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Algo sorprendente de Juan 3:16 es que se nos dice que Dios ama al mundo. Pudiéramos ser tentados a pensar que hay mucho en el mundo que merezca el amor de Dios. Después de todo, hay mucho que admirar en las ciudades y los campos, en la comida fina y las parrilladas, las sinfonías clásicas y las baladas pueblerinas, las pinturas del Renacimiento y los garabatos hechos por pequeños niños, ¿no? El mundo como lo conocemos está lleno de textura, intriga, oportunidad, y felicidad. El problema es que por cada cosa buena, interesante, y hermosa en el mundo, también hay una multitud de pecadores. Desde que Adán y Eva se rebelaron contra Dios en el jardín, el mundo es un desierto. No importa cuán maravilloso parezca ser, no es digno del amor redentor de Dios.

Entender que el mundo es indigno del amor de Dios es la clave en Juan 3:16. Entonces apreciaremos el regalo inesperado que Dios da. Este punto lo hizo muy bien hace muchos años el estimado teólogo Benjamin Breckinridge Warfield. En su sermón titulado: “El amor inmensurable de Dios”, Warfield examina el significado del término “mundo” (en griego: kosmos) en Juan 3:16, para sumergirnos en las profundidades del amor de Dios.

¿Cuál es el significado de “mundo” en este pasaje? Tomando de lo que escribió Warfield, hay cuatro respuestas posibles.

En primera instancia, muchas personas creen que “mundo” significa todas las personas sin excepción. En otras palabras, cuando en Juan 3:16 dice que Dios ama al mundo, quiere decir que ama a toda persona, cabeza por cabeza, igualmente. La lógica va así: Dios ama a cada persona; Cristo murió por cada persona; por lo tanto, la salvación es posible para cada persona. Sin embargo, esta posición parece sugerir que el amor de Dios es impotente y la muerte de Cristo inefectiva. En otras palabras, la conclusión natural de esta posición sería que toda persona es salva y no potencialmente salva. Si Dios ama a toda persona, y Cristo murió por toda persona, y el amor de Dios no es impotente, y la muerte de Cristo no es inefectiva, entonces la única conclusión es que la salvación ha sido asegurada para cada persona. Pero este punto de vista contradice la enseñanza bíblica del juicio de Dios evidenciado por el contexto inmediato en Juan 3:17-21.

Segundo, otros argumentan que “mundo” significa todas las personas sin distinción. Esta opción enfatiza que Dios ama a más de un tipo de persona o grupo étnico. La muerte de Cristo en la cruz no fue solo para los judíos, sino también para los gentiles. El amor de Dios no está confinado a barreras nacionales, sino que se extiende a todo tipo de naciones, tribus, culturas, lenguajes, y gentes. A esto, todo el pueblo de Dios, ya sea arminiano o calvinista, dice con gusto “amén”. Si bien esta posición tiene el beneficio de ser indudablemente correcta y encaja con el contexto amplio del Evangelio de Juan con respecto a la identidad global de los “hijos de Dios” (por ejemplo: Jn. 1:9–13; 4:42), no captura por completo el fuerte contraste entre “de tal manera amó Dios” y “el mundo” que Juan 3:16 deliberadamente intenta hacer.

Tercero, un matiz de la opción previa que es popular entre teólogos reformados es argumentar que “mundo” en Juan 3:16 se refiere a los elegidos. Por todo el evangelio de Juan, Jesús enfatiza la particularidad de su gracia. “Todo lo que el Padre Me da, vendrá a Mí” (6:37). “Yo soy el buen pastor, y conozco Mis ovejas y ellas Me conocen […] y doy Mi vida por las ovejas” (10:14-18). “Si ustedes fueran del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero como no son del mundo, sino que Yo los escogí de entre el mundo, por eso el mundo los odia” (15:19). “Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que Me has dado; porque son Tuyos” (17:9). Y así continúa. El punto es que el pueblo de Dios es escogido de un mundo incrédulo.

De nuevo, esta perspectiva es notable al enfatizar la doctrina bíblica de la elección, pero el enfoque del término “mundo” en Juan 3:16 no se trata tanto de la identidad del pueblo de Dios, sino más bien en la naturaleza del amor de Dios.

Aparte del amor de Dios, el mundo está bajo la condenación de Dios. Pero en Cristo, los creyentes experimentan el amor de Dios, un amor sorprendente, redentor, e inagotable.

Esto nos lleva a una opción final. Se puede hacer un caso sólido para decir que “mundo” se refiere a la cualidad del amor de Dios. Warfield convincentemente dice:

[Mundo] aquí no es un término de extensión sino de intensidad. Su connotación primaria es ética, y el punto de esta palabra al ser usada no es para sugerir que el mundo es tan grande que se necesita mucho amor para abrazarlo a todo, sino más bien que el mundo es tan malo que se necesita un gran tipo de amor para amarlo, y mucho más amarlo de la manera que Dios lo hizo al dar a su Hijo por él.

El mundo representa a la humanidad pecadora que no es merecedora del amor salvador de Dios. Aparte del amor de Dios, el mundo está bajo la condenación de Dios. Pero en Cristo, los creyentes experimentan el amor de Dios, un amor sorprendente, redentor, e inagotable. Juan 3:16 no se trata de la grandeza del mundo, sino de la grandeza de Dios.


Publicado originalmente en Ligonier. Traducido por Emanuel Elizondo.
Imagen: Lightstock.
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