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Esdras 8-10 y Marcos 5-6

Ayunamos, pues, y pedimos a nuestro Dios sobre esto, y él nos fue propicio… Y partimos del río Ahava el doce del mes primero, para ir a Jerusalén; y la mano de nuestro Dios estuvo sobre nosotros, y nos libró de mano del enemigo y del acechador en el camino.

(Esdras 8:23, 31)

¿Qué pasa cuando nos damos cuenta de que nuestras circunstancias nos sobrepasan? ¿Nos rendimos? ¿Nos ponemos tercos hasta que las cosas funcionen? ¿Nos lamentamos de nosotros mismos? ¿Pedimos ayuda? ¿Le damos la espalda al problema y lo olvidamos? La manera en que decidamos enfrentar nuestras propias tragedias podría marcar de forma indeleble nuestro futuro y el rumbo que éste tome.

El sacerdote Esdras nos enseña que la mejor manera de enfrentar cualquier tipo de adversidad futura es a través de un corazón sencillo porque una persona complicada siempre terminará enredada en sus propias confusiones y enredos.

Esdras había sido elegido por el rey Artajerjes como su emisario para restablecer el culto al Dios de Israel. La tarea que tenía por delante no era nada sencilla. El solo viaje ya era una odisea llena de peligros en un trayecto difícil de varios meses. Por otro lado, al llegar a destino, él no sabía con qué se encontraría porque el culto tenía años paralizado y el pueblo tenía que ser sacado de su ignorancia y llevado de vuelta al Señor. Un viaje peligroso, un lugar inhóspito y un pueblo complicado era lo que le esperaba a Esdras. Pero eso no lo amilanó porque era un hombre sencillo, con un carácter acostumbrado a desenredar las cosas para el bien de su pueblo y la Gloria de Dios.

Esdras nos enseña que lo primero que un hombre sencillo hace es ponerse en las manos de Dios: “Entonces proclamé allí, junto al río Ahava, un ayuno para que nos humilláramos delante de nuestro Dios a fin de implorar de El un viaje feliz para nosotros, para nuestros pequeños y para todas nuestras posesiones” (Es. 8:21). ¿Qué es lo que pidió Esdras? Algo sumamente claro y sencillo… un viaje feliz y seguro para todos los que lo acompañaban. ¡La sencillez de Esdras lo lleva directo al grano!

Ese ayuno no era para Esdras un sacrificio; era más bien, un tiempo de búsqueda del Señor y de reflexión en cuanto a la situación que enfrentaría. Era, por así decirlo, una reunión de directorio con el Creador, en la que sin grandes complicaciones, Esdras expondría su corazón delante del único que podría darle soluciones y seguridades a sus dilemas.

Lamentablemente, nosotros somos complicados y nos gusta enredarnos, buscar nuestras propias soluciones, perdernos en el trayecto y hacernos daño antes de siquiera buscar al Señor (a quien, por supuesto, debimos buscar primero). ¿No es acaso cierto que, en la mayoría de los casos, cuando en la iglesia nos convocan a un ayuno es porque las cosas ya están color de hormiga?

Nuestro mundo de apremios y correrías nos pone todas las prioridades al revés. Nos ponemos en acción sin pedir permiso, sin instrucciones, y cuando ya nos complicamos lo suficiente, y casi tenemos la soga al cuello… pues, allí, es cuando, ¡Eureka!, se nos ocurre que debimos buscar a Dios. ¡Ser sencillo es no salir de casa sin buscar la bendición de Dios!

En segundo lugar, Esdras nos enseña que la sencillez es querer vivir una vida transparente, cuyo mayor deseo es arriesgarse a vivirla públicamente conforme a sus creencias. Pensemos un poco en lo la reflexión íntima de Esdras: “Porque tuve vergüenza de pedir al rey tropas y hombres de a caballo para protegernos del enemigo en el camino, pues habíamos dicho al rey: “La mano de nuestro Dios es propicia para con todos los que Lo buscan, pero Su poder y Su ira contra todos los que lo abandonan” (Es. 8:22).

Una persona se complica cuando no se atreve a vivir conforme a sus creencias, cuando se enreda diciendo que cree una cosa, pero termina viviendo de otra manera. Esdras, por el contrario, reconocía con sencillez que le había dado testimonio al rey de un Dios grande que sostenía su vida y al universo entero. Por eso es que sus palabras requerían acciones que las respalden. Para él sería una vergüenza no ser congruente entre sus palabras y hechos… ¡Así de sencillo!

Es por eso que se esforzó en creer y no se complicó creando falsas excusas. Esdras hizo valer sus creencias delante de sí mismo y de los demás. Por eso es que de forma sencilla puso su confianza en la protección de Dios durante su peligroso viaje y no se complicó tratando de explicarle al rey por qué un hombre que decía confiar en el Señor requería de un ejército que lo resguarde.

“Pero es que…”, son las palabras iniciales con las que empezamos a complicarnos al no tener la vergüenza de vivir de manera sencilla nuestra fe en el mundo a cualquier precio. Con esas palabras tendemos a justificar nuestras infidelidades, debilidades, y lo que es peor, tirar al tacho todos aquellos principios con los que públicamente decimos sustentar nuestras vidas.

La última demostración de sencillez de Esdras la encontramos en su capacidad de poder mostrar los temores que las circunstancias le producen, pero sin huir de ellas. Como era de esperarse, desde su llegada a Jerusalén fue inundado con un sinfín de problemas sin resolver y los conflictos eran inmensos, añejos y sumamente complicados.

Esdras, quien era tan humano como nosotros, casi sucumbe emocionalmente ante la crisis: “Cuando oí de este asunto, rasgué mi vestido y mi manto, y arranqué pelo de mi cabeza y de mi barba, y me senté atónito” (Es. 9:3). Puede sonarnos un tanto extraña y hasta teatral esa reacción, pero esa era la manera oriental de demostrar angustia y quebranto, como cuando en nuestro tiempo alguien se larga a llorar y gemir desconsoladamente.

Las cosas estaban mucho peor de lo que imaginaba y era justo que él pudiera reconocer su debilidad. Él no se iba a complicar tratando de que la gente no perciba sus verdaderos sentimientos. Ser sencillo es también reconocer lo que nos sobrepasa, nos hiere o nos afecta. Ser sencillo es también quedarnos “atónitos” como cuando la situación no nos permite movernos y necesitamos pensar por un momento en lo que haremos. Nos complicamos cuando en medio de nuestras emociones exaltadas buscamos resolver sin reflexionar… ¡Eso sí produce enredos monumentales!

Pero, ¿saben?, a pesar de que por un momento se sintió sobrepasado, igual Esdras no se dejó enredar por las circunstancias hasta el punto de tomar decisiones basadas en su jaqueca o amargura. Él, más bien, usó otra vez el mejor desenredante emocional y espiritual: La oración.

Así se expresó con sencillez y claridad, “…Dios mío, estoy avergonzado y confuso para poder levantar mi rostro a Ti, mi Dios, porque nuestras iniquidades se han multiplicado por encima de nuestras cabezas, y nuestra culpa ha crecido hasta los cielos… porque nadie puede estar delante de Ti a causa de esto” (Es. 9:6,15b). Su plegaria es sencilla pero contundente, demuestra fragilidad y culpabilidad sin ocultar ni maquillar la dificultad. Y lo más importante, Esdras reconoce que sin una solución radical sería imposible seguir avanzando. El toro debía ser tomado por las astas, y Esdras estaba comprometido en solucionar todos los conflictos desde la raíz y delante de Dios… ¡Eso es no complicarse!

El Libro de Esdras acaba abruptamente. Lo último que sabemos es que el sacerdote se pone en acción, decidido a manejarse con sencillez y convicción en la tarea que el Señor le había encomendado.  ¿Dónde radicaba, entonces, el secreto de su sabia sencillez? Aquí está la respuesta: “Esdras había dedicado su corazón a estudiar la ley del Señor, y a practicarla, y a enseñar Sus estatutos y ordenanzas en Israel” (Es. 7:10). Principios, valores, investigación, profundo compromiso y disposición para compartir lo aprendido, eran las claves que hicieron que Esdras tenga una vida sencilla y sin complicaciones.

Ojo, no se trata de que nuestras circunstancias vayan a estar libres de complicaciones y enredos, sino que nosotros hemos alcanzado la sabia sencillez de una vida que se ha dedicado a pulir su conciencia y su alma con la Palabra de Dios, hasta el punto de librarse de esas complicaciones de carácter y enredos pecaminosos que impedían que vivamos nuestra fe con alegría y sencillez de corazón… ¡Bendita Sencillez!

Foto: Lightstock
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