¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×
Nota del editor: 

Este breve artículo forma parte de una serie semanal sobre eventos y personas relevantes en la historia de la Iglesia universal antes, durante, y después de la Reforma protestante. Para conocer más sobre la historia de la Iglesia desde tus redes sociales, puedes seguir los perfiles de Credo en Twitter e Instagram.

Remigio de Reims (437-533), conocido como “el apóstol de los francos”, nació en una familia de la alta clase en Laon, Reino Franco (Francia), de la unión de un conde y la hija de un obispo. A la edad de veintidós años fue consagrado como el obispo de Reims. Remigio es reconocido como el obispo bajo quien los francos se convirtieron oficialmente al cristianismo. Este es un breve recuento de cómo pasó.

Los francos, cuya nación llegó a ser conocida como Francia, eran inicialmente una revoltosa y desorganizada alianza de tribus independientes hasta que llegaron a cierto grado de unidad a través de la dinastía merovingia, la primera dinastía de reyes de Francia. Clodoveo I, el más importante en esta línea de monarcas, reinó por treinta años siendo él la ley, el gobierno, y la religión del reino.

Remigio, como obispo de Reims, se ganó el respeto del rey a través de diferentes circunstancias. Y aunque el rey no era cristiano, en varias ocasiones usó a Remigio como consejero (siendo la más importante de ellas su matrimonio con una princesa burgundia).

Pagano en principio, Clodoveo contrajo matrimonio con Clotilde, una princesa cristiana quien, junto a Remigio, trató de convencer al rey de adoptar sus costumbres cristianas. Aunque Clodoveo no se convenció, accedió a que Clotilde bautizara a su primer hijo al nacer, pero su hijo murió prematuramente. Esto solo hizo que Clodoveo dudara más de la existencia de un Dios único.

En el año 496, Clodoveo llevó a los francos al campo de batalla contra los alamanes. Acorralado por el ejército enemigo y casi vencido, Clodoveo, al no saber a qué otro dios pagano pedir ayuda, ora a Jesús: “Jesucristo, Clotilde dice que tú eres el Hijo del Dios viviente, y solo tú puedes la victoria conceder a quien en ti confía. La victoria concédeme y seré bautizado. He pedido socorro a mis dioses y ellos me han desertado. ¡Clamo a ti! ¡Sálvame!”.[1]

En ese mismo momento, el jefe del ejército alamán es alcanzado por una flecha y su ejército huye, dándole así la victoria a los francos.

De vuelta en el reino franco, Clodoveo contó lo ocurrido y Remigio le instruyó en el mensaje del cristianismo para la salvación. Mientras Remigio contaba la historia de la crucifixión, Clodoveo exclamó: “¡Oh, si hubiese estado allí junto a mis valientes francos para vengarle!”.[2]

Remigio es recordado por sus palabras a Clodoveo durante su bautizo: “Inclina la cabeza, baja humildemente tu cuello. Adora lo que has quemado y quema lo que has adorado”.[3] Y así Clodoveo fue bautizado en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo en el día de Navidad del año 496. Junto a él, varios de sus nobles, su ejército de 3,000 soldados, y la mayor parte del pueblo franco.

Aunque pocos historiadores argumentarían que la conversión al cristianismo tuvo efecto alguno en el carácter de Clodoveo y en las prácticas de su reino en las generaciones futuras, este evento marca el inicio de la Francia cristiana que vería nacer a Juan Calvino un milenio más tarde.


[1] Bruce Shelley, Church History in Plain Language (Fourth Edition), 167 (traducido por el autor).

[2] Philip Schaff, History of the Christian Church, IV.81 (traducido por el autor)

[3] Bruce Shelley, Church History in Plain Language (Fourth Edition), 167 (traducido por el autor).

Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando