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Los raros momentos que provocó el COVID-19 sorprendieron a nuestra familia en una circunstancia única. Era la primera vez que el personal de Coalición por el Evangelio se reunía para un retiro. Estábamos todos juntos en las montañas de Jarabacoa, en la República Dominicana, cuando nos enteramos de que Guatemala estaba a punto de cerrar sus fronteras (cinco miembros del personal necesitaban volar hasta allá).

El retiro que habíamos presupuestado y planificado durante más de un año se convirtió de repente en una carrera de dos días para encontrar boletos para que todos volvieran a sus casas en Guatemala, Ecuador, Colombia y Estados Unidos. Mientras tanto, mi esposa y yo intentábamos ser buenos anfitriones de nuestros hermanos y hermanas, mientras escondíamos nuestro propio temor. Durante los dos o tres días siguientes, todo el país se cerró y hubo un toque de queda obligatorio durante muchos meses.

Como en la mayoría de los países, se pidió a las iglesias dominicanas que cerraran sus puertas al principio de la pandemia. Recuerdo aquel primer domingo de cierre, en el que asistí al servicio que se transmitiría desde la Iglesia Bautista Internacional de Santo Domingo. Solo unos pocos estábamos allí, con más de mil sillas vacías rodeándonos. Al igual que muchos otros, inmediatamente trabajamos para mantener el mismo propósito, la misma visión y los mismos objetivos ministeriales. También planeamos reunirnos tan pronto como pudiéramos.

Nuevas plantaciones de iglesias

Dos años después, podemos dar testimonio de que la bondad de Dios ha sido evidente a nuestro alrededor. Hasta el momento de escribir estas palabras, de una población de 11 millones de habitantes, solo hemos tenido 576 788 casos confirmados, con 4374 muertes. En ese mismo periodo se han abierto al menos cinco iglesias más, algo que sucedió después de muchos años sin que tuviéramos noticias de nuevas plantaciones de iglesias afines en nuestra ciudad de 4,2 millones de habitantes. Una de estas iglesias es nuestra propia Iglesia Piedra Angular en Santo Domingo, que acaba de celebrar su primera reunión pública el 6 de marzo.

El COVID complicó aún más el proceso de plantar una iglesia. Necesitábamos encontrar espacios abiertos para reunirnos que pudieran acoger a nuestro grupo base (de treinta personas) durante los siete meses que estuvimos preparando el inicio de la obra, lo que no era fácil de hacer en el Santo Domingo urbano. Recuerdo vívidamente el momento en que leí sobre la variante que luego se llamaría Ómicron y me pregunté si retrasaría el comienzo de nuestra iglesia. Ómicron se extendió por nuestra nación en diciembre y tuvimos que dejar de reunirnos durante más de un mes.

Sin embargo, como siempre, el Señor fue fiel. Las incertidumbres provocaron en nuestra iglesia un deseo especial de orar. Gracias a la bondad de Dios, ni nuestra iglesia que nos envió ni la iglesia plantada experimentaron luchas internas sobre las restricciones de la pandemia. Cada prueba negativa antes de una reunión del grupo de base se convirtió en un canto de alabanza a nuestro Salvador. A mediados de marzo fuimos testigos de las primeras nuevas profesiones de fe en nuestra iglesia, ¡llenando nuestros corazones de alegría!

Las incertidumbres provocaron en nuestra iglesia un deseo especial de orar

Buen liderazgo

De vuelta a mi iglesia enviadora, una de las formas más prominentes en que la providencia de Dios actuó fue a través de nuestro pastor, Miguel Núñez. Él es especialista en enfermedades infecciosas de profesión, lo que nos permitió no solo ser atendidos pastoralmente, sino también ser guiados desde el punto de vista médico por uno de los mejores expertos en la materia en nuestro país.

Sus consejos oportunos y sabios permitieron a nuestra iglesia pasar esta etapa con esperanza y cuidado, pero sus consejos pastorales y médicos también fueron seguidos por cientos de pastores, líderes y cristianos en general en toda América Latina. Él proporcionó información veraz y autorizada que pudo frenar gran parte de la desinformación que corría como pólvora por toda la región.

La gracia de Dios

Hoy somos el primer país de nuestra región que ha levantado todas las restricciones impuestas por la pandemia. Nuestro número de casos es bastante bajo, pero seguimos practicando la prudencia y ciertas normas de cuidado para evitar el contagio. El Señor ha sido bueno con nosotros y nos ha permitido pasar esta etapa sintiendo Su cuidado, Su provisión permanente y el amor de unos por otros.

Podemos decir con confianza: «Dios es nuestro refugio y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos aunque la tierra sufra cambios, y aunque los montes se deslicen al fondo de los mares; aunque bramen y se agiten sus aguas, aunque tiemblen los montes con creciente enojo» (Sal 46:1-3).

América Latina no es para nada igual en todas sus partes y la República Dominicana es sin duda uno de los países con mejores resultados en materia de salud. Lo que ha sucedido mientras tanto es realmente un testimonio de la gracia de Dios, en particular a través de Su provisión de buenos líderes y de paz en la población.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
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