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“[Y] una espada traspasará aun tu propia alma, a fin de que sean revelados los pensamientos de muchos corazones”, Lucas 2:35.

En este pasaje, que muchas veces solo consideramos en el contexto de las celebraciones navideñas, vemos a Simeón profetizar sobre María y reconocer al Salvador de la humanidad en el pequeño bebé que ella y José traían.

Era un momento especial y emotivo para este anciano Simeón, un hombre piadoso y recto que tenía su esperanza puesta en “la consolación de Israel” (v. 25).

La venida del Mesías implicaba el establecimiento del Reino de Dios en este mundo, un paso muy importante en la narrativa bíblica de la redención. Jesús era aquel Siervo sufriente que vendría a vivir una vida perfecta ante los ojos de Dios para después morir en la cruz del calvario, tomando nuestro lugar, y pagar así por nuestras culpas y pecados. Él se levantaría de la tumba para confirmar la eficacia de este sacrificio. El Espíritu había revelado a Simeón que no probaría la muerte hasta ver esta grandiosa obra de amor en marcha.

En ese momento, y por la inspiración del Espíritu Santo, Simeón le dijo a María que ella también experimentaría gran dolor, y que este sufrimiento revelaría lo que había en su corazón (v. 35). Ese es el poder de la Palabra de Dios en acción, la cual “es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta la división del alma y del espíritu, de las coyunturas y los tuétanos, y es poderosa para discernir los pensamientos y las intenciones del corazón” (Heb. 4:12).

De la misma manera, Dios puede usar las experiencias dolorosas que traspasan nuestra alma para confrontarnos con la realidad de nuestro corazón. Quizá el medio que el Señor use para revelar nuestros pensamientos y los valores que sostienen nuestra vida, nuestra seguridad, esperanza, y hasta nuestra adoración, sea una enfermedad crítica, la pérdida inesperada de un ser querido, los sueños rotos de un fracaso financiero, o la trágica noticia de un divorcio.

La buena noticia para ti y para mí es que el mensaje del evangelio no solo nos confronta, sino que también nos consuela al recordarnos que la venida del Mesías prometido representa la intervención divina en nuestra propia historia, conectando así con los anhelos más profundos de nuestro corazón.

Piensa en esto y encuentra tu descanso en Él.


Imagen: Lightstock.
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