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Si me preguntas, ¿qué es lo más importante acerca de la historia de la Iglesia?, déjame decirte primero dos cosas. Lo primero, este es un tema que me apasiona, por lo que se me hace difícil resumirlo así bien rápido. Y lo segundo, yo no creo que haya una sola cosa que sea lo más importante que debes conocer. Déjame decirte tres:

1. Es necesario olvidarse que hubo un tiempo de la “iglesia perfecta”.

La gente habla muchas veces de la iglesia primitiva o de la iglesia antigua o de la iglesia apostólica como la iglesia perfecta, a la cual tenemos que retornar o “que si tan solo fuéramos como la iglesia primitiva…”. Recuerda que la iglesia apostólica fue la iglesia donde tenían grandes luchas con el evangelio, donde no entendían bien cómo el evangelio se relacionaba con la Ley, como pasó con los gálatas; donde había cristianos emborrachándose con la santa cena, como pasó con los corintios.

Entonces, no podemos pensar que había una iglesia perfecta allá con los apóstoles, pero tampoco la hubo en la iglesia primitiva o en la iglesia antigua donde nosotros tenemos grandes desviaciones, incluyendo la adoración a mártires, y grandes malentendidos acerca de la Trinidad y la segunda persona de la Trinidad, la persona de Jesús.

Los padres de la iglesia son un placer leerlos pero cuando los lees, tú también ves que hay muchas cosas que ellos no entendieron perfectamente o correctamente. Igual con la Reforma Protestante. Hay cosas que amamos: yo amo profundamente leer a Calvino, leer a Lutero pero muchas de las obras finales de Lutero tú no las quisieras disfrutar hoy; y hay cosas que Calvino dice que tú dirías “hmm…”. Bien nos decía este obispo del siglo XII: “Nosotros somos como enanos, que estamos sobre hombros de gigantes, que podemos ver mas y mas lejos no porque nuestros ojos sean mejores, sino porque su altura le añade a la nuestra”.

Así que, no hubo una iglesia perfecta, no hubo el momento exacto que toda persona debe volver.

2. La Iglesia siempre ha sido Iglesia.

Ese es el segundo punto que creo es necesario tratar, y es el hecho de que siempre ha existido una Iglesia. Dios siempre ha guardado personas.

Eso me recuerda a la historia con Elías que estaba deprimido porque no veía a nadie con él que estaba sirviendo al Dios verdadero, y Dios le decía que había guardado a todos esos hombres cuyas rodillas no habían doblado ante Baal; pues siempre han existido hombres y mujeres que Dios ha guardado. A pesar que no sean tan visibles o sean tantos.

Entonces, aun en la edad media, por ejemplo, la iglesia medieval donde conocemos menos, tú encuentras desde Agustín hasta Tomás de Aquino con cosas que pudiéramos estar de acuerdo y en desacuerdo. Con Crisóstomo, Thomas Kempis, y Gregorio el grande, igual que tienen grandes, grandes verdades en sus libros, que tú dices “este es mi hermano en la fe”, aunque vemos cosas diferentes. O sea que siempre ha existido una iglesia desde que Cristo la dejó. De hecho bien nos enseña la Palabra que las puertas del Hades no prevalecerían contra ella, porque Cristo edificaría su iglesia sobre su nombre, sobre la confesión de quien Él es.

Entonces, por un lado, nunca ha habido iglesia perfecta, y por otro lado siempre ha existido Iglesia desde que Cristo llegó y la instauró.

3. La Iglesia siempre ha tenido que levantar la bandera del evangelio en contra de las corrientes de ese mundo

Por ejemplo, puede que hoy nosotros veamos muchas luchas en contra de la homosexualidad y del daño que esto puede causar a la sociedad y más importante quizás a cada individuo hecho a la imagen de Dios. Luchamos contra el aborto y las grandes mentiras que le hacen pensar a una mujer que lo que la hace libre es asesinar a su hijo. Pero hay muchas otras batallas hoy, que las seguimos luchando como empezaron nuestros antecesores o nuestros padres. Por ejemplo, todavía hoy luchamos contra el liberalismo teológico, eso tiene su bagaje hace 100, 200 años, pero de hecho en el Edén también empezó el liberalismo teológico.

Nosotros también tenemos que luchar mucho en América Latina principalmente en contra del animismo y estas creencias pseudoespirituales; contra un demonio una silla, un demonio en el aire, y un demonio de la voz. Yo tengo un demonio de gripe ahora, algunos pensarían. Pues déjame decirte que eso también se luchó en la iglesia primitiva o en la iglesia antigua y también se luchó en la edad media y de hecho según puedo leer un poquito en 1 Corintios 8, también se luchaba en Corinto. O sea que la Iglesia siempre ha tenido que luchar contra ciertas corrientes en su momento.

Aunque ciertamente han habido momentos mas enfáticos, yo creo que hoy nosotros tenemos que levantar la bandera de la centralidad del evangelio ante el legalismo y el evangelio de la prosperidad, igual como nuestros antecesores tuvieron que levantar la bandera del evangelio, o de la verdad del evangelio ante la locura de la teología liberal y de hecho en la iglesia reformada o la iglesia en el tiempo de la reforma tuvo que luchar entre el total oscurecimiento de lo que la iglesia misma es y de lo que la Palabra enseña, y la iglesia antigua tuvo que luchar contra el entender correctamente ¿”qué es la Palabra de Dios?” y quizá lo más importante o al menos igual de importante, entender correctamente quién era Jesús y quién es esa hermosa Trinidad que nos ha salvado. Así, la iglesia apostólica y así la iglesia de la edad media que también tuvo que luchar contra el animismo y contra entender su lugar en la sociedad y contra la separación sagrado/secular que existía.

Así que déjame recordarte, primero, nunca hubo una iglesia perfecta. Olvídate de eso, siempre ha habido grandes problemas. Segundo, siempre ha habido Iglesia, porque el Señor la instauró y depende de Él. Tercero, la iglesia siempre ha tenido que luchar, nunca ha sido todo perfecto, siempre ha habido que luchar y específicamente ser sabios contra que cosas hay que luchar. Con eso yo te diría: conoce un poquito más de nuestra amada historia, que no empezó hace 50, ni 10, ni 5 años. Somos cristianos porque muchos hombres y mujeres antes que nosotros lo fueron, y porque antes que ellos, nuestro amoroso Salvador descendió y nos hizo suyos.

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