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Números 30 – 31   y   Romanos 1 – 2

“Sólo el oro, la plata, el bronce, el hierro, el estaño y el plomo, todo lo que resiste el fuego, pasaréis por el fuego y será limpio, pero será purificado con el agua para la impureza. Mas todo lo que no resiste el fuego lo pasaréis por agua”, Números 31: 22-23.

Mi estadía en Rusia me llevó a la ciudad de Volgogrado (Ex Estalingrado). Es una hermosa ciudad marcada por su heroísmo durante la Segunda Guerra Mundial.  La batalla de Estalingrado estableció definitivamente el inicio del final de la conflagración mundial y la caída de Hitler. El dictador alemán estaba confiado de sus tropas apostadas en Rusia: Doscientos cincuenta mil hombres, siete mil quinientos cañones y morteros, más de setecientos tanques, cubiertos desde el aire por más de mil doscientos naves de combate. Hitler le había dicho al general Paulus, comandante de las fuerzas alemanas que con ese ejército podía hacer temblar los mismísimos cielos.

Las fuerzas rusas eran inferiores pero con una capacidad de resistencia increíble. La batalla duró desde julio de 1942 hasta enero de 1943. El bombardeo sobre la ciudad fue sin precedentes. Se ha calculado que cuarenta bombas cayeron sobre la ciudad cada minuto y que aproximadamente cuatro mil bombas cayeron sobre cada kilómetro cuadrado. Al final de la batalla solo siete civiles se encontraron en la ciudad y se estima que más de dos millones de personas fallecieron.

Uno de los héroes de la batalla fue Mikhail Panikakha. Este marino ruso estaba preparando botellas con petróleo para hacerlas explotar contra los tanques rusos. Lamentablemente, una bala hizo explotar una de ellas e hizo que sus ropas ardieran. Sin embargo, tuvo el tiempo para tomar otra botella y lanzarse contra un tanque al que destruyó inmolando también en el intento su propia vida. Para diciembre, los hombres recibían solo 50 gramos de comida al día, y para otros solo existía la posibilidad de hacer sopa con los huesos de caballos muertos en batalla. Además, el temible invierno ruso había empezado. Temperaturas bajo cero, hacían del lugar un verdadero infierno helado. Finalmente, los alemanes, totalmente diezmados,  se rindieron y los rusos celebraron una dolorosa y costosa victoria.

El rey Jorge VI de Inglaterra entregó una espada conmemorativa con la siguiente inscripción: “Al pueblo de Estalingrado, fuerte como el acero, del Rey Jorge VI en símbolo de la profunda admiración del pueblo británico”.  Yo me pregunto: ¿Hasta dónde puede llegar nuestra resistencia? ¿Cuánto debe valer una causa para inmolarnos por ella? Siguiendo la línea del pensamiento de nuestro texto inicial, solo los metales preciosos pueden salir refinados después de resistir el calor del horno de la purificación. Es en la resistencia en medio de la crisis, en donde se prueba la materia prima de la que estamos hechos. Hoy en día, todo puede ser imitado, pero la calidad solo puede ser probada  a través de la resistencia.

No se cómo llegó a mis manos esta esclarecedora frase: “La resistencia no solo es la capacidad para soportar algo difícil, sino también la capacidad para convertirlo en algo glorioso”. No podemos resistir solo por resistir. Resistencia no es sinónimo de terquedad, obstinación o tozudez; es más bien, la fortaleza y la consistencia producto de la solidez de la causa que defendemos o queremos alcanzar, es el brillo del diamante que se esconde debajo del oscuro carbón pero que solo se puede conseguir después de un laborioso trabajo. Resistencia es igual a la suma de consistencia y tenacidad. Consistencia en la causa, en el objetivo en la meta que nos impulsa. Pero también tenacidad para no abandonarnos ante la dificultad. Lo triste es que hoy por hoy “no todo lo que brilla es oro”. Somos una generación demasiado superficial como para embarcar nuestra vida en grandes ideales; somos demasiado delicados como para ser sometidos a una prueba de resistencia. El gran drama de la humanidad es la búsqueda de los sustitutos, de los alternativos. Así el hombre también cambió al verdadero Dios por los ídolos de piedra y barro: “Pues aunque conocían a Dios, no le honraron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se hicieron vanos en sus razonamientos y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se volvieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una imagen en forma de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles”, Romanos 1: 21-23.

Algunos prefieren ser como las joyas de fantasía, brillantes por unos días y luego descascaradas inmediatamente por el uso frecuente. Son instrumentos de corto plazo, desechables, que por su escaso valor pueden ser rápidamente olvidadas. La resistencia es solo para lo consistente, para lo eterno para lo que tiene en su esencia la vitalidad de la integridad.

¿Cómo prueba el Señor la calidad de nuestro corazón? ¿Cuándo nos somete al fuego de la resistencia? Pues lo hace a través de la presión que Él ejerce sobre nosotros para que cumplamos nuestros compromisos para con Él y nuestro testimonio de vida para con los demás. Nuestro cristianismo efectivo debe convertirse en un Leit Motiv en donde nos probemos la obra poderosa que el Señor ha hecho al cambiar nuestro corazón: “Si un hombre hace un voto al SEÑOR, o hace un juramento para imponerse una obligación, no faltará a su palabra; hará conforme a todo lo que salga de su boca”, Números 30:2.

Los hombres de Estalingrado cumplieron su palabra hasta pagar con su propia vida. El mayor Dmitry Petrakov escribió a su hija una carta que ahora está esculpida en bronce: “… Te envío una flor. Imagínala tú misma: La batalla continuaba, las bombas del enemigo explotaban, y hay cráteres de bombas por doquier. Y en el medio de todo esto, esta pequeña flor estaba creciendo… pero de repente, la próxima explosión hizo que las hojas de la pequeña flor cayeran por tierra… Yo las levanté y la puse en uno de mis bolsillos… Mila, tu papá peleará con los alemanes hasta el último suspiro, hasta que la última gota de su sangre, para que ellos no te traten como trataron a esta flor…”.

En nosotros está la decisión de vivir nuestra fe como “acero fuerte” o como una burda imitación de plástico. Así lo vio el apóstol Pablo cuando en su discurso con los romanos quiso encontrar la esencia del verdadero judío: “sino que es judío el que lo es interiormente, y la circuncisión es la del corazón, por el Espíritu, no por la letra; la alabanza del cual no procede de los hombres, sino de Dios”, Romanos 2:29.

Finalmente, una vida resistente no está carente de fruto. El Señor no observa pasivamente nuestro devenir por la vida, la Biblia señala con mucha claridad que… “el cual PAGARA A CADA UNO CONFORME A SUS OBRAS: a los que por la perseverancia en hacer el bien buscan gloria, honor e inmortalidad: vida eterna; pero a los que son ambiciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia: ira e indignación. Habrá tribulación y angustia para toda alma humana que hace lo malo, del judío primeramente y también del griego; pero gloria y honor y paz para todo el que hace lo bueno…”, Romanos 2:6-10a.

Termino con una inscripción puesta por un adolorido hermano cerca al grandioso monumento en memoria a la batalla de Estalingrado: “¡Iván, mi querido hermano! Me pregunto dónde perdiste la vida. Y al final te encontré en Mamayev Kurgan (nombre del monumento). Yo leo tu nombre… Iván Semyonovich Zenin… Esto está quieto aquí solo por las noches, porque durante el día hay multitudes pasando, cientos y miles de personas. ¿Puedes oír sus corazones latiendo? Descansa en paz, mi querido Iván. Nadie jamás podrá olvidarte”.

Nada es mejor que una vida resistente, ¿estás dispuesto a ser sometido a prueba?

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