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El movimiento de los cuáqueros surge en Inglaterra en el siglo XVII. Fue fundado por George Fox (1624-1691), hijo de un tejedor, conocido en su comunidad como un hombre de indudable rectitud cristiana. Su madre también era una mujer reconocida por su piedad, de manera que Fox recibió una profunda formación religiosa que lo movió a procurar desde su juventud una vida cristiana coherente, apartada de la mundanalidad que se percibía en aquellos días en Inglaterra entre muchos que profesaban la fe.

Aunque Fox creía que la Biblia es la Palabra de Dios, también creía que era un libro cerrado para cualquiera que lo leyera sin una obra de iluminación de parte del Espíritu de Dios, a la que él llamaba la Luz Interior.

Fox congregó alrededor de sí a un grupo de seguidores que fueron conocidos originalmente como «Hijos de Verdad», y luego como «Hijos de Luz». Ellos creían que algo dentro de ellos les decía lo que estaba bien y lo que estaba mal, y que los movía de la falsedad a la verdad, de lo impuro a lo puro. El historiador Justo L. González dice al respecto:

Esta luz es una semilla que existe en todos los seres humanos, y es el verdadero camino que debemos seguir para encontrar a Dios. La doctrina calvinista de la corrupción total de la humanidad le parecía una negación del amor de Dios y de su propia experiencia. Al contrario, decía él, en toda persona queda una luz interna, por muy eclipsada que esté por el momento. A su vez, esto quiere decir que, gracias a ella, los paganos pueden salvarse. Pero esa luz no ha de confundirse con el intelecto ni con la conciencia. No se trata de una razón natural, como la de los deístas, ni tampoco de una serie de principios de conciencia que señalen hacia Dios. Se trata más bien de algo que hay en nosotros que nos permite reconocer y aceptar la presencia de Dios. Es por la luz interna que reconocemos a Jesucristo como quien es; y es también gracias a ella que podemos creer y entender las Escrituras. Luego, en cierto sentido, la comunicación con Dios mediante la luz interna es anterior a todo medio externo.

En cuanto a las iglesias existentes en Inglaterra en aquellos días, Fox no aceptaba ninguna de ellas, así como tampoco ninguno de sus credos ni de su teología. Tampoco creía en las escuelas teológicas ni en el entrenamiento formal para el ministerio.

Algunos creen que el nombre de «cuáqueros» se derivó de una frase que Fox pronunció ante un magistrado inglés, a quién Fox exhortó a temblar ante la Palabra del Señor. Otros piensan que se trata más bien de una referencia al entusiasmo que manifestaban en sus primeros días los seguidores de Fox y que los llevaba a temblar de emoción. Pero ellos preferían llamarse a sí mismos como «Sociedad de Amigos», basados en el texto de Juan 15:15.

Sus lugares de reunión eran excesivamente simples. No tenían púlpito. No cantaban… Se sentaban y esperaban en silencio a que el Espíritu los moviera. Si no había movimiento del Espíritu en cierto lapso de tiempo, ellos partían sin pronunciar ninguna palabra. Pero el Espíritu podía mover a uno de los «amigos» presentes, sea hombre o mujer, así como a varios a la vez. En ese caso, aquellos que eran movidos se levantaban y daban sus mensajes.

Este movimiento tuvo un crecimiento sorprendente, por cuanto habían muchos en Inglaterra que se sentían inconformes y disgustados por la tibieza y la mundanalidad que manifestaban muchas iglesias en aquellos días. El grupo de los cuáqueros era de apenas sesenta personas en 1654. Cuatro años más tarde, el número ascendió a treinta mil. Aunque fueron severamente perseguidos, no solo crecieron en Inglaterra, sino que llevaron sus doctrinas a Europa, África y América.


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