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En su libro Bullies and Saints [Matones y santos], John Dickson presenta a Alcuin de York (735-804), a quien reconoce como «el más grande europeo del cual nunca has oído».[1] Su importancia radica en que es considerado como la persona que persuadió a Carlomagno para que realizara reformas educativas que se expandieron e influyeron sobre el continente europeo por varios siglos, aun seis siglos antes del período conocido como Renacimiento.

La propuesta de Alcuin era fomentar una educación que no quedase restringida a la adquisición de conocimiento tradicional, sino que se base en un aprendizaje por amor al simple hecho de aprender. Pero no quedaría solamente como un emprendimiento intelectual, sino que luego se buscaría aplicar lo aprendido para «entender las cosas de Dios».[2] Él desarrolló un plan de establecimiento de escuelas para la instrucción de hombres y mujeres de todas las clases sociales. Alcuin le escribió a Carlomagno y le dijo que nada era más importante para la vida y el liderazgo que «la belleza de la sabiduría, la alabanza del aprendizaje y las ventajas de la erudición».[3]

No somos una generación más sabia

Este año que se inicia me ha llevado a reflexionar en el entusiasmo de Alcuin de York por el conocimiento, el apetito por aprender y su gran disposición para promover sin distinción una educación de calidad que era considerada como «un acto de devoción al Dios completamente sabio».[4] Algunos estudiosos califican que el esfuerzo de Alcuin por la instrucción permitió que Europa pudiera acopiar una inmensa cantidad de materiales de la literatura clásica antigua que fueron preservados, copiados y estudiados por eruditos cristianos en monasterios e iglesias durante la Edad Media. Todos esos materiales fueron usados para luego generar la enorme transformación de la civilización que llegó con el Renacimiento.

La gran mayoría de los debates teológicos que abusan de nuestro tiempo y consumen nuestras neuronas, no tienen ninguna intención práctica

No puedo dejar de pensar que nosotros también vivimos en un tiempo especial de acopio monumental de conocimiento. Esta vez ya no estamos copiando y preservando libros físicos de clásicos antiguos. No obstante, en cierto sentido, la tecnología sí nos está permitiendo tener acceso directo a un bagaje monumental de información y conocimiento preservado en el mundo virtual, que hubiera hecho palidecer de envidia a Alcuin de York.

Sin embargo, pocos se sorprenderían al oír que toda esa riqueza informativa colosal no está produciendo el resultado esperado. No creo que exista hoy una generación más sabia ni tampoco más santa producto de esa revolución tecnológica del conocimiento. Las discusiones sin fin, la «desinformación-informada», las teorías de conspiración, los comentarios sin mayor gracia o sin modales básicos superan en número a todo lo bueno que se sigue publicando cada segundo en el ciberespacio.

Ya se han hecho múltiples llamados a participar de la era de la información con un mayor discernimiento que incluya desde prudencia hasta decencia. Por lo tanto, no quisiera añadir más a todo lo que ya se ha escrito con tanta propiedad hasta ahora. Sin embargo, quisiera hacerte un llamado fundamental adicional en este inicio del año que considero vital para nuestra salud espiritual y nuestra efectividad como testigos cristianos. Me refiero a la necesidad de preparar el «entendimiento para la acción», es decir, salir del campo de la polémica teológica infructuosa del mundo virtual a la práctica virtuosa de la verdad bíblica liberadora en el mundo real.

Llamados a preparar el entendimiento

Eso es justamente lo que Pedro, ya anciano y preocupado por la iglesia y sus miembros, manifiesta de forma latente y hace evidente con sus palabras apasionadas y emotivas con la que desarrolla sus argumentos. Él empieza su primera carta con un llamado de atención a los cristianos para que no se olviden de quiénes son y de todo lo que han recibido en Cristo. Pero Pedro no está apelando simplemente a un esfuerzo intelectual o teológico. Por el contrario, el apóstol invoca y apunta a la obra redentora de Dios anunciada en el evangelio para mostrar que hemos nacido de nuevo a una esperanza viva y que somos herederos de una riqueza reservada en los cielos para los que pertenecen a Cristo (1:1-9).

Esta revelación es tan inmensa y tan radicalmente transformadora para tu presente y futuro, que Pedro señala que los profetas de la antigüedad «diligentemente inquirieron y averiguaron, procurando saber qué persona o tiempo indicaba el Espíritu de Cristo dentro ellos, al predecir los sufrimientos de cristo y las glorias que seguirían» (vv. 10-11). Ese carácter majestuoso de la revelación de Dios, que el Señor te entregó por gracia en Jesucristo y que los profetas del Antiguo Testamento investigaron y trataron de entender a cabalidad, ahora te obliga no solo a entenderla, sino también a vivirla en todas sus dimensiones. Esto es porque para ti ya no es una promesa para el futuro, sino una realidad vigente y transformadora que no puedes obviar en tu vida diaria.

Existe un efecto perjudicial en un desarrollo teológico meramente intelectual

Pedro usa para su exhortación una figura literaria judía que a los cristianos contemporáneos siempre nos ha costado entender porque no forma parte de nuestra realidad cultural. Pedro dice literalmente: «ceñid los lomos de vuestro entendimiento» (v. 13, RV60). Él no quiere que tropecemos con la grandeza de esa revelación que los profetas indagaron y los ángeles anhelaban mirar. En cambio, quiere que nos preparemos como un hombre diligente de su tiempo que recogía la túnica más arriba de las rodillas y se la «ceñía» con fuerza alrededor del cuerpo para no tropezar con sus pliegues mientras corría o realizaba actividades que requerían un mayor movimiento físico. Como podrás notar, la idea básica es poder vivir en esta nueva realidad espiritual entendida con tal precisión como para vivirla sin dificultad y de manera absolutamente práctica todos los días.

Las versiones más modernas han dejado de lado la oscuridad del texto para expresarlo con una mayor claridad contemporánea: «preparen su entendimiento para la acción» (NBLA); «estén preparados y usen su buen juicio» (DHH); «preparen su mente para actuar» (NTV); «dispónganse a actuar con inteligencia» (NVI); «Tengan, pues, a punto la mente» (BLPH); «estén atentos y piensen bien lo que van a hacer» (TLA). ¿Puedes percibir dónde está Pedro poniendo el énfasis? Sí, lo está poniendo en dos aspectos fundamentales: la preparación en el entendimiento y en la acción o la puesta en práctica de la verdad entendida.

Pongamos en práctica la Palabra

No creo que la gran mayoría de los generales guerreros teológicos de las redes sociales estén pensando realmente en usar sus afilados argumentos defendidos con pasión para que sus seguidores los apliquen con la menor dificultad en sus vidas. Lo cierto es que mucho de lo que leemos o vemos en las redes sociales, la gran mayoría de los debates teológicos que abusan de nuestro tiempo y consumen nuestras neuronas, no tienen ninguna intención práctica. Mucho menos un deseo de salir de la esfera virtual para impactar nuestra mera realidad para vivir como Cristo y darle la gloria a Dios en nuestro día a día.

Que el desafío para este año nuevo no sea solo adquirir más conocimiento intelectual

Mucha de esa discusión es fútil porque no considera lo que Jesucristo señaló con absoluta claridad respecto a una enseñanza religiosa y teológica meramente teórica que carece de urgencia por vivirla en la práctica. Él dijo que los escribas y fariseos eran considerados como hipócritas porque «dicen y no hacen. Atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con dedo quieren moverlas» (Mt 23:2-4). Tanto nuestro Señor Jesucristo como Pedro entendieron que existe un efecto perjudicial en un desarrollo teológico meramente intelectual que no involucra una intención inmediata y apasionada por ponerlo en práctica.

Aun la idea misma del discipulado cristiano involucraba una aplicación necesaria y evidente de todo aquella enseñanza que recibía el discípulo. Por eso Jesús encomendó que a los discípulos se les enseñe a guardar, es decir, poner en práctica todas sus enseñanzas (Mt 28:18-20). El componente práctico es ineludible. Santiago se une a ese mismo objetivo y también reafirma esta necesidad imperiosa cuando dice: «Sean hacedores de la palabra y no solamente oidores que se engañan a sí mismos» (Stg 1:22). Él continúa exhortando a permanecer en la ley perfecta de la libertad sin ser «un oidor olvidadizo, sino un hacedor eficaz [que será] bienaventurado en lo que hace» (Stg 1:25). No hay forma posible de agradar a Dios solo con destreza intelectual teológica o bíblica y tropiezo o ineptitud en la puesta en práctica de lo que la Biblia demanda para nuestras vidas.

Por lo tanto, quisiera finalmente exhortarte a que el desafío para este año nuevo no sea solo adquirir más conocimiento intelectual, ser más versado en teología y diestro en los debates que se encienden como fuego sobre paja seca cada par de segundos en las redes sociales virtuales. No, el llamado final con el cual te está desafiando Pedro es que adquieras tal destreza en tu entendimiento teológico, bíblico y del evangelio que se te haga virtualmente imposible no ponerlo en práctica de inmediato en tu vida diaria.

En este nuevo año, ¡prepárate para la acción!


[1] John Dickson, Bullies & Saints (Zondervan, 2021), 158
[2] P. 158
[3] P. 164
[4] Ibid. P. 164
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