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La Biblia nos enseña que vivimos en un mundo caído, donde todos experimentaremos sufrimiento. En las últimas semanas hemos estado viendo este tema en nuestra congregación, al estudiar una oración que Pablo hizo por la iglesia de los Tesalonicenses. Allí, Pablo afirma en esta oración que las persecuciones y aflicciones son una señal positiva de que somos participantes en el Reino.

“Por lo cual nosotros mismos hablamos con orgullo de ustedes entre las iglesias de Dios, por su perseverancia y fe en medio de todas las persecuciones y aflicciones que soportan. Esta es una señal evidente del justo juicio de Dios, para que sean considerados dignos del reino de Dios, por el cual en verdad están sufriendo”, 2 Tesalonicenses 1:4-5.

Además, hemos estado meditando sobre la gran cantidad de versos bíblicos del Nuevo Testamento que hablan de la realidad de que vamos a sufrir. Es increíble pensar que muchos predicadores enseñan un mensaje que promete no tener pruebas, cuando el Nuevo Testamento está lleno de pasajes que afirman la presencia de las mismas (cp. Mat 19:28-30; Jn. 21:18-19; Hch. 9:15-16; Heb. 10:32-33, 39; Rom. 5:3-5; Stg. 1:2-4; Fil. 1:27-29; Hch. 5:41; 2 Cor. 1:3-7; 2 Cor. 4:16-18; Heb. 12:3-4; 1 Pe. 4:12-16; Rom. 8:18).

La realidad teológica es que vivimos en el tiempo del “ya, todavía no”. Vivimos en un momento escatológico donde el reino ya ha sido iniciado, pero no completamente consumado. Cristo ya venció en la cruz, pero su victoria será completada cuando venga en el día del juicio final y establezca la Nueva Jerusalén, en donde no habrá ningún tipo de sufrimiento.

Nos sorprende el sufrimiento

Uno de los retos que vivimos en el mundo actual es que la gracia común por medio de la tecnología ha disminuido el sufrimiento a nuestro alrededor. Ya no experimentamos tantas muertes de niños, los avances de la medicina han extendido la expectativa de vida, los adelantos de agrimensuras han dado mayor acceso a alimentos, y (en países como Estados Unidos) vivimos en un nivel de lujo como nunca antes en la historia.

No estamos acostumbrados a la dificultad; vivimos en la era de los microondas, donde todo es rápido y fácil de conseguir. Por eso se nos hace difícil poder decir “¡Amén!” cuando alguien lee 1 Pedro 4:12-13: “Amados, no se sorprendan del fuego de prueba que en medio de ustedes ha venido para probarlos, como si alguna cosa extraña les estuviera aconteciendo. Antes bien, en la medida en que comparten los padecimientos de Cristo, regocíjense, para que también en la revelación de Su gloria se regocijen con gran alegría”.

En realidad, nos sorprende que suframos porque –dentro nuestro, aunque no lo admitamos– creemos que deberíamos vivir libres de dificultad. Eso es evidente por la sorpresa que mostramos al sufrir, y por la profunda y perenne tentación de preguntar “¿Por qué a mí? ¿Qué hice para merecer esto?”. El no tener conocimiento bíblico de que el sufrimiento es algo que debemos experimentar hace que este nos sorprenda y nos afecte más de lo que debería. No estamos preparados, y el sufrimiento nos toma desprevenidos.

¿Sufrimiento o inconveniente?

La Biblia pone en la categoría de sufrimientos el ser perseguidos por la causa de Cristo (1 Tes. 2:4), cuando somos acusados injustamente (1 Ped. 2 :18-25), una condición de salud crónica (Stg. 5:14), problemas de relaciones (1 Ped. 3:1), entre otros.

El problema es que muchas personas igualan el sufrimiento con dificultades o inconveniencias. Si damos un vistazo a Facebook, la gente iguala el que se le haya caído y roto un iPhone con la falta de necesidades básicas. Si no tenemos un auto nos deberían canonizar, y si nuestros hijos no tienen patio nunca serán felices. No estoy diciendo que es pecado tener esas cosas. El problema es que cuando no las tenemos, las igualamos al sufrimiento y nos deprimimos al respecto. En ese caso, dudo que el consuelo del que habla 2 de Corintios nos ayude. Estamos siendo materialistas y apreciamos más las cosas que al creador. El consuelo de 2 de Corintios 1 es ser consolados por la presencia de Dios. Cuando lo que más deseo es un iPhone, la búsqueda de la presencia de Dios no será mi satisfacción.

Tenemos que aprender a discernir qué cosas son sufrimiento y qué son inconvenientes. Familias con niños en condiciones especiales, personas con diagnósticos crónicos, hermanos siendo perseguidos, relaciones rotas, un periodo largo de desempleo… esos son sufrimientos. Hoy en día, la falta de ciertas comodidades es considerada un inconveniente. Cuando tratamos esos inconvenientes como sufrimientos estamos siendo personas centradas en nosotros mismos, necesitamos arrepentirnos de este pecado y cultivar contentamiento.

“Pero la piedad, en efecto, es un medio de gran ganancia cuando va acompañada de contentamiento. Porque nada hemos traído al mundo, así que nada podemos sacar de él. Y si tenemos qué comer y con qué cubrirnos, con eso estaremos contentos”, 1 Timoteo 6:6-8.

¿Cómo puedo ser animado cuando estoy sufriendo? ¿Cómo puedo evitar igualar un inconveniente con un sufrimiento? Hay que recordar que hay uno que sufrió por nosotros. Y sufrió más de lo que nosotros vamos a sufrir.

“Consideren, pues, a Aquél que soportó tal hostilidad de los pecadores contra Él mismo, para que no se cansen ni se desanimen en su corazón. Porque todavía, en su lucha contra el pecado, ustedes no han resistido hasta el punto de derramar sangre”, Hebreos 12:3-4.​

Jesús derramó sangre siendo inocente para que tú y yo podamos ser consolados con su cercanía en medio de nuestros sufrimientos.  Cuando vemos su sufrimiento por nosotros, podemos discernir si realmente estamos sufriendo o estamos pasando un inconveniente.

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