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Estamos de nuevo en medio de otra Copa Mundial de fútbol y el partido final será un domingo, como cada cuatro años. Es muy probable que en muchas iglesias surja la pregunta: ¿Qué debería pasar con la reunión dominical durante la final de la Copa Mundial Qatar 2022?

Podemos resolver el asunto simplemente al decir que nada debe interrumpir nuestro deber de adorar a Dios y nada justificaría el cambio de horario de la reunión. Esa es una respuesta válida y representa el sentir de muchos creyentes. Pero también podemos aprovechar la situación para justificar nuestra postura de una manera bíblica y considerar tres aspectos importantes de la adoración congregacional en el día del Señor. 

Considerar el evento

La reunión de los santos en el día del Señor debe ser estimada correctamente. No debemos perder de vista que el servicio dominical es ante todo un encuentro glorioso y trascendente entre el Señor y Su iglesia. El Dios de los cielos que descendió sobre el tabernáculo y sobre el templo para habitar en medio de Su pueblo (Éx 40:34; 2 Cr 5:14), es el mismo que desciende en la congregación de los redimidos en cada lugar que Su iglesia se reúne para adorar (Sal 22:3; Mt 18:20). Allí, Él derrama bendición y vida eterna (Sal 133:3). 

Ningún evento se puede comparar ni debe opacar el encuentro glorioso de Dios y Su pueblo. Esa es la razón por la que toda nuestra atención y expectativa debe estar enfocada y reservada para ese momento. El autor de Hebreos describe la congregación de los santos como un suceso de grandes proporciones (Heb 12:18-24). 

Ningún evento se puede comparar ni debe opacar el encuentro glorioso de Dios y Su pueblo

Cada vez que la iglesia se reúne para adorar alrededor de la Palabra, participar de la Santa Cena, ofrecer adoración cantada y practicar el compañerismo unos con otros, un acontecimiento único y sin precedentes está tomando lugar en la tierra.

Considerar el corazón

El encuentro glorioso de Dios con Su iglesia requiere que cuidemos el estado de nuestro corazón. La Escritura nos anima una y otra vez a venir delante de Él con cierta disposición. El salmista decía: «Sirvan al Señor con alegría; vengan ante Él con cánticos de júbilo» (Sal 100:2) y también: «Vengamos ante Su presencia con acción de gracias» (Sal 95:2). Santiago decía: «Humíllense en la presencia del Señor» (Stg 4:10).

Todas estas exhortaciones requieren una participación de nuestros afectos. Las emociones deben estar involucradas cuando nos acercamos delante de Dios. Podríamos agregar este anhelo del salmista para dar una imagen más completa de lo que deben ser las emociones del adorador:

¡Cuán preciosas son Tus moradas,
Oh Señor de los ejércitos!
Anhela mi alma, y aun desea con ansias los atrios del Señor;
Mi corazón y mi carne cantan con gozo al Dios vivo (Sal 84:1-2).

Gozo, alabanza, reverencia y anhelo por estar en la presencia del Señor son algunas de las actitudes apropiadas de los creyentes; los afectos que deben fluir de sus corazones. Cada domingo debemos llegar con expectativa y hambre de Dios. 

Es necesario que guardemos y velemos por el estado del corazón, pues de él brota la vida (Pr 4:23). Cualquier evento pensado para entretenernos tiene la capacidad de distraernos en nuestra preparación para adorar al Señor. Nos roba energía y limita nuestra capacidad de gozo, reverencia y anhelo por Dios.  

Muchas veces nuestro deseo por Dios es escaso porque el corazón está tan lleno de otras cosas. Cuando nos saciamos con las cosas del mundo, incluso con cosas buenas, nuestra alma pierde hambre por el Señor y perjudicamos nuestra capacidad de disfrutar y recibir de Él. Los sedientos serán saciados, decía el Señor (Mt 5:6).

Considerar el testimonio

Finalmente, no perdamos de vista el testimonio que ofrecemos al mundo y a los demás creyentes, en especial a las generaciones más jóvenes. Tenemos una gran responsabilidad ante los niños y adolescentes de nuestra congregación. Todo lo que hacemos y dejamos de hacer se convierte en parte de la instrucción que les damos. Muchas veces, nuestras prácticas revelan nuestras prioridades y enseñan más que nuestras palabras.

Debemos considerar el impacto en los demás que producen nuestras decisiones y conductas. Cuando dejamos que los eventos del mundo dicten la agenda de la iglesia ofrecemos un testimonio que puede afectar la salud y santidad de la congregación.

Nuestras prácticas revelan nuestras prioridades y enseñan más que nuestras palabras

En esta tierra no hay nada más importante para la iglesia que el momento cuando se encuentra con Dios. No debemos sucumbir ante las presiones y distracciones que este mundo pueda ofrecer. Ante la opción de cambiar de horario por un evento deportivo, cada iglesia debe tomar en cuenta el impacto que puede tener esa decisión en los nuevos creyentes, en los más jóvenes y niños.

La prioridad de la iglesia

Un gran evento nos convoca cada domingo cuando nos reunimos a adorar a Dios como iglesia. El alma diligente y piadosa se prepara y cuida su corazón para llegar con gozo, expectativa, reverencia y anhelo por su Señor. De esa manera expresamos y testificamos que lo mejor para la iglesia es dar gloria al Señor por medio de una adoración centrada en la Palabra, llena de gozo y deseo por él. 

De allí viene mi convicción pastoral de que no debemos ceder ante las presiones de aquellos que proponen un cambio de horario del servicio dominical o cualquier otra propuesta que disminuya el valor del encuentro entre Dios y Su pueblo. La prioridad de la iglesia en el día del Señor debe ser adorar al Señor.

Cualquier otro acontecimiento, responsabilidad o actividad debe quedar en segundo plano. Nada ni nadie debe interferir con este glorioso evento, ni siquiera el evento deportivo más importante del mundo.

Vengan, cantemos con gozo al Señor,
Aclamemos con júbilo a la roca de nuestra salvación.
Vengamos ante Su presencia con acción de gracias;
Aclamemos a Él con salmos.
Porque Dios grande es el Señor,
Y Rey grande sobre todos los dioses (Sal 95:1-3).

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