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Nota del editor: 

Esta entrevista apareció primero en nuestra Revista Coalición: Señor, considera mi lamento(Agosto 2021).

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La música de Santiago Benavides no permite una clasificación simple. Su estilo musical es rico, abarcando influencias que van desde el folklore hasta el rock pop latinoaméricano. Al mismo tiempo, sus canciones —con letras que evidencian una cosmovisión cristiana— han sido un regalo tanto para creyentes como para no creyentes a lo largo y ancho del mundo hispano.

Desde sus comienzos cuando cantaba en buses de Bogotá, hasta el día de hoy cuando ya ha grabado cinco discos y realizado giras en varios países, Benavides demuestra saber cómo impregnar sus canciones con aroma a vida cristiana. Ya sea que esté cantando sobre Dios, el amor, la vida, o la tristeza, sus canciones tienen algo que la mayoría de la música en nuestra cultura sencillamente no tiene.

Yo mismo he disfrutado bastante las canciones de este cantautor colombiano, así que fue todo un gozo poder conocerlo más y conversar con él en una mañana a mediados de junio, estando ambos a casi medio mundo de distancia: Él desde Ontario, Canadá, donde vive con su esposa Diana y sus hijos adolescentes; yo desde Córdoba, Argentina.

Luego de hablar sobre lo que Dios ha estado haciendo en nuestras vidas recientemente y reflexionar sobre nuestras experiencias en Venezuela, pues ambos crecimos allí, pudimos platicar por casi una hora sobre el rol del artista cristiano y el valor del lamento. Lo siguiente son extractos editados de nuestra conversación.


JB: ¿Cómo conociste el evangelio y reconociste tu llamado como artista cristiano a hacer música para la gloria de Dios y el disfrute de Su pueblo?

SB: En mi caso, la música y mi experiencia con el Señor siempre han ido de la mano. Crecí en una familia católica y cuando hice la primera comunión se cantó una canción que me impactó y recuerdo hasta hoy. La letra decía: “Habla Señor, que tu siervo escucha… Habla Señor, te quiero escuchar”. Esa fue la primera vez que fui impactado por la idea de un Dios llamándome a servirle.

Muchos años después, en mi adolescencia, mis padres estaban en una crisis económica terrible. Regresaron a Colombia después de probar las mieles de la prosperidad en Venezuela, en una época en que la situación de ambos países era muy diferente. Al volver, tuvimos una quiebra familiar y mis padres empezaron a buscar alternativas de formas de ver la vida. En medio de tantas invitaciones que recibieron, fueron a una iglesia cristiana y no volvieron a salir de allí. Ellos quedaron convertidos la primera vez que fueron.

En aquel momento creí que mis padres quedaron atrapados en una secta. Así que prometí nunca ir a la iglesia hasta el día en que mis padres se bautizaron. Entonces fui y me sorprendió mucho ver la vida de la iglesia. Esto fue hace veintiocho años. Recuerdo que un hombre testificó que antes había sido borracho, pero ahora no gastaba el dinero en la taberna, sino en zapatos para los niños y flores para su esposa. Al final preguntó si alguien más quería experimentar esa nueva vida que nos da Jesús. Y yo sin dudarlo, dije que quería. Así tengo el recuerdo de haber aceptado a Cristo.

El artista cristiano cumple una función grande al desafiar nuestros prejuicios teológicos

¿Cómo se relaciona esto con la música? Yo vivía enamorado de la música latinoamericana y la canción protesta. También creía que, ahora que era cristiano, no había manera de hacer algo que no fuera música para el culto dominical. Entonces vino a mi rescate un grupo de Argentina, el Trío Mar del Plata. No sé si alguna vez llegaste a escucharlos. Son excelentes y lo que hicieron tiene valor eterno. Ellos fueron a mi iglesia, y cuando los escuché cantar con folklore y letras poéticas, llenas de fe y al mismo tiempo enfocadas en el Señor, supe que eso es lo que quería hacer por el resto de mi vida.

JB: Cuando se habla del arte cristiano, a veces los artistas creyentes no saben cuál es su lugar en la iglesia o en el mundo. ¿Cuál crees que es ese lugar? ¿Cuál es el rol del artista cristiano para ayudarnos a tener una visión más amplia de Dios y el mundo que nos rodea?

SB: Creo que todo artista cumple un rol que podríamos llamar “profético”, sea consciente o no, esté profetizando verdad o mentira. Profético en el sentido de que, de alguna forma, hablamos de parte de Dios a las personas, en el caso de los artistas cristianos. Pero este rol también es “sacerdotal” en el sentido de que hablamos a Dios de parte del pueblo.

Yo diría que el artista cristiano también cumple una función grande al desafiar nuestros prejuicios teológicos. La Biblia está llena de casos de artistas que desafiaron la teología y tradiciones religiosas del pueblo. Ezequiel, por ejemplo, hace un montón de gestos proféticos artísticos. Se acuesta de un lado, se acuesta del otro, construye una rampa, hace una maqueta de la ciudad… Él fue llamado a mostrar un mensaje a través de disciplinas artísticas.

El mismo Jesús, por ejemplo, tuvo momentos en su ministerio que fueron artísticos, por así decirlo, con parábolas y acciones en las cuales desafió la tradición y los preconceptos de la gente. Creo que una misión importante de los artistas cristianos es que, de nuestra propia intimidad con Dios, surjan expresiones que desafíen los moldes teológicos en los cuales pretendemos enclaustrar a Dios. ¿Me explico?

JB: Creo que sí. La Biblia es más grande de lo que creemos. Muchas veces queremos reducirla solo a nuestras visiones y perspectivas favoritas (como hicieron los fariseos), cuando en realidad la Biblia es mucho más rica, y el arte tiene una forma de hacer una apologética de esa riqueza que el discurso simplemente oral no tiene.

SB: Exacto. Antiguamente se hablaba del arte como una especie de encuentro divino entre Dios y el artista. Piensa en la famosa pintura de Miguel Ángel, del dedo de Dios casi tocando el humano. De alguna manera, representa lo que se creía y lo que personalmente creo también que es el arte: que es una especie de momento sagrado.

Los artistas creyentes tenemos que ser agentes de esperanza

En la medida en que ese momento sagrado se da, estamos en contacto con Alguien que no puede ser contenido en cajas de ningún tipo, ni físicas ni mentales. Cuando eso ocurre, nuestro arte tiene que desafiarnos. La intimidad con Dios tiene que traducirse en cosas que desafíen nuestra manera de verlo todo. Y mientras el arte cambia nuestra manera de pensar, también cambia algunas de nuestras prácticas. Si pensamos diferente, vivimos diferente, como dice Romanos 12:2.

Por otro lado, el artista también tiene la responsabilidad de interpretar la realidad. En una realidad tan compleja como la que vivimos, los artistas creyentes tenemos que ser agentes de esperanza. ¿En qué sentido? Tomando esta realidad en la que estamos y leyéndola en nuestro arte a la luz de la acción salvadora de Dios.

Esta es una responsabilidad tremenda porque podemos, por ejemplo, agarrar esa realidad difícil y escupirla a nuestra juventud diciéndole que todo en este mundo es una porquería y que no hay ningún sentido para todo (como hacían los grupos de hardcore en Medellín, con canciones que literalmente decían “mátate, mátate”). O podemos tomar esta realidad desafiante y compleja, leerla a la luz de la esperanza que tenemos en Cristo y entregarla a la personas filtrada por esa realidad última que es el evangelio.

JB: Entiendo entonces que a eso te refieres cuando hablas del rol “profético” del artista cristiano: Es ver la realidad a la luz de la Palabra de Dios y expresarla a las personas para que puedan ver el mundo así. Y el rol “sacerdotal” es el artista expresando deseos, emociones y pensamientos humanos, y traerlos a Dios en representación de las personas. Creo que esto nos lleva a lo siguiente que quería preguntarte.

Algo que aprecio de varias de tus canciones es la sinceridad y vulnerabilidad que expresas en ellas. En algunas revelas tus luchas como creyente (El mail), tu dolor al ver el pecado y sufrimiento en el mundo (Mira dime dónde), y hasta pones música a pasajes muy difíciles de la Biblia, que hablan de nuestro pecado (Quién me librará). ¿Por qué escribir canciones que podríamos llamar “canciones de lamento”?

SB: Pienso en dos razones para eso. La primera es que Dios nos invita a traerle todo a Él. Es decir, nuestras alegrías y motivos de alabanza, pero también nuestras luchas y dificultades. Eso es algo que Él valora de una manera que a veces ignoramos.

La Biblia dice que David era un hombre conforme al corazón de Dios. Una de las razones por las que creo que dice esto es porque él presentaba todo delante de Dios. Él no podría ser un hombre conforme al corazón de Dios por su moralidad, pues tuvo defectos. Pero cuando estaba contento, bendecía al Señor; cuando estaba abatido, traía su abatimiento al Señor; cuando estaba rabioso, incluso presentaba eso ante Dios. He aprendido que traer todo al Señor, como lo hacía David, nos lleva al principio de la sanidad que Él quiere traer a nuestras vidas. Tengo la experiencia de haber luchado con una adicción por mucho tiempo, y nunca pude ser libre realmente hasta que la traje ante el Señor en mi relación con Él.

Dios nos invita a traerle todo a Él: nuestras alegrías y motivos de alabanza, pero también nuestras luchas y dificultades

Por otro lado, el lamento le da legitimidad y fuerza a nuestra esperanza. Empecemos explicando lo de la legitimidad. Una de las cosas que más nos conmueven y convencen de la veracidad de la Escritura es encontrar transparencia total. Allí uno no halla el disfraz perfecto de los héroes bíblicos. Uno no dice que “esta gente era intachable”. Sí, hay casos de integridad, como José y Daniel. Pero nos desnuda la debilidad de un Elías, el gran hombre de Dios, diciéndole a Dios “basta ya, quítame la vida”. Nos desnudan las debilidades de un tipo como Sansón y un profeta como Jonás. A medida que comprobamos esa honestidad, entendemos que todo lo demás en nuestra fe también es honesto. El lamento da legitimidad a los aspectos del relato bíblico que no son comerciales y taquilleros.

Al mismo tiempo, como mencionamos, el lamento da fuerza a nuestra esperanza. Vemos esto en Lamentaciones. En medio del lamento del profeta, aparece esto con una fuerza impresionante: “Esto traigo a mi corazón, por esto tengo esperanza: que las misericordias del SEÑOR jamás terminan, pues nunca fallan Sus bondades; son nuevas cada mañana; ¡Grande es Tu fidelidad!” (3:21-23). Incluso la identidad de Dios a lo largo de las Escrituras llega a ser la del que cambia el lamento en danza. No podríamos hablar de eso sin el contraste tan fuerte que provee la realidad del lamento. ¿Me doy a entender?

JB: Definitivamente. No entendemos la magnitud de la gracia de Dios hasta que entendemos la magnitud del pecado. No entendemos la magnitud de la esperanza que tenemos hasta que entendemos la magnitud de las razones por las cuales lamentarnos en este mundo caído. Profundizando más en esto, ¿cómo crees que lo que Jesús hizo en la cruz debería moldear nuestro lamento?

SB: Lo moldea poniéndole esperanza. Pero déjame ir un poco más atrás. Ante la realidad de nuestro mundo caído, hay tres posibles resultados para nuestro lamento. El primero es el fatalismo. Esto es lo que señala Pablo cuando dice en 1 Corintios 15 que, si Cristo no resucitó, entonces comamos y bebamos que mañana moriremos. Vemos muchas expresiones de fatalismo hoy en día, algunas aparentemente más destructivas que otras, pero todas inspiradas igual en el hecho de que “aquí no hay nada que hacer”.

El segundo posible resultado es más tentador porque implica la noción de que estamos “haciendo algo” respecto a una realidad que queramos cambiar. Es la rabia y resulta muy atractiva. Yo mismo fui seducido muchas veces por ella. Hace muchos años escribí una canción rabiosa despotricando contra la corrupción en mi país. La cantaba en todo evento que teníamos con el pueblo, los estudiantes, los líderes. Siempre producía un rugido atronador justiciero en las personas. Me sentía gratificado por esa reacción.

La confianza bíblica no es una espera pasiva; es una hoja verde en tiempos de sequía

En una ocasión la canté en un evento a favor de la defensa de los derechos humanos. Al final del evento, se me acercó un pastor anciano; creo que es el hombre que más ha luchado por los derechos humanos en Colombia. Él me dijo: “Santiago, hay algo que quiero decirte sobre esta canción. Es muy bonita y puede ser muy real, puede ser muy justificable, pero quiero que entiendas que la ira del hombre no obra la justicia de Dios” (Stg 1:20). Esto me impactó. Entonces, un posible desenlace del lamento es la rabia. Nos da la sensación de que estamos haciendo algo y tomando el futuro en nuestras manos cuando en realidad, y usando los términos de Star Wars, la ira siempre es el camino “al lado oscuro”.

En contraste con el fatalismo y la rabia, está la esperanza a la que Cristo y su Palabra nos llaman y que solo podemos experimentar cuando traemos nuestro lamento ante Él. Es la posibilidad de la confianza en Dios, que no es una simple espera pasiva. No dice “cantemos coritos mientras el mundo arde porque un día Cristo vendrá a salvarnos”. En cambio, es la confianza de saber que, aún en medio de las circunstancias, Dios es nuestra esperanza y Él tendrá una salida. Como dice Jeremías: “Bendito es el hombre que confía en el SEÑOR, cuya confianza es el SEÑOR. Será como árbol plantado junto al agua, que extiende sus raíces junto a la corriente; no temerá cuando venga el calor, y sus hojas estarán verdes; en año de sequía no se angustiará ni cesará de dar fruto” (Jr 17:7-8).

La confianza bíblica no es una espera pasiva; es una hoja verde en tiempos de sequía. Imagina lo que significa una persona que confía en Dios en un contexto de dictadura, escasez, desempleo, pandemia o injusticia. En medio de las circunstancias, mantiene su hoja verde, pero además es un árbol: provee frescor, desintoxicación, esperanza y reposo a los demás. Es alguien que experimenta una vida que no solo le permite mantenerse firme, sino que además se convierte en un canal para que muchos otros encuentren también vida, esperanza y razón. Esto es algo que solo podemos tener por medio del evangelio.


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