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“Ustedes codician y no tienen, por eso cometen homicidio. Son envidiosos y no pueden obtener, por eso combaten y hacen guerra. No tienen, porque no piden” (Santiago 4:2).

Este mundo nos dice que si anhelas demasiado algo, vas a tener que estar dispuesto a pagar el precio para hacer realidad tu sueño. Debes trabajar más duro que los demás, sacrificar más que los demás, y luchar contra viento y marea. Sin embargo, en las cosas espirituales muchas veces ocurre lo contrario: Dios nos da las bendiciones que no pedíamos, grandes ministerios que nunca hubiéramos soñado, o “éxitos” que nos sorprenden tanto a nosotros como a los demás.

Interesantemente, muchas veces podemos ver esos sueños como si fueran el cielo. Es el lugar perfecto que hemos construido en nuestra mente e imaginación, donde seremos por siempre felices. Pero esos sueños pueden inclusive llegar a reemplazar a Dios. Rendimos nuestra adoración de tiempo, energía, y recursos a ellos, con la esperanza de que se hagan una realidad.

Sin embargo, cuando nuestro corazón no está atado a esos sueños, Dios nos da esas bendiciones y esos “privilegios” que otros han estado persiguiendo toda su vida, porque sabe que en cualquier momento los podemos soltar, por su gracia, y sin ningún problema.

Ésto nos llega a parecer injusto si hemos luchado por alcanzarlos. Llegamos inclusive a enojarnos con Dios, pues nos sentimos más “dignos” que otros de recibir lo que ellos no se “merecen”, pues nosotros sí hemos trabajado toda la vida y aún no los podemos alcanzar. Esas personas los tratan, a nuestro parecer, a la ligera, y no los cuidan como si fueran todo para ellos… ¡porque en realidad no son todo para ellos! ¡Dios lo es!

Las buenas noticias para ti y para mí son que, gracias a la obra de Cristo, tenemos un poder único en esta lucha del corazón. Cuando el Señor es suficiente para nosotros y encontramos nuestra satisfacción en Él, somos libres para recibir con gozo y dejar ir lo que de gracia hemos recibido. También somos libres para celebrar los éxitos de otros que quizá en otro tiempo soñamos con alcanzar, y mostrar gracia a otros en sus luchas del corazón, orando por la obra de su Espíritu en ellos.

Piensa en esto hasta que tu corazón responda gozosamente en adoración.


Imagen: Lightstock.
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