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El martes 17 de mayo, el presidente de México, Enrique Peña Nieto, firmó una iniciativa para reconocer en la Constitución Mexicana el matrimonio entre personas del mismo sexo. No solo soy mexicano, sino pastor de una iglesia en la Ciudad de México, donde se establece el precedente para el resto de nuestro país. Y sabemos que este no es más que un sintoma de un mundo caído, en franca oposición al diseño de Dios.

Entonces, ¿qué representa esto para nuestra iglesia? ¿Cómo debemos reaccionar? Como cristianos que afirmamos la moralidad bíblica establecida por Dios, nos llenamos de tristeza al ver la dirección en que no solo nuestro país, sino la mayor parte del mundo occidental está dirigiéndose desde hace varias décadas ya. Estamos conscientes que cada vez será más difícil hablar de una conducta sexual como pecado sin ser catalogados como intolerantes y anticuados. Sin embargo, nuestra tarea como iglesia es ser columna y sostén de la verdad (1 Tim. 3:15). Esto significa que tenemos que seguir proclamando lo que sabemos que es verdad sin importar las consecuencias.

Con eso en mente, es posible decir la verdad de una manera errónea y con un enfoque equivocado. Así que quiero brevemente señalar cinco advertencias o exhortaciones para la iglesia cristiana que se encuentra en una sociedad que le acepta cada vez menos:

  1. La convicción bíblica no debe mostrarse con ira. Podemos decir que el homosexualismo es pecado sin reflejar amargura e ira contra aquellos que viven y defienden este estilo de vida (1 Ped. 3:15). ¿No éramos también nosotros en otro tiempo lo mismo que ellos? (Ef. 2:1-3) ¿No es por gracia que hemos sido salvados? (Ef. 2:8). Por tanto, mostremos la misma gracia a otros que Dios nos mostró primero.
  2. Dios sigue estando en control. ¿Cómo podemos reflejar nuestra confianza en la soberanía de Dios si actuamos como si el mundo estuviera fuera de control? En Eclesiastés 7:10 el predicador nos invita a no quejarnos del presente como si el pasado fuera mejor. Eso es como decir que Dios no sabe lo que está haciendo. No debe sorprendernos. La misma Biblia nos muestra que los últimos tiempos serán caracterizados por la inmoralidad. Sintamos tristeza por el pecado que nos rodea, pero también gocémonos porque las señales del fin están mostrándose cada vez más, y eso significa que Jesús viene pronto. Cobremos ánimo. Al final Dios peleará la batalla, no nosotros. Si estamos en Cristo, estamos del lado correcto (Rom. 8:31-39).
  3. La aprobación social del pecado es síntoma de un problema mayor. Sobre la homosexualidad, por ejemplo, Romanos 1 nos muestra que la raíz del problema es el intercambio que hacemos como sociedad del Creador por la creación. ¿Podemos esperar que una persona no regenerada ame la ley de Dios? Dios nos ha puesto en este mundo para ser sal y luz (Mt. 5:13-16). Debemos ser más duros con aquellos que se dicen ser cristianos y viven en pecado que con aquellos que naturalmente viven en pecado, puesto que no han conocido la gloriosa revelación del evangelio en sus vidas (1 Co. 5:9-13). Brillaremos más donde no hay luz.
  4. Las leyes de un país no son la solución, sino el evangelio. El problema de nuestros países no son sus leyes. Amamos nuestro pecado. Lo defendemos. Lo justificamos. Solo un cambio de corazón puede hacer que una persona muera al pecado. Podemos tener un país de leyes moralmente bíblicas lleno de gente dirigida al infierno. El heterosexualismo nunca ha salvado a nadie de la ira de Dios. Mi deseo es que la iglesia de Cristo sea conocida más por hablar del evangelio, que pone a todos los descendientes de Adán con el mismo problema, que por denunciar moralidad externa, que solo denuncia los pecados más escandalosos.
  5. Sigamos predicando la Biblia. Lo que creemos y predicamos no son nuestras opiniones, sino la verdad de la Palabra de Dios. Recordemos que la verdad no es relativa. La verdad no depende de lo que cree la mayoría, sino de lo que Dios ha establecido como su ley. Si decimos que creemos la Biblia, tenemos un buen argumento para estar en desacuerdo con nuestras leyes y nuestra sociedad: Dios lo dice, no yo.

Vivamos con creciente ánimo, con valor, y continuemos predicando las buenas nuevas a un mundo que tanto lo necesita. Eso es lo que glorificará a Cristo en su iglesia.

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