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Hace poco tiempo un amigo que dirige la alabanza en su iglesia me mencionó que su pastor quería que las reuniones dominicales fueran más emocionantes.

El diccionario Webster dice que emocionante significa “causar gran entusiasmo y fervor”. Ciertamente, nada debe causar mayor entusiasmo y fervor que una reunion con la iglesia para contar lo que Dios ha hecho para salvarnos de Su ira a través de la vida, muerte y resurrección de Jesús. ¡Todos nuestros pecados han sido perdonados! ¡Hemos sido adoptados a la familia de Dios! ¡Jesús ha triunfado sobre el pecado, la muerte, y el infierno! ¡Somos nuevas criaturas! ¡Somos parte del plan imparable, inmutable, implacable de Dios de tener un pueblo en la tierra que muestre Su gloria, verdad, justicia, amor, y compasión!

¿Qué puede ser más trascendental y emocionante que describir y deleitarse en esas realidades?

¿Aburrido o emocionante?

Pero no creo que era eso lo que el pastor de mi estaba buscando. Él veía que la gente estaba deambulando y quería que el líder de adoración hiciera algo al respecto.

Entiendo la aversión a las reuniones aburridas. He participado en ellas y las he dirigido. Silencios incómodos. Predicadores monótonos. Sin progresión evidente. Lo mismo, una y otra vez. Gente disimuladamente mirando sus relojes cada cinco minutos. Ningún sentido de expectativa. Ningún interés.

En respuesta, un número creciente de iglesias han tratado de añadir elementos a sus reuniones que las harán más “emocionantes”. Un reloj de cuenta atrás antes del servicio. Vídeos a toda velocidad. Dramas cautivadores. Humor creativo. Maestros de ceremonias energéticos. Más canciones alegres. Máquinas de humo. Espectáculos de luz. Todo con una mentalidad que ve que cualquier momento sin planificar es un asesino de la emoción.

Buscando la meta correcta

Nuestras vidas no son una cadena interminable de signos de exclamación (!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!), ¿cierto? Nuestras reuniones no deberían serlo tampoco.

Dios nunca dice que el objetivo de la reunión de la iglesia es emoción. Es la edificación para la gloria de Dios. Nos reunimos para fomentar en los unos a otros el amor y las buenas obras, no simplemente para tener un momento emocionalmente electrizante. Nos reunimos para contemplar la gloria de Dios en Cristo por medio de Su Palabra, respondiendo en maneras apropiadas a su auto-revelación (He. 10:24; 2 Co. 3:18).

Eso no significa que reunirnos como iglesia no debe ser un evento que conmueve nuestra alma. Tenemos todas las razones cuando estamos juntos para estar entusiasmados con lo que Dios ha hecho por nosotros en Cristo. Pero eso no significa que debemos tener como objetivo un evento emocionante, lleno de adrenalina, de alta energía, y producido de manera profesional. Esta estrategia deja poco espacio para participar en expresiones normales en los cuales los exiliados electos caminan a un nuevo hogar (1 Pe. 1:1-2). Expresiones como la desorientación (Sa. 42:1-5).  El dolor por el pecado (Sa. 38:1-8). Aflicción (Ro. 12:15). Una conciencia humilde de nuestra condición de criaturas ante nuestro Creador (Sa. 95:6-7). Sin mencionar reverencia y temor (He. 12:28).

Nuestra mayor necesidad cuando nos reunimos no es simplemente sentirnos emocionados, sino encontrar a Dios; comprometernos con la certeza de Su soberanía, la realidad de Su autoridad, la comodidad de Su misericordia en Cristo, y la promesa de Su gracia. Tenemos que ser fortalecidos para las batallas contra el mundo, la carne y el diablo que nos enfrentaremos cuando nos despertamos lunes por la mañana, si no antes. Solo entusiasmo emocional, sin importar cómo es producido, no será suficiente. Necesitamos la Palabra de Dios claramente expuesta, el evangelio de Dios claramente presentado, y la presencia de Dios claramente experimentada. Necesitamos liturgias intencionales y diseñadas adecuadamente, que cultiven el honor hacia Dios, y pensamientos y deseos de exaltacion a Cristo. Nuestros esfuerzos para hacer que nuestras reuniones sean más emocionantes en realidad pueden terminar ocultando lo que nuestras congregaciones realmente necesitan.

Hacia una emoción más profunda

La alternativa de hacer nuestras reuniones más “emocionantes” no es tratar de aburrir a la gente. Pero los servicios dominicales no son las celebraciones de año nuevo. No son conciertos de rock. No son un show de porristas. No son finales de la copa mundial. Son algo mucho más cotidiano y al mismo tiempo algo mucho más eterno y cósmicamente significativo. Nuestras plataformas, luces, transiciones, tecnología, videos, sistemas de sonido, efectos visuales y creatividad no lo hacen así. Cristo morando en medio de Su pueblo a través de su Espíritu Santo lo hace así. Es por eso que si entendemos lo que está pasando, compartir el pan y la copa durante la Santa Cena puede ser uno de los momentos más importantes de nuestra semana, trascendiendo lo “grandioso” de cualquier campeonato mundial de deportes.

Cada domingo llegamos a reunirnos con los santos que Cristo ha redimido y formado a través de Su muerte en la cruz. Nos unimos con las huestes del cielo alrededor del trono (He. 12:22-24). Dios habla con fuerza y ​​de manera personal a nosotros a través de la Palabra predicada. El Dios Trino se revela y forma la Iglesia a través de varios regalos, actos de servicio y actividades (1 Co. 12:4-6). ¿Qué podría ser más emocionante?

¿Deberian ser nuestras reuniones ser emocionantes? Absolutamente. Pero asegurémonos de que sean emocionantes por las razones correctas. Estamos recordando y celebrando el hecho de que Jesús, el Hijo de Dios, se vistió a sí mismo en nuestra carne, recibió la ira de Dios en nuestro lugar, resucitó de entre los muertos, y ahora está reinando e intercediendo por los que le pertenecen hasta que vuelva a vencer el mal y pasar la eternidad con su esposa, la Iglesia.

Y no importa cuántas veces se nos recuerde esto, es emocionante.


Publicado originalmente en Worship Matters. Traducido por Susana Morana.
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