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“Y haciendo un látigo de cuerdas, echó a todos fuera del templo, con las ovejas y los bueyes; desparramó las monedas de los que cambiaban el dinero y volcó las mesas”, ‭Juan‬ ‭2:15‬.

En este pasaje vemos a Jesús llevar a cabo una purificación del templo, aquel lugar especial que representaba la presencia de Dios entre su pueblo.

En el templo se leían las Escrituras y se celebraba la fidelidad de Dios a lo largo de la historia. Fue en la sinagoga, al comienzo de su ministerio, que Jesús leyó del profeta Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar el evangelio a los pobres. Me ha enviado para proclamar libertad a los cautivos, y la recuperación de la vista a los ciegos; para poner en libertad a los oprimidos; para proclamar el año favorable del Señor” (‭‭Lc. 4:16-19‬).

Más adelante, leemos que en el templo “se acercaron a Él los ciegos y los cojos, y los sanó. Pero cuando los principales sacerdotes y los escribas vieron las maravillas que había hecho, y a los muchachos que gritaban en el templo y decían: ‘¡Hosanna al Hijo de David!’, se indignaron” ‭(‭Mt.‬ ‭21:14-15‬).

Los principales sacerdotes habían hecho del templo un lugar de comercio, donde chocaban frontalmente contra los valores del reino de Dios. Por eso, cuando Jesús vio cómo este lugar se había corrompido, dejando de ser casa de oración y testimonio a las naciones, para convertirse en una “cueva de ladrones”, reaccionó haciendo una purificación (Mt. 21:13).

El Señor sigue limpiando templos, “destruyendo especulaciones y todo razonamiento altivo que se levanta contra el conocimiento de Dios, y poniendo todo pensamiento en cautiverio a la obediencia de Cristo” (‭‭2 Co.‬ ‭10:4-5). Él es celoso con sus hijos, especialmente cuando buscan hacer intercambios comerciales y su corazón se va tras sus ídolos. La Palabra de Dios nos recuerda que nuestros cuerpos son templo del Espíritu Santo que habita en nosotros, el cual tenemos de Dios, y que por ende no nos pertenecen a nosotros mismos ‭‭(1 Co.‬ ‭6:19‬).

Pero Jesús también habló de otro templo, uno que sería destruido –refiriéndose a su propio cuerpo que sería entregado– a favor y en lugar de aquellos que, aunque estamos seguros en Él, todavía luchamos diariamente deshonrando nuestros cuerpos cuando buscamos mercadear con Dios y los ídolos. Todavía luchamos cuando solo buscamos a Dios como un medio para conseguir nuestros fines y no como el fin de todos nuestros medios; cuando damos nuestra adoración y devoción a cosas creadas, en lugar de al Creador de todas las cosas.

Las buenas noticias para ti y para mí son que el templo del cuerpo del Señor Jesús fue quebrantado para que tú y yo, en respuesta de amor, tengamos los recursos espirituales y la confianza para permitir que su Espíritu obre en nuestros corazones, para nuestra santificación y gozo.

Piensa en esto y encuentra tu descanso en Él.


Imagen: Lightstock.
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