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Isaías 6-10 y 1 Corintios 4-5

“Y cuando les digan: ‘Consulten a los adivinos y a los espiritistas que susurran y murmuran’, digan: ‘¿No debe un pueblo consultar a su Dios?’ ¿Acaso consultará a los muertos por los vivos?”
(Isaías 8:19).

Hace unos años atrás caminaba por un barrio indio en Vancouver, Canadá, buscando verduras frescas a buen precio. Mientras andaba por allí, se me acercó un anciano con una barba larga y un gran turbante en la cabeza, que me dijo con una voz grave: “¿Le gustaría saber su futuro?”. Inmediatamente después sacó una tarjeta con su nombre y dirección, y un pequeño logo que decía algo como “sepa su futuro hoy”. Como era de esperarse, rechacé su oferta y seguí caminando. Él se quedó por el lugar esperando a alguien más a quien presentarle sus servicios.

Imagino que algunos piensan que la invitación de ese hombre es solo un tema folclórico nacido de una nación animista que todavía vive en el pasado. Sin embargo, hace tiempo leí una encuesta hecha en Europa que señalaba el renacimiento de prácticas ocultistas en el Viejo Mundo en los últimos años. No creo que este supuesto incremento o presencia quede reducida a ciertas partes del mundo, sino que es una manifestación perenne de la humanidad en todo nuestro pequeño planeta azul. Recuerdo claramente cómo una empresa dedicada a la lectura del Tarot por vía telefónica en un país sudamericano se congratuló por haber recibido, a pocos meses de haber iniciado sus servicios, más de un millón de llamadas. He visto esta realidad de manera cercana cuando me he encontrado con personas a la que les suena anacrónico y hasta ofensivo la prohibición bíblica a consultar el futuro.

Ahora, yo me pregunto: ¿Por qué existirá tal prohibición? La respuesta puede sonar simple, pero es fundamental: no podemos conocer el mañana porque es propiedad única de Dios y solo Él dispone del conocimiento de nuestro futuro. Aunque nos sorprenda, la invitación bíblica es a vivir cada día porque cada día traerá su propio afán y solo disponemos del presente que el Señor nos concede vivir.

Ahora, surge otra pregunta: ¿Podemos intervenir en nuestro futuro desde el presente? Aquí la respuesta no es esotérica, no tiene que ver ni con las cartas ni con los astros. Sí podemos intervenir en el futuro, y para lograrlo no necesitamos ninguna orientación astral o algún conjuro mágico que nos garantice el éxito del mañana. El Señor nos invita a sembrar en nuestro presente con acciones que se basen en principios sustentados en la obediencia a su Palabra. Sin tener una bola mágica ni un talismán, podemos garantizar que darán buenos frutos en el futuro. Dios nos insta a que nos preocupemos por seguirle hoy a Él, quien es el dueño del mañana.

Nunca habrá nada ni nadie que pueda obstaculizar lo que Dios designa.

La verdad es que nunca habrá nada ni nadie que pueda obstaculizar lo que Dios, en su voluntad, designa: “Pues así el Señor me habló con gran poder y me instruyó para que no anduviera en el camino de este pueblo, y dijo: no digan ustedes: ‘es conspiración’, a todo lo que este pueblo llama conspiración, ni teman lo que ellos temen, ni se aterroricen. Al Señor de los ejércitos es a quien ustedes deben tener por santo. Sea Él su temor, y sea Él su terror” (Is. 8:11-13).

Isaías no está diciendo simplemente que él no se amoldaba a las modas o las presiones de su tiempo. A quién si temía era al Señor porque había entendido que Dios puede hacer mañana lo que nosotros sabemos hoy que es imposible conseguir. Pero también es cierto que el Señor nos ha concedido la ley de la siembra y la cosecha, un principio inamovible que nos convierte en autores de nuestro futuro sobre la base de nuestros actos presentes. De allí que la invitación bíblica sea a obedecer hoy los principios de Dios (la ley), y también a darnos cuenta de la guianza del Señor en medio de nuestras acciones (el testimonio). Así lo dice Isaías: “Ata el testimonio, sella la ley entre mis discípulos… ¡A la ley y al testimonio! Si ellos no hablan conforme a esta palabra, es porque no hay para ellos amanecer” (Is. 8:16, 20).

Algunos dicen que consultan el futuro a los que ya han fallecido, pero esto no tiene sentido porque los muertos ya vivieron su tiempo en la tierra y nunca tuvieron control sobre su futuro y menos del nuestro. Sin embargo, la Biblia menciona que Satanás y sus huestes pueden intentar ocupar el lugar de supuestos informantes y modificadores del futuro para los ingenuos e incautos que intentan atisbar en el mañana. Lo que la Biblia nos advierte es que tratar de indagar o cambiar nuestro futuro a través de lo oculto es abrir la puerta y autorizar a fuerzas espirituales de maldad para que ocupen en nuestras vidas el lugar que solo Dios tiene, dándoles autorización para intervenir en nuestro hoy. Es importante recalcar que solo Dios conoce el mañana, y nadie más entre los humanos y los espirituales.

Buscar respuestas para tomar decisiones para nuestras vidas en las estrellas, las cartas, o cualquier otra práctica ocultista es finalmente irracional. Nos entrega a un estilo de vida sumamente subjetivo que sujeta la vida a las “fuerzas del destino”, por llamarlo de alguna manera. En cambio, Dios desea hablarnos en forma racional y moral en nuestro día a día con el fin de que podamos vivir una vida razonable y no “mágica”; una vida que se va labrando con sacrificio y obediencia, y no aquella que recurre al golpe de suerte, o busca que los muertos hagan o digan aquello que solo alguien con vida puede hacer.

El apóstol Pablo, como Isaías, luchó para que el pueblo de Dios se apartará de las prácticas erradas que todo el mundo tenía como válidas y naturales, pero que generaban un daño profundo al alma humana. Estas pequeñas “cositas” o “juegos inofensivos”, como los llamamos a veces, eran ejemplificados como la levadura que se usaba en la fabricación del pan. El apóstol Pablo decía: “¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa?” (1 Co. 5:6b). Lo peculiar del ejemplo bíblico es que la levadura es masa agria que al contacto con masa sana la corrompe por completo. De allí que la ausencia de levadura sea un símbolo de pureza en la Biblia.

No nos engañemos: pequeñas áreas corruptas en nuestras vidas (no solo elementos extraños, sino elementos propios pero corruptos) pueden dañar todo lo que somos y hacemos. El pan sin levadura es compacto, íntegro, consistente. Así también lo es la vida que no se deja contaminar. Por eso es bueno que te preguntes: ¿cuáles situaciones producen inconsistencias en tu vida? ¿Qué impide que seas compacto, íntegro, consistente en todo lo que eres? El apóstol Pablo no nos enseña palabras mágicas, ni ritos que ocuparán el lugar de las acciones, ni invocaciones para mejorar el futuro. Su consejo es simple: “Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa…” (1 Co. 5:7a).

¿Le tienes miedo al mañana? No te preocupes. Jesucristo ya estuvo allí, hoy está contigo, y ha prometido estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo.

Por último, una vez alguien me dijo que los astros tienen influencia sobre las personas así como la tienen sobre las mareas. “Bueno —pensé—, la fuerza de la luna cambia el movimiento del mar, pero nunca cambiará las mareas de mi conciencia ni calmará las tormentas provocadas por mis malas acciones”. Un marinero verdadero sabe que la luna tendrá una poderosa influencia sobre el mar pero nunca sobre él. Influenciar en lo profundo de nuestra vida es algo que solo nuestro buen Dios puede hacer porque solo Él puede llegar hasta lo más profundo de nuestra conciencia, conocernos desde el vientre de nuestra madre, y saber el día exacto de nuestra partida. El Señor conoce mi pasado, me guía en mi presente, y va delante en mi futuro.

Lo cierto es que el Señor no dejó ni aun el mañana al azar. El evangelio, las buenas noticias, nos hablan de que Él sabía que el futuro del ser humano era la condenación producto de su separación de Dios. Por lo tanto, previendo el futuro, envió a su Hijo como sustituto perfecto para ocupar el lugar de los pecadores. Todos los que se acercan a Él en arrepentimiento y fe ya no tendrán temor del futuro porque estarán en las manos y bajo el cuidado del Alfa y el Omega, el principio y fin de todas las cosas.

¿Le tienes miedo al mañana? No te preocupes. Jesucristo ya estuvo allí, hoy está contigo, y ha prometido estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. No creo que sea necesario nada más para seguir viviendo hoy. Como dice la vieja canción: “Porque Él vive espero el mañana, porque Él vive ya no hay temor. Porque el futuro ya está seguro, vale la pena el vivir por mi Jesús”.


Imagen: Lightstock.
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