¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×

Nehemías 4-7 y Marcos 9-10

Cuando Sanbalat se enteró de que estábamos reedificando la muralla, se enfureció y se enojó mucho. Y burlándose de los Judíos, habló en presencia de sus hermanos y de los ricos de Samaria, y dijo: “¿Qué hacen estos débiles Judíos? ¿La restaurarán para sí mismos? ¿Podrán ofrecer sacrificios? ¿Terminarán en un día? ¿Harán revivir las piedras de los escombros polvorientos, aun las quemadas?

(Nehemías 4:1-2)

Los días difíciles que se viven en el mundo tornan más trágica y despiadada la vida interior de las personas. La inestabilidad política, social, económica, laboral e internacional de las sociedades suele convertirse en una fuente de inestabilidad e inseguridad en los individuos, quienes no saben cómo enfrentar situaciones que los sobrepasan en todo sentido.

Una vida que no se prepara para enfrentar las inseguridades que son producto de los innumerables conflictos que debemos enfrentar, se deshace en un fuerte sismo como un edificio mal construido. El conflicto es, sin duda, un elemento ineludible de la experiencia humana que puede ser altamente destructivo, pero también puede ser el reactor que propicie el bien.

Sin embargo, no es el conflicto en sí el que puede producir algo bueno o malo, sino el carácter de aquellos que enfrentan tal conflicto. Esto equivale a decir que cuando el conflicto estalla, dependerá del carácter de los enfrentados para que ese problema se pueda convertir en un desafío y no en un desastre.

Nehemías se había puesto a trabajar en la recuperación del muro de Jerusalén. El trabajo material era inmenso, y a esto se sumaba la enorme presión negativa que la oposición a la obra generaba a través de los enemigos. Había un aire de pesimismo entre todo el pueblo que era infiltrado sutilmente por los enemigos de Israel: “Tobías el Amonita estaba cerca de él, y dijo: ‘Aun lo que están edificando, si un zorro saltara sobre ello, derribaría su muralla de piedra.’” (Neh. 4:3).

Nehemías no se amedrenta con las amenazas y los malos augurios. ¿Dónde radicaba la fuente de su fortaleza ante el temor? En que tenía un corazón preparado para enfrentar el temor y el miedo que le permitía no tener que luchar consigo mismo y con sus problemas al mismo tiempo. La situación era un conflicto externo y no una guerra civil interior. ¡Qué difícil se nos hace la resolución de un problema cuando además de tener que luchar con la situación tenemos que enfrentarnos también a nosotros mismos! Lo que debería ser una guerra en un solo frente, se convierte en una guerra civil y un conflicto externo al mismo tiempo.

El temor y la ansiedad figuran entre las emociones que destruyen la paz del ser humano y tienden a desmoronar su personalidad. El temor es uno de los elementos indispensables para salvaguardar la vida humana, pero cuando se convierte en pánico, terror, y ansiedad crónica, es algo abrumador y destructivo.

El temor es el primer sistema de alarma elemental de todo ser vivo, un aparato tan bien afinado que, ante el primer signo de peligro, el organismo se alerta para la fuga o para la lucha. No debemos eliminar el temor, sino aprender a utilizarlo.

Nehemías no era ajeno al miedo. Cuando escuchó de las amenazas de sus enemigos lo primero que hizo fue tomar medidas “anti-temor”. En sus memorias están escritas sus oraciones ante el Señor: “Oye, oh Dios nuestro, cómo somos despreciados. Devuelve su oprobio sobre sus cabezas y entrégalos por despojo en una tierra de cautividad” (Neh. 4:4). Él volvía a poner las cosas en su sitio mientras oraba y ponía al Señor a cargo de sus circunstancias y pensamientos. Nehemías no solo planeaba estrategias, sino que también fortalecía su comunión con Dios mientras derramaba su corazón ante la dificultad.

Es notable como el temor puede convertirse en un motivo poderosamente creador. Muchas de las cosas que disfrutamos ahora son el resultado del deseo de vencer al temor. Así como la palabra “amor” varía en su significado indirecto desde lujuria y lascivia, hasta devoción y sacrificio; así también, los significados del temor abarcan una amplia gama, desde la prudencia y la previsión, susto y pánico, pasando por el espanto y la reverencia, y hasta “El temor del Señor es el principio de la sabiduría” (Prov. 1:7).

Hemos llegado a llamar al ‘temor positivo’ con diferentes nombres y revestimientos: previsión, vigilancia, prudencia, precaución, cautela, cuidado, sigilo, recato. Nehemías convirtió su miedo en previsión ante las amenazas: “Entonces oramos a nuestro Dios, y para defendernos montamos guardia contra ellos de día y de noche” (Neh. 4:9). Toda una organización preventiva se puso a trabajar para evitar que la obra que estaban realizando colapsara. El miedo no los paralizó, sino que fue un aliciente creativo para cuidarse y terminar la obra. “Y nuestros enemigos decían: ‘No sabrán ni verán hasta que entremos en medio de ellos y los matemos y hagamos cesar la obra.’ Así que cuando los Judíos que habitaban cerca de ellos vinieron y nos dijeron diez veces: ‘Subirán contra nosotros de todo lugar adonde ustedes se vuelvan,’ entonces aposté hombres en las partes más bajas del lugar, detrás de la muralla y en los sitios descubiertos; aposté al pueblo por familias con sus espadas, sus lanzas y sus arcos.” (Neh. 4:11-13). No importa cuán grande y poderosa sea la amenaza, siempre  podremos encontrar un plan de victoria cuando nos ponemos, con esfuerzo y valentía, bajo la asesoría de nuestro Señor.

Sacar a la luz el objeto de nuestro temor es una obligación personal ineludible y necesaria. Los temores secretos se esconden en los sótanos de la personalidad y van royendo las mismas bases de nuestro ser, como enfermedades escondidas que enturbian nuestro espíritu.

Nehemías sabía que no podía mantenerse en silencio ante sus miedos y los de su gente. Ocuparse del temor en forma constructiva consiste en acabar con su carácter secreto y encararlo abiertamente para que podamos mirarlo nosotros mismos y hablarlo con los demás. Nehemías dice: “Cuando vi su temor, me levanté y dije a los nobles, a los oficiales y al resto del pueblo: ‘No les tengan miedo. Acuérdense del Señor, que es grande y temible, y luchen por sus hermanos, sus hijos, sus hijas, sus mujeres y sus casas.’” (Neh. 4:14).

Los temores se convierten en ansiedad y angustia subjetiva, que genera innumerables preocupaciones y actos involuntarios que hacen de la vida un verdadero conflicto muy difícil de sobrellevar. Por eso, lo primero es saber que “Una pena entre dos… es menos atroz”. Al aire del día, los temores pueden ser objetivados, entendidos, compartidos, soportados y enfrentados con creatividad y dirección. “Sucedió que nuestros enemigos se enteraron que conocíamos sus propósitos y que Dios había desbaratado sus planes; entonces todos nosotros volvimos a la muralla, cada uno a su trabajo. Desde aquel día la mitad de mis hombres trabajaban en la obra mientras que la otra mitad portaba las lanzas, los escudos, los arcos y las corazas; y los capitanes estaban detrás de toda la casa de Judá.” (Neh. 4:15-16).

Cuando aprendieron a enfrentar el miedo (recordemos que los judíos permanecieron más de una década paralizados por estos mismos enemigos), la fortaleza nunca dejó de fluir y se renovó con cada nuevo día. “Hacíamos el trabajo con la mitad empuñando lanzas desde el despuntar del alba hasta que salían las estrellas. En aquel tiempo dije también al pueblo: ‘Cada hombre con su ayudante pase la noche dentro de Jerusalén, para que nos sirvan de centinela por la noche y de obrero por el día.’” (Neh. 4:21-22).

Si el miedo de Nehemías y el pueblo hubiera ido en la dirección incorrecta, entonces el corazón endeble se hubiera tornado en debilidad y no en fortaleza. En virtud de ello, la gente puede enfermar o enloquecer de preocupación. ¿Qué se desencadena? Temblores, náuseas, desmayos, palpitaciones, convulsiones. El miedo alarma y el cuerpo responde, pero sin propósito.

El propósito de vida que produce el temor positivo es uno de los motivos más nobles en el corazón del ser humano. Hacerle frente a una situación peligrosa, rehusar la huida y el subterfugio, encarar objetivamente la situación, aceptar el desafío, mantener la dignidad… Todos son motivos inspiradores que celebran la vida. Todo lo contrario es un canto a la muerte. Y se vuelve más noble aún cuando somos capaces de lidiar con nuestro temor en amor por los demás.

Nehemías venció todos sus miedos abrazando una causa, por amor al Señor, a su pueblo y a Jerusalén. Su miedo lo pudo haber hecho volver a su antigua y segura ocupación de Copero, a cubrirse bajo la seguridad que el aprecio del rey le brindaba. Sin embargo, se quedó y no dudó en continuar luchando.

El paso final para vencer el temor es la fe. Mucho del temor se produce por la sensación de vértigo que produce el vacío existencial. Solo el Señor, solo Él, puede proveer la verdadera seguridad ante el temor de cualquier tipo. Nunca debemos olvidar este pequeño pero potente verso bíblico: “Mirándolos Jesús, dijo: ‘Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque todas las cosas son posibles para Dios.’” (Mc. 10:27)… ¿Alguien vio para donde huyeron mis temores?

Foto: Lightstock
Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando