos es más enmarañado que una zarza; el más recto, más torcido que un espino” (Mi. 7:2-4). La moda espiritual tiene que ser absolutamente opuesta a la que esos corazones lucen con desvergüenza. Repasemos, entonces, el concepto divino del revestimiento del corazón.

En primer lugar, el Señor considera OUT el tratar de presentarnos delante de Él envueltos en ritualismos vacíos. Los ritos son saludables en la medida en que representan la realidad, pero cuando se convierten en un fin en sí mismos pierden su razón de ser. El problema es que los que se visten con ritos toman un aire de aparente reverencia y dignidad, pero pierden soltura, ya que el rito esclaviza y los hace estar siempre pendientes de formalismos que impiden la sincera naturalidad espiritual. Además, los ritualistas tienen los ropajes apolillados y gastados porque quieren agradar a Dios con ropajes que no renuevan desde tiempos inmemoriales y que tienen un permanente olorcillo a añejo y a naftalina. Ellos olvidan que nuestro Dios está vivo y desea que vivamos en permanente renovación con Él.

Lo bueno es que las consideraciones de lo que está IN por parte de nuestro Señor están bien contempladas. En su estilo no hay excesos, ni vestidos costosos, ni corsés apretados, sino ropajes naturales y distendidos que fluyen con soltura cuando hay plena comunión con Él. Aquí está el molde: “¡Ya se te ha declarado lo que es bueno! Ya se te ha dicho lo que de ti espera el SEÑOR; Practicar la justicia, amar la misericordia, y humillarte ante tu Dios” (Mi. 6:8). No hay forma de no saber cómo presentarse delante del Señor.

Por lo tanto, empezamos con un traje casual, práctico y muy suelto, lo que permite que no dudemos en hacer lo que se debe hacer sin complicaciones de ningún tipo. El secreto de este traje radica en que por su gran movilidad podrá sortear los obstáculos de la religión endurecida, experimentando la gloria que se le da al Señor a través de la realización permanente de actos justos en cualquier clima y terreno.

Por otro lado, este traje tiene grandes (diría yo, inmensos) bolsillos. Y no son solo un aditamento visual, sino que son para llenarlos con la compasión y amor de Dios que iremos repartiendo por todas partes. Es hermoso ver cómo llegan las personas a la presencia de Dios con grandes bolsillos huecos y vacíos, pero el Señor los remienda y llena con sus gracias, para luego comisionar a sus hijos para que vuelvan a repartir toda esa misericordia y amor acumulado por el mundo. 

El último detalle de este revestimiento del corazón es que los codos y las rodillas gozan de material reforzado. Esto se debe a que una persona que ha aprendido a estar en la presencia de Dios siempre doblará sus rodillas y se postrará ante de su Señor. Los trajes de etiqueta de los ricos y famosos han sido confeccionados para que ellos puedan verse erguidos como verdaderos reyes, brillantes, sin una sola arruga y con un halo de superioridad. Los trajes de los hijos de Dios han sido confeccionados para que puedan facilitar el servicio al Gran Rey y a su pueblo. Los hijos de Dios no tienen por qué lucir como si fueran superiores o especiales. Si no lo hizo el mismísimo Señor Jesucristo cuando se vistió de humildad y servicio, ¿por qué tendríamos que hacerlo nosotros?

Por último, lo bueno es que este vestido de corazón para estar en la presencia de Dios es para toda ocasión. El Señor espera que lo usemos en todo momento, ya sea en el trabajo, en la casa, con los amigos, de día y de noche. El traje ha sido confeccionado para que, sin importar donde estemos, estemos listos para poder actuar con justicia y no tengamos un corsé que nos impida ser desprendido. Y lo más hermoso será saber que, sin importar el lugar físico en donde nos encontremos, siempre estaremos listos para inclinarnos delante de nuestro Señor que nos acompaña en todo lugar.

El apóstol Juan pudo visualizar el look universal de los siervos de Dios en el Apocalipsis: “Después de esto miré, y apareció una multitud tomada de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas; era tan grande que nadie podía contarla. Estaban de pie delante del trono y del Cordero, vestidos de túnicas blancas y con ramas de palma en la mano. Gritaban a gran voz: ‘¡La salvación viene de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!’” (Ap. 7:9-10, énfasis añadido). Como pueden notar, son gente de todas partes del orbe, pero sin ninguna diferencia particular porque todos están vestidos para adorar a Dios.

¿Quieres saber cuándo te darás cuenta de que estás vestido espiritualmente de manera correcta? Cuando con todo tu ser, con absoluta libertad y sin importar el lugar en donde estés, puedas darle la gloria a Dios y servirle a Él y a su pueblo con tus actos y tus palabras. Quizás las “modas” esclavizantes del mundo nos cohíben y nos hacen pensar que no podremos vestirnos de una manera distinta. Sin embargo, podemos tomar la actitud de Miqueas, quién dijo: “Pero yo he puesto mi esperanza en el SEÑOR; yo espero en el Dios de mi salvación. ¡Mi Dios me escuchará!” (Mi. 7:7). ¿Te sientes empaquetado en un traje que no te permite hacer lo bueno? ¿Necesitas un traje nuevo? En la Biblia hay varios modelos que el Señor mismo puede confeccionar a tu medida. Como dijo Miqueas, Él te escuchará.


* Todas las citas de esta reflexión están tomadas de la Biblia NVI.


Imagen: Unsplash.

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