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En una ocasión tuiteé lo siguiente: “En nuestra iglesia queremos que nuestra música sea lo mejor posible sin que las personas vengan a nuestra iglesia por ella”. Algunas de las respuestas fueron muy reveladoras. Algunas personas, como sucede a menudo, aparentemente leyeron algo que no escribí, y me preguntaron por qué quería promover la mala música, y por qué estaba en contra de que la gente encontrara atractiva la música. Para dejarlo claro, no soy fanático de la mala música (ya sea en letra, tonada, o estilo), y no estoy en contra de que la gente sea atraída a la música (y a las artes en general).

Analizándolo bien, sin embargo, encuentro que ese salto a escuchar lo que no dije es una indicación de un problema fundamental. Sucede siempre que hablo en contra del pragmatismo, y me preguntan por qué estoy a favor de las cosas que no son prácticas. Pero el pragmatismo y la cosas prácticas no son lo mismo. Tampoco es ese paradigma del “movimiento de la iglesia atractiva” idéntico a querer una iglesia que atraiga. Solamente piensan así en entornos donde el medio se ha convertido en el mensaje (una disculpa a Marshall McLuhan). Aquellos que han crecido o están involucrados en el movimiento de la iglesia atractiva muchas veces no pueden ver la enfermedad eclesiástica a su alrededor.

Cuando nació, el movimiento de la iglesia atractiva (o “sensible al buscador”, como solía ser llamada) se trataba de tener tanta gente como fuera posible dentro de las puertas para escuchar las buenas nuevas de Jesucristo. En mis días de ministerio juvenil, usábamos todas las formas tradicionales de seducir a adolescentes, como pizza, juegos tontos, y música estridente. Sin embargo, los servicios de la iglesia para adultos en este movimiento usaban versiones de estas mismas seducciones, supuestamente para contextualizar el mensaje. Algunos llamarían esta manera de ministrar una “venta con señuelo”: hazlos entrar con cosas que les llame la atención, y ya que los tengas cautivos, dales el evangelio.

Eventualmente el ‘movimiento de la iglesia atractiva’ se convirtió solo en el señuelo. Esa manera de hacer las cosas se parece a un caballo de Troya… pero sin gente adentro.

Pero algo malo sucedió. Como prueba de ese dicho que lo que usas para ganar a la gente es lo que la gente seguirá esperando, cada vez más el evangelio de la obra terminada de Jesucristo fue relegado al final del servicio, casi un apéndice a las cosas que en realidad eran el enfoque, e inclusive frecuentemente el evangelio se empujó al final de toda una serie de mensajes, eventualmente solo en ocasiones especiales, y al final ha sido reemplazado por completo con un legalismo que tintinea, o con un deísmo moralista y terapéutico.

Eventualmente el movimiento de la iglesia atractiva se convirtió solo en el señuelo. Esa manera de hacer las cosas se parece a un caballo de Troya… pero sin gente adentro.

Como resultado, muchas personas dentro de este sistema, que han sido pastoreadas por este sistema y se suscribieron a él, no pueden hacer diferencia entre la “iglesia atractiva” y una iglesia que atrae, entre lo práctico y lo pragmático. Cuando perdemos la centralidad del evangelio, perdemos la habilidad de pensar bien.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Emanuel Elizondo.
Imagen: Lightstock.
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