No experimenté el verdadero discipulado sino hasta mi primer año en la Universidad de Arkansas. Allí, en los rincones de la sala de estudiantes, conecté con un grupo de hermanas mayores que se preocupaban genuinamente por mi crecimiento espiritual. Durante los años siguientes, una de ellas me tomó bajo Su cuidado, me enseñó a leer las Escrituras y me mostró cómo es caminar en la plenitud de Cristo.
Ahora que han pasado varias temporadas (bueno, décadas) desde la universidad, me ha resultado cada vez más difícil encontrar creyentes que quieran enseñar y formar a otros en la piedad a través del discipulado. ¿Por qué no hay más cristianos comprometidos a hacer discípulos como Jesús mandó (Mt 28:18-20)? Me pregunto si tal reticencia proviene de conceptos erróneos sobre lo que implica el discipulado. Quizás, al entender lo que el discipulado no es, podamos derribar barreras innecesarias y abrazar más fácilmente el llamado de Jesús.
El discipulado no es…
1. Reunirse para tomar café
Puede que tengas en mente una imagen muy específica del discipulado por lo que ves al recorrer las redes sociales. Ya conoces la escena: un creyente mayor mirando atentamente a un creyente más joven, ambos sosteniendo una taza de café caliente sobre una Biblia abierta. Las conversaciones centradas en el evangelio alrededor de una taza de café pueden ser de gran ayuda, pero no siempre tiene que ser así.
El discipulado se trata de la relación, no del ambiente ni de la experiencia del encuentro
Cuando imaginamos el discipulado en un contexto específico, como salir a tomar un café, podemos pasar por alto que el discipulado se trata de la relación, no del ambiente ni de la experiencia del encuentro. Las conversaciones después del servicio, las llamadas telefónicas, los mensajes de texto y los paseos por el parque también pueden ser parte del discipulado. El verdadero discipulado consiste en usar la Palabra y la oración para ayudar a quienes estás discipulando a seguir a Cristo. Cuando estas actividades están presentes, eso es discipulado, sin necesidad de café.
2. Algo conveniente
Quizás has postergado discipular a otros por las ocupaciones con tus hijos, padres mayores o una agenda laboral llena. Esta es la verdad: nunca hay un momento conveniente para hacer el bien espiritual a otros. Esperar una etapa más fácil podría privar a los creyentes más jóvenes de la oportunidad de presenciar en tiempo real tu respuesta ante las dificultades.
¿Por qué no invitas a la persona que estás discipulando a acompañarte mientras haces trabajos de jardinería, doblas la ropa o haces diligencias con tus hijos? Ese momento que te mantiene humilde y en el que necesites corregir a tu hijo podría ser exactamente lo que la madre joven que estás discipulando necesita ver para aprender a responder con gracia ante la desobediencia de su hijo.
Al recibir a quienes discipulamos en nuestra vida cotidiana, descubrimos que tenemos más tiempo para el discipulado del que pensábamos. Puede parecer poco productivo y desordenado, pero el ser incomodados por el crecimiento de otros produce madurez en nosotros, haciendo del discipulado una parte convenientemente inconveniente de nuestro crecimiento espiritual.
3. Un camino de una sola vía
El discipulado es como la crianza: costoso y agotador, pero gratificante. Invertirás mucho tiempo enseñando y formando a la persona que estás discipulando, pero también aprenderás mucho de ella a lo largo del proceso. Las mujeres más jóvenes a quienes he discipulado me han enseñado a hacer preguntas reflexivas y a buscar con humildad la guía de mujeres mayores. Ellas han impulsado mi fe. Por la gracia de Dios, el discipulado no es solo para el crecimiento del discípulo, sino también para el que discipula.
4. Algo reservado para graduados de seminario, gigantes espirituales o personas perfectas
Quizás sientas que discipular a otras es para cristianas de un nivel superior, pero no está reservado para teólogas ni gigantes espirituales: es un mandato dado a cristianas comunes como tú y yo. Tito 2 nos recuerda que, al invertir en creyentes más jóvenes, debemos enseñar lo que esté de acuerdo con la sana doctrina (v. 1). Gracias a Dios, tenemos un libro lleno de enseñanza sana disponible en Su Palabra.
No necesitamos tener todas las respuestas a las preguntas que las creyentes más jóvenes podrían hacer. Nuestro papel como discipuladoras es guiarlas hacia Aquel que sí tiene las respuestas, mientras buscamos juntas en Su Palabra. Pedimos la ayuda del Espíritu y las dirigimos hacia el ejemplo perfecto de nuestro Salvador.
5. Una situación de «una cosa o la otra»
En todo momento, eres tanto una mujer mayor como una mujer más joven dentro de la iglesia. ¿Eres una mujer mayor para alguien? Entonces debes estar discipulando a otras. ¿Eres una mujer más joven para alguien? Entonces necesitas ser discipulada. El discipulado no está pensado como una situación de «una cosa o la otra», en la que o estamos formando discípulas o estamos siendo formadas. Necesitamos involucrarnos en ambas.
A veces, esto no se correlacionará estrictamente con la cantidad de años que has vivido. Por ejemplo, una mujer mayor en mi iglesia local pidió a una mujer más joven que la discipulara, sabiendo que la madurez espiritual de la joven superaba su edad. Ya sea que seas mayor, joven, nueva en la fe o una creyente experimentada, todas estamos llamadas a participar en el discipulado intergeneracional en nuestras iglesias para reflejar el evangelio a través de nuestra vida en comunidad.
6. Opcional
El discipulado no es algo que unas cuantas cristianas seleccionadas eligen hacer; es un mandato que todos los creyentes deben obedecer. En Tito 2, Pablo se dirige a todos en la iglesia —hombres mayores, hombres jóvenes, mujeres mayores y mujeres jóvenes— exhortándolos a proclamar la sana doctrina para que el evangelio sea adornado en sus vidas (v. 10). Justo antes de ascender al cielo, Jesús dijo a Sus discípulos que fueran y formaran discípulos de todas las naciones, bautizándolos y enseñándoles a obedecer todo lo que Él había mandado (Mt 28:19-20). Jesús no dijo: «Cuando te sea conveniente» o «Cuando te sientas lista». Dijo: «Vayan».
Aunque esta es una responsabilidad de gran peso, recordar lo que el discipulado no es nos anima: acompañar a otras personas para que conozcan y amen a Dios es una parte necesaria y natural de la vida cristiana.