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Por qué regreso a la iglesia después de mi divorcio

Es difícil cruzar las puertas de una iglesia cuando estás pasando por un divorcio.

Mi pastor una vez describió el divorcio como una amputación. Es una descripción precisa de cómo me sentía cada vez que entraba a la iglesia. Éramos una familia de cuatro personas que asistíamos a la iglesia todos los domingos; ahora solo somos tres. Mientras otras familias seguían creciendo, la nuestra disminuyó. La pérdida ocasionaba un profundo peso en mi alma.

A pesar de estar en una iglesia con hermanos y hermanas en Cristo que nos amaban mucho a mí y a mis hijos, me sentía desfigurada. Me sentí diferente; en las afueras mirando a otros disfrutando de la vida normal.

Los contratiempos financieros relacionados con mi divorcio me obligaron a mudarme al otro extremo del país, más cerca de mi familia. Las puertas de la iglesia por las que necesitaba atravesar eran nuevas, así como las personas que conocería. Sin embargo, estas personas nuevas no conocían mi historia. Abrirse a ellos se sentía imposible.

¿Qué podía decirles a estos nuevos hermanos cuando me pregunten cómo estaba o por qué me había mudado de vuelta a casa? ¿Cómo podía responder sin estallar en llanto en el vestíbulo de la iglesia? Estaba en carne viva y herida. Mis instintos de autoprotección me decían que no debía ir a la iglesia en absoluto.

Fui empujada

Sin embargo, mis convicciones no me permitieron ese lujo. Tampoco el hecho de haberme mudado cerca de mi familia. Somos una familia muy sureña con una herencia cultural religiosa. Todo el mundo simplemente va a la iglesia.

Ahora bien, hay muchos problemas con una herencia cultural religiosa. Pero este aspecto en particular fue provechoso para mí. Me empujó a hacer lo que no quería hacer, pero que eventualmente sería muy bueno para mi alma. Me empujó a entrar por las puertas de esa nueva iglesia.

Sería un error de mi parte describir mi recorrido como una mujer divorciada en una cultura religiosa conservadora como fácil o sin momentos y conversaciones dolorosas. He experimentado conversaciones incómodas y miradas raras. He experimentado comentarios insensibles y hasta aislamiento, ya que otros en la iglesia no sabían muy bien qué hacer con una mujer recién divorciada entre ellos.

Medios de gracia

Hay una frase antigua en la iglesia reformada que ha sido de mucho significado para mí:  «Aprovecha los medios de gracia». Hay algo en los hábitos de la vida cristiana —la oración, el estudio de la Biblia, la adoración colectiva, la Cena del Señor, el bautismo— que ministra gracia a nuestras almas. A pesar de las conversaciones incómodas y los comentarios insensibles ocasionales, el ritmo semanal de adoración colectiva ha sido un medio de la gracia de Dios para mí y mis hijos durante mi divorcio y los años posteriores.

Me sucedió algo inesperado cuando regresé a mi ciudad natal después de mi divorcio. Las personas me sorprendieron con la forma en que nos recibieron y trataron a mis hijos y a mí. Admito que a menudo esperaba lo peor. Los cínicos que han sido heridos por otros en el pasado esperan lo peor para no sentirse decepcionados.

Sin embargo, Dios me llevó a una iglesia que una y otra vez me respondía de maneras que desmoronaban el caparazón cínico y autoprotector que había construido para mí misma. Ahora, años después, es difícil recordar que una vez tuve miedo de abrirme a estas personas que se han convertido en una querida familia.

Dios sabía lo que necesitaba

Un año después de obligarme a mí misma a ir a la nueva iglesia en la nueva ciudad, me diagnosticaron cáncer de mama. Fue un diagnóstico sorprendente para una madre soltera que apenas comenzaba a salir de un pozo emocional profundo.

Agradezco mucho a Dios por la herencia cultural religiosa que me empujó a ir a la iglesia antes de estar lista. No sabía cuánto, en solo unos pocos meses, necesitaría a mi familia de la iglesia. No sabía cuánto los necesitarían mis hijos. Pero Dios lo había sabido. Me empujó a arriesgarme con una nueva familia de iglesia, y ellos se convirtieron en las manos y pies de Dios para mí; un medio de su gracia que necesitaba profundamente.

Si estás en el desierto, aprovecha los medios de la gracia de Dios. Él nos ministra de su gracia a través de la alabanza y adoración colectiva semanal, la lectura de la Palabra y los sacramentos del bautismo y la Cena del Señor.

Que puedas ver que, en la familia de Cristo, tu familia crece y no disminuye, a pesar de la amputación que has experimentado.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
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