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Para esta entrada de #CoaliciónResponde respondemos a la pregunta, “¿Puede un cristiano jugar a la lotería?”.


Las Escrituras hablan de pecados visibles y pecados secretos. Los secretos son en dos aspectos; por un lado, cuando se cometen en oculto del ojo del prójimo, excepto quien los hace, y por el otro, cuando ciertas actividades con apariencia de inocencia se convierten en pecado por una mala motivación. El juego de la lotería se hace pecado por causa de sus circunstancias o motivación.

En general, jugar números de la lotería es pecado porque en tal caso el individuo quiere hacerse rico sin trabajar, lo cual viola el orden divino: “…tengan por su ambición el llevar una vida tranquila, y se ocupen en sus propios asuntos y trabajen con sus manos, tal como les hemos mandado” (1 Te 4:11). Estamos llamados a vivir en tranquilidad, no en riquezas, la paz del corazón es un don de Dios no un fruto de las posesiones materiales.

En particular, debemos considerar dos textos que señalan dos razones por las que un cristiano no debe jugar números de la lotería: 1 Timoteo 6:9 y Proverbios 28:20.

El problema con querer ser rico

La primera razón es porque querer ser rico es una desgracia: “…los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo y en muchos deseos necios y dañosos que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición” (1 Tim 6:9). Este texto puede ser desglosado en dos partes. Por un lado, la descripción de las personas: “…los que quieren enriquecerse”; el mal no es ser rico, sino los que quieren serlo, lo cual sería indicativo más de mundanalidad que de cristianismo. Nota nuevamente el pecado en la motivación o circunstancia interna.

Por otro lado, el peligro de los tales: “caen en tentación y lazo y en muchos deseos necios y dañosos que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición”. El diablo primero los tienta y luego les pone lazo a sus cinturas, los esclaviza con el deseo de dinero, o que los amarra el deseo de ser ricos. Contrario a como ellos piensan, el final de los tales es dicho así: “hunden a los hombres en la ruina y en la perdición”. Esta motivación es como el tiro de la flecha, que el arquero fija la vista en el objetivo y luego se lanza la flecha para tratar de alcanzarlo. La persona pone su aspiración en el monto de la lotería, o lo que es lo mismo, como si su felicidad dependiera de la posesión de bienes materiales, su motivación es el monto del premio o dinero.

Lo malo no es tener, sino que nuestros sentimientos estén afectados por poseer grandes cosas: “Señor, mi corazón no es soberbio, ni mis ojos altivos; no ando tras las grandezas, ni en cosas demasiado difíciles para mí” (Sal 131:1). Es malo preferir nuestra propia voluntad que la voluntad de Dios. Los cristianos son peregrinos, ellos no moran sobre la tierra, sino que van de paso hacia el cielo.

Cuando nuestra vista está en la tierra

La segunda razón por la que un cristiano no debe jugar la lotería es porque pone el interés terrenal por encima de la conciencia y los deberes: “El hombre fiel abundará en bendiciones, pero el que se apresura a enriquecerse no quedará sin castigo” (Pro 28:20). Cuando el propósito del corazón es el dinero, el individuo no cuidará los medios para obtenerlo, no le dará importancia a cómo hace el dinero. La codicia es inconsistente con la fe cristiana: “El que ama el dinero no se saciará de dinero, y el que ama la abundancia no se saciará de ganancias. También esto es vanidad” (Ecl 5:10). Cuando los hombres viven con el pan necesario, sus aspiraciones son modestas, pero cuando aman el dinero se hacen como insaciables. Se podría decir que cuando alguien compra números de la lotería para ser rico, entonces está pidiendo alejarse de Dios. Son como los ríos caudalosos, que para mantener su cauce necesitan el concurso de muchos arroyos.

Alguien dirá: “Entonces el cristiano debe ser un conformista”. No, de ninguna manera, pero sí debe ser un hombre que persigue el contentamiento de corazón. Los hijos de Dios no viven conforme al mundo, en donde el fin justifica los medios de alcanzarlo, sino que sus aspiraciones de prosperidad y progreso las procuran en ejercicio de medios legítimos y con el fin especifico de que Cristo sea, no blasfemado por su conducta, sino agradado en todo. El conformismo tiende a crear negligencia, en cambio el creyente está mandado por Dios a lo contrario. Estos textos hablan de la actitud del cristiano frente a la prosperidad material: “Pobre es el que trabaja con mano negligente, pero la mano de los diligentes enriquece…. Los proyectos del diligente ciertamente son ventaja, pero todo el que se apresura, ciertamente llega a la pobreza” (Pro 10:4; 21:5).

Sé rico con Dios, no con los hombres

Cuando un individuo toma el atajo de la lotería, la rifa de aguante, la caraquita, la lotería en general, es porque quiere ser rico para con los hombres, y no para con Dios. Pero el cristiano tiene otra mente: “No acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre destruyen, y donde ladrones penetran y roban; sino acumulen tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni la herrumbre destruyen, y donde ladrones no penetran ni roban; porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón” (Mt 6:19-21). El dinero tiene el fuerte encantamiento de atar el corazón a esta tierra; es tanto, así que la Biblia llama la codicia como idolatría: “Por tanto, consideren los miembros de su cuerpo terrenal como muertos a la fornicación, la impureza, las pasiones, los malos deseos y la avaricia, que es idolatría” (Col 3:5). Amén.


#CoaliciónResponde es una serie donde pastores y líderes de la iglesia responden a inquietudes que llegan a Coalición por el Evangelio por diversos medios, y que son parte de las inquietudes que caracterizan la iglesia en nuestra región. 

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