¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×

“Porque tanto el que santifica como los que son santificados, son todos de un Padre; por lo cual Él no se avergüenza de llamarlos hermanos.”, ‭‭Hebreos‬ ‭2:11‬.

No tengo ninguna formación académica en el área de la psicología, pero sí soy un estudioso de las dinámicas espirituales del corazón. Y puedo afirmar que la vergüenza es un sentimiento familiar, que sin duda todos hemos experimentado desde pequeños.

A veces, nos hemos sentido así por experiencias inocentes y curiosas, o por pecados y malas decisiones que hemos tomado. O quizá se deba a experiencias traumáticas que han marcado nuestras vidas, e incluso a causa de decisiones y pecados de otros.

En ocasiones, la vergüenza está conectada con nuestras inseguridades de identidad, quizá por la forma como nos vemos a nosotros mismos, o por lo que creemos que otros piensan de nosotros. Este miedo a la opinión de los demás puede llegar a tal punto, que juzgamos el valor de otras personas, dependiendo de la forma como afecten o contribuyan a nuestro estatus social.

La sociedad contemporánea mide nuestro valor, no necesariamente por nuestros logros, capacidad o talento, sino también por nuestra asociación y relación con ciertas personas, eventos, u organizaciones. Y es así como nuestra identidad y valor como personas, se convierte en un tesoro frágil que puede ser afectado fácilmente.

Las buenas noticias para ti y para mi son que, no solo nuestro valor y dignidad como personas vienen de haber sido creados a la imagen de Dios, sino también gracias a la obra de Cristo a nuestro favor y en nuestro lugar, sabemos que somos amados incondicionalmente por el Padre, y eso nos da libertad para acercarnos con confianza a su presencia, pues Él no se avergüenza de nosotros, a pesar de conocernos tal y como somos.

Piensa en esto y encuentra tu descanso en Él.

Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando