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Esta mañana, después de dejar a mis hijos en el colegio, intenté orar. Debió ser algo fácil, ya que estaba solo en el carro. Pero no podía enfocarme ni tenía el deseo. Mi alma se sentía distraída, apática, e indiferente.

Afortunadamente, las nubes se disiparon. Alabado sea a Dios; siempre se disipan las nubes. Poco tiempo después estaba transitando por la carretera, en comunión con mi Rey, disfrutando su presencia. ¿Alguna vez te has sentido como yo me sentía esta mañana, distante de Dios? Si tu respuesta es sí, he aquí el secreto para un cambio radical y rápido.

Ese es el segundo párrafo que yo hubiese preferido escribir. Quizás es el que tú preferirías leer. Pero no es certero. La verdad es más complicada, más como…

Nada cambió mágicamente en la carretera. Desde ese entonces llegué a una cafetería, donde estoy sentado, todavía estancado en mi aturdimiento espiritual. Hoy, Dios parece distante y no estoy completamente seguro de la razón. No tuve un mal día ayer. Mi esposa y yo no peleamos esta mañana. No estoy enfrentando una gran prueba en casa, fecha límite en el trabajo, o conflicto en la iglesia. Desearía, entonces, poder decir que hoy se siente increíblemente extraño. Sin embargo, se siente como un martes seminormal.

¿Qué debemos hacer en esos días, o aún meses o años, cuando el Señor parece distante? No, no hay una fórmula mágica. Pero cuando Dios se siente más como un concepto que como una realidad, hay por lo menos tres formas de cultivar un sentido de su cercanía.

1. Busca

Cuando mi débil intento de orar no funcionó, ¿qué debía haber hecho? Debí continuar intentándolo. Usualmente los momentos en los cuales no queremos orar, después de todo, son los momentos donde más necesitamos orar.

Ahora bien, este llamado de continuar sería desmotivante, por no decir infructífero, si sirviéramos a un Dios difícil de alcanzar. Pero no es nuestro caso. Escucha la promesa de Lamentaciones 3:31-33:

“Porque el Señor no desecha para siempre;
Antes si aflige, también se compadece según la multitud de sus misericordias;
Porque no aflige ni entristece voluntariamente a los hijos de los hombres”.

“Voluntariamente” es una palabra hermosa. Esto no quiere decir que Dios no sea soberano, eso sería espantoso. Otras traducciones lo expresan de esta manera:

  • “El Señor nos hiere y nos aflige, pero no porque sea de su agrado”. (NVI)
  • “Porque Él no castiga por gusto ni aflige a los hijos de los hombres”. (NBLA)

Si estás pasando por un tiempo difícil, el Dios del cielo no está jugando contigo. Él no está jugando un juego cósmico cruel. Él no encuentra gozo alguno en verte sufrir

Este es el punto: si estás pasando por un tiempo difícil, el Dios del cielo no está jugando contigo. Él no está jugando un juego cósmico cruel. Él no encuentra gozo alguno en verte sufrir.

Así que continúa clamando a Él, aún cuando parece que tus palabras están rebotando contra el techo. Él está escuchando y Él te ama.

2. Examina

El pecado no confesado, la Biblia repetidamente advierte, es un estorbo en la intimidad con Dios. Si te estás sintiendo alejado de Él, aprovecha la oportunidad para evaluar la situación. ¿Hay un área de tu vida en la que estás en franca rebeldía contra su Palabra? ¿Estás excusando, o al menos consintiendo, algún pecado secreto?

Los pecados no son meras multas de tránsito divinas, son agresiones personales contra un Dios santo. La desobediencia, entonces, siempre lleva a un distanciamiento. Sin embargo, las páginas de la Escritura traen buenas noticias: “El que encubre sus pecados no prosperará, pero el que los confiesa y los abandona hallará misericordia” (Pr 28:13).

El Dios de santidad es, asombrosamente, también el Dios de misericordia. Él se deleita en perdonar, y abrazar, a los rebeldes que se humillan en arrepentimiento. ¿Cuándo fue la última vez que meditaste en las palabras de 1 Juan 1:5-10? Lee el pasaje lentamente, en oración, y de manera reflexiva. ¿Estás ocultando algo en la oscuridad que necesita ser expuesto a la luz? Tal pregunta puede parecer aterradora, pero en realidad es liberadora. La oscuridad, después de todo, es dónde el pecado crece y los creyentes se marchitan; la luz es donde el pecado se marchita y los creyentes crecen.

Pero, no hagas esta examinación a solas. Sal de las tinieblas hacia la luz de la comunidad bíblica. Aquellos que han empezado a seguir la luz del mundo no son aptos para la oscuridad del aislamiento (Jn 8:12). Así que conoce a otros hijos de la luz y permite que ellos te conozcan (Jn 12:36; Ef 5:8; Fil 2:15). Abraza una iglesia saludable, sometiendo tu vida a la supervisión de sus pastores y al cuidado y la rendición de cuentas de sus miembros.

La oscuridad, después de todo, es dónde el pecado crece y los creyentes se marchitan; la luz es donde el pecado se marchita y los creyentes crecen

¿Deseas sentirte cerca de Dios? Acércate a su pueblo.

3. Mira fijamente

Quizás la mejor manera de acercarse a Dios es reflexionar en lo que Él ya ha hecho para acercarse a ti.

¿Hasta dónde llegará Dios para acercar a un pueblo inmerecedor hacia Él? Dos milenios atrás, culminando en una pequeña colina en las afueras de Jerusalén, Él dio su respuesta. Colgando de una cruz romana, el Hijo eterno de Dios cerró la brecha infinita.

Cuando Satanás te tiente a la desesperanza, a temer que Dios se ha olvidado de ti o te ha abandonado, piensa otra vez en el abismo eterno que el Calvario cerró. “Pero ahora en Cristo Jesús, ustedes, que en otro tiempo estaban lejos, han sido acercados por la sangre de Cristo” (Ef 2:13). Creyente, la lejanía no te define. La cercanía sí.

Sí, a veces te sentirás distante de Él, pero cómo te sientas no siempre indica lo que es verdad. Mira fijamente y con frecuencia, la escena en la cual la resolución de Dios de acercarte a Él mismo alcanzó su clímax sangriento.

Un abrazo cercano

Empecé con una confesión un tanto vergonzosa, si no poco común, sobre mi mañana. Sentirse lejos de Dios es, para muchos de nosotros, una experiencia dolorosamente regular en este mundo caído. Claro, muchos cristianos se sienten distantes de Él por razones más lamentables: una ola de sufrimiento ha estrellado contra sus vida, causando estragos y dejando a su paso preguntas no deseadas y un dolor incalculable.

Me recuerda a Joni Eareckson Tada; ya han pasado más de 50 años desde que un accidente de buceo la dejara paralizada del cuello hacia abajo. Así es como ella testifica, desde la plataforma de una silla de ruedas, del carácter fiel de Dios: “Él ha escogido no sanarme, sino sostenerme. Mientras más intenso es el dolor, más cercano es su abrazo”.

Ya sea que tus circunstancias parezcan algo común o devastadoras, hay un Padre que quiere que conozcas la cercanía de su abrazo. Él es bueno. Él es poderoso. Él está cerca. Creyente, porque estas cosas son verdad, tú nunca eres olvidado ni abandonado.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
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