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“Deseen como niños recién nacidos, la leche pura de la palabra, para que por ella crezcan para salvación, si es que han probado la bondad del Señor” (1 Pedro 2:2-3).

En este pasaje tenemos un llamado a reconocer la importancia de la Palabra de Dios para alimentarnos bien de ella y para que podamos experimentar un crecimiento espiritual óptimo.

Pedro nos hace un llamado a desear como bebés esa leche materna no adulterada. La Palabra de Dios tiene la cualidad espiritual de revelarnos cómo somos realmente, y por la obra de su Espíritu, llevarnos a reconocer en nuestro corazón nuestra gran necesidad al ver la santidad de Dios y sus atributos divinos. En la Palabra, también podemos ver la maravillosa historia de redención que ha venido tejiendo a lo largo de los siglos, y mirar cómo cada historia apunta a la provisión de Dios en la obra de su Hijo en la cruz del Calvario.

A veces, como líderes espirituales, puede ser frustrante animar a los hermanos en la fe al ver qué tan poca de su atención y su tiempo es dedicado al estudio de la Palabra. Esto es así hasta que reconocemos que nosotros mismos podemos pensar que ya lo hemos oído todo, especialmente si trabajamos o crecimos en la iglesia. Las innumerables clases de escuela dominical, campamentos y retiros, reuniones en casas y reuniones de oración, pueden hacernos creer que ya no necesitamos tanto la Palabra de Dios.

Tenemos el problema de ver el estudio de la Palabra como una especie de clase de escuela, donde tenemos que hacer la tarea para “pasar” a otro grado académico al final del año escolar. O inclusive verla como un frío manual de operaciones para saber cómo conducirnos en este mundo. No llegamos a ver en la Biblia el delicioso banquete espiritual que representa.

El versículo de hoy refleja una relación interpersonal de amor profundo. Hace una comparación con la conexión afectiva de una madre con su pequeño bebé, que viene de esa asombrosa experiencia de haber dado a luz. Después del nacimiento, empieza esa relación de completa dependencia por parte del bebé hasta que vaya creciendo y pueda comer alimento sólido de acuerdo a su desarrollo y su necesidad. Esa dependencia al sustento diario durará toda la vida. Uno no se gradúa de necesitar comer todos los días. Entonces, es interesante notar que el desear la Palabra va en función de haber probado la bondad de Dios.

Las buenas noticias para ti y para mí son que, una vez que nacemos espiritualmente como una obra de la gracia de Dios, es necesario continuar saboreando diariamente su bondad. Reconozcamos a lo largo del día cada circunstancia y momento difícil, como algo que viene de un Padre Celestial bueno y amoroso que cuida de sus hijos. Esto hará crecer en nosotros el deseo de encontrarnos con Él en su Palabra y escuchar de su corazón, su intención de relación de amor, y comunión con nosotros.

Piensa en esto hasta que tu corazón responda gozosamente en adoración.


Imagen: Lightstock.
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