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Nota del editor: 

John Piper, fundador y profesor en desiringGod.org, canciller del Colegio y Seminario Bethlehem, y miembro del Consejo TGC, nos habla sobre cómo procesamos los fracasos morales de nuestros héroes históricos (como George Whitefield, Jonathan Edwards, Martin Luther King Jr., y Martin Lutero), mientras continuamos aprendiendo de ellos.

Diré, antes incluso de mencionar los detalles, lo difícil que encuentro esta pregunta. Y tal vez mencionaré un par de razones. Pero aquí está lo que tengo en mente…

Por ejemplo, Martin Lutero y su virulento antisemitismo. John Wesley, quien no era el marido más atento, ni tampoco lo era [George] Whitefield. Whitefield y Edwards poseían esclavos. Edwards tuvo uno o dos en toda su vida, probablemente. Martin Luther King Jr., infiel a su esposa repetidamente en su mala conducta sexual. Y por supuesto, la lista podría seguir y seguir.

Una de las razones por las que esto es tan difícil para mí es porque, en tan solo este grupo, los pecados son tan diferentes de persona a persona. Los tiempos y las expectativas en que vivían eran diferentes. Los niveles de conciencia acerca de si estaban pecando (algunos creyendo que no, algunos creyendo que sí) son diferentes en cada uno de esos casos. Está el nivel de conflicto en su propia alma que ni siquiera podemos ver, pero a veces se expresa. Y el nivel de contrición que emerge, tal vez, al final de su vida. Estoy pensando en Lutero, en particular, con eso.

En otras palabras, todos estos factores podrían ser relevantes para saber si vas a poner el pecado de alguien en la categoría de 1 Corintios 6:9-10, donde Pablo dice que los que hacen tales cosas “no heredarán el reino de Dios”. Así que pudiéramos decir que un Martín Lutero, o un Whitefield, o un Edwards, o un Martin Luther King no eran salvos. No fueron regenerados. Esa es una acusación realmente grande, y muy difícil de hacer desde la distancia de cientos de años o décadas.

Así que esto es lo que pienso. Mi enfoque de la vida sería algo así: sé parte de una iglesia local. Y si conoces a alguien en tu iglesia, en tu esfera de influencia, que camina en pecado de racismo sin arrepentimiento, o antisemitismo, o inmoralidad sexual, entonces ve a esa persona, exhórtala, y pídele que se arrepienta. Y luego sigue los pasos de Mateo 18, y si es necesario, lleva a esa persona a la disciplina de la iglesia, y si es necesario, se le excomunica de la iglesia. Esa es la manera en que lidiamos con el pecado en nuestras vidas.

Ahora, ¿qué pasa con aquellos que están muertos, que han escrito libros que hemos encontrado útiles? Y creo que algunas cosas nos guiarían aquí. Necesitamos reconocer y estar listos para admitir lo peor. Es posible que una persona que hemos admirado no sea regenerada. Y creo que debemos esperar lo mejor, y debemos ser lentos para aprobar el juicio final sobre un Lutero, un Edwards, o un King.

En lugar de eso, creo que debemos estar conscientes de sus pecados y reconocerlos. Nombrarlos y no hacernos de la vista gorda. Mencionar el pecado. Y debemos tomar ese pecado y estar conscientes de sus posibles efectos en sus libros. Y eso es realmente importante. En otras palabras, si decimos: “Aquí hay un hombre racista”, ¿qué podría haber sido afectado por eso en su teología o en sus sermones, para que no nos contaminemos con eso? Así que creo que si estamos dispuestos a seguir eso, entonces a donde llegamos es a agradecer que podemos juzgar la utilidad de sus escritos por la Escritura y no por su vida.

Si lees un sermón, y digamos que ni siquiera sabes quién lo escribió, y el sermón te ministra profundamente, y entonces descubres que la persona tenía pecado grave en su vida, ¿anula eso el efecto espiritual de la verdad? Y la respuesta es que no debería, si existe una verdadera garantía bíblica para esa verdad.

Dios usa a personas defectuosas, incluso para escribir la Escritura.

Y quizá lo último a decir en esta inadecuada respuesta es que la Biblia misma nos alienta en que Dios usa a personas defectuosas, incluso para escribir la Escritura. Recientemente quedé estupefacto pensando nuevamente en la vida de Moisés. Lo último que vemos con Moisés es que Dios le dice severamente: “No me creíste en las aguas. Golpeaste la roca, me desobedeciste. No creíste en mí. No entrarás en la tierra prometida”. Así que aquí está un hombre que está escribiendo los primeros cinco libros de la Biblia, y se le prohibe entrar en la tierra prometida porque su desobediencia era tan grave, que Dios ni siquiera le dejó poner el pie en esa tierra prometida.

Y luego tenemos a Pedro, que en Gálatas 2 está abandonando cualquier asociación con los gentiles, totalmente fuera de tono con su propia doctrina de la justificación por la fe. Y Pablo tiene que ponerlo en su lugar. Y sin embargo me encanta el libro de 1 Pedro. Me fascina, porque es verdad.

Así que creo que probablemente debemos ser lentos para juzgar y, sin embargo, nunca hacernos la vista gorda de los pecados de ningún pastor o escritor. Tráelos a la luz. Está atento a cómo esos pecados podrían haber influido en sus escritos, y luego benefíciate de sus escritos hasta el grado en que estén en sintonía con las Escrituras.


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Kevin Lara
Imagen: Lightstock.
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