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Cómo prepararse para el gimnasio: 4 cosas para llevar a tu entrenamiento

El año va comenzando y el gimnasio del vecindario está lleno. Corremos en las caminadoras, levantamos pesas, hacemos sentadillas. Algunos hacen spinning, mientras que otros nadan. Nos esforzamos por ser buenos administradores de los cuerpos que Dios nos ha dado, y el gimnasio puede ser un gran lugar para hacerlo.

Si se hace bien, el ejercicio puede aumentar la salud física, ayudarnos a practicar la disciplina, y revitalizarnos. Para los cristianos, los gimnasios también son excelentes lugares para conocer y establecer relaciones con los no cristianos, muchos de los cuales van al gimnasio en busca de comunidad tanto como para entrenar. Dicho esto, el gimnasio también puede ser un hervidero de pecado.

Se debe establecer desde el comienzo que, aunque algunos centros pueden contener hombres y mujeres a medio vestir, otros no. El primero debe ser evitado; este último se puede disfrutar. No todos los gimnasios son iguales, por lo que debes hacer tu tarea y elegir uno cuidadosamente.

Las tentaciones en el gimnasio van más allá de la lujuria. La comparación, el orgullo, y el enfoque en uno mismo también enredan a muchos. Entonces, mientras que un cristiano preparado en el gimnasio puede servir como un arma de destrucción masiva contra el enemigo, un cristiano mal preparado es un blanco fácil. Por esta misma razón, tenemos que estar equipados para la batalla para que podamos ir al gimnasio y cortar estas trampas con la espada del evangelio, en lugar de quedar atrapados en ellas.

¿Pero cómo? Aquí hay cuatro cosas que debes llevar cuando vayas al gimnasio.

1. Lleva un compañero

El primer paso para atravesar con éxito un campo minado es localizar las minas activas; el mismo principio es válido para caminar por los pisos de un gimnasio. Las minas de la tentación están enterradas por todas partes, algunas en áreas más obvias que otras. Esto es especialmente cierto dado que la mayoría de nosotros vamos al gimnasio en el camino hacia o desde el trabajo, la hora del día en que nuestras mentes están más fatigadas, distraídas, y descuidadas.

Entonces, ¿dónde están tus minas? ¿Te sientes tentado a mirar fijamente a la mujer en la cinta de correr, o al tipo en el bench press? ¿Eres un fanático de las casi infinitas paredes de espejos que te recuerdan que no eres tan fuerte, delgado, o hermoso como te gustaría ser? Tal vez eres un adicto al ejercicio, convencido de que si solo pasas un poco más tiempo en el gimnasio, finalmente lograrás tu objetivo de “estar en forma”.

No importa qué minas encuentres esperándote en el gimnasio, tendrás que prepararte para ellas con sabiduría y sobriedad. ¿Necesitas un compañero de entrenamiento que te recuerde la verdad y te haga responsable? ¿Te ayudaría escuchar música de adoración o un sermón para ahogar las mentiras que se oyen desde los televisores y altavoces? ¿Necesitas orar constantemente y pedirle a Dios que te ayude a hacer brillar su luz sobre ti mientras haces ejercicio?

2. Lleva tu identidad

Los cristianos tienen la gran bendición de entrar al gimnasio con una identidad, en lugar de ir al gimnasio en busca de una, porque: “Somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo” (Ro. 8:16-17). ¿Qué llamado más alto o mayor identidad podría haber? Aquellos que tienen la aprobación de Dios comprada con sangre, no necesitan buscar la aprobación temporal e inconstante de meros humanos. Dios puede aplaudir más fuerte y por más tiempo que las personas, por lo tanto, vivimos para su aplauso, no para el aplauso de ellos.

Los cristianos tienen la gran bendición de entrar al gimnasio con una identidad, en lugar de ir al gimnasio en busca de una.

Como herederos de Dios, también tenemos la esperanza de una eternidad con Dios, y esta promesa segura de la eternidad revela la necedad de almacenar nuestros tesoros en la Tierra. Esos tesoros del físico y la buena apariencia, aunque no intrínsecamente malos en sí mismos, son increíblemente temporales, y están destinados a pudrirse y a oxidarse con el paso del tiempo (Mt. 6:19). En la eternidad, sin embargo, nuestros cuerpos pesados ​​y perecederos serán absorbidos por un cuerpo celestial, uno que será imperecedero y resucitado en gloria y poder (1 Co. 15:42-43). Aunque damos gracias a Dios por nuestros cuerpos terrenales, y buscamos administrarlos bien con dieta y ejercicio, reconocemos su naturaleza temporal y los valoramos en este sentido.

3. Lleva alegría

Como aquellos aprobados por Dios, reconocemos que “el entrenamiento corporal tiene algún valor” (1 Ti. 4:8), y por lo tanto, subimos a las caminadoras, y ejercitamos los brazos con las mancuernas. Sin embargo, nuestra mayor prioridad es crecer en la piedad, la cual “es provechosa para todo, pues tiene promesa para la vida presente y también para la futura” (1 Ti. 4:8).

Entonces, en lugar de estar motivados por el tesoro terrenal de un cuerpo de portada de revista, somos estimulados por el tesoro eterno de un alma que ama a Dios. Es bueno que seamos administradores de nuestros cuerpos físicos, y trabajemos para construir o mantener una composición corporal saludable, pero nuestra principal preocupación no es tener bíceps sólidos, sino un corazón blando. Nuestro objetivo es salir del gimnasio con un mayor amor por Jesús que el que teníamos cuando llegamos. Para hacer esto, tomamos la alegría en serio.

Como dice el Catecismo menor de Westminster, nuestro objetivo principal es “glorificar a Dios y disfrutarlo por siempre”. Con una identidad firmemente arraigada en Cristo, los creyentes pueden hacer exactamente eso en el gimnasio.

Siente Su alegría mientras te involucras en ejercicios físicos, deportes, y competiciones. Permite que su deleite te llene en tu natación, carrera, estiramiento, o levantamiento. Maravíllate con Dios en la forma en que Él creó tu cuerpo para moverse, trabajar, crecer, y reaccionar. Saborea la sensación de logro que Él te proporciona a medida que avanzas en las etapas finales de un entrenamiento difícil, y llegas a la línea de meta. En todas las formas de ejercicio, alábalo por la libertad que experimentas, sabiendo que eres amado por el Dios del universo, independientemente de los resultados físicos.

4. Lleva el evangelio

Haz del evangelismo un objetivo de entrenamiento. Conocerás a una variedad de personas en el gimnasio: jóvenes y ancianos, de baja y alta estatura, aquellos que son ayudados por el ejercicio, y aquellos que son esclavizados por ello. Pero ten cuidado con las personas que te encontrarás en el gimnasio quienes aún no conocen a Cristo. ¿Cómo tratarás de compartir a Cristo con ellos? ¿Les pedirás que sean tu compañero de entrenamiento, entablarás una conversación cerca de la fuente de agua, o compartirás tu testimonio mientras se estiran y se refrescan? ¿Te acordarás de sus nombres, les comprarás un batido de proteínas, o preguntarás una manera en la cual puedas orar por ellos?

Cualquiera que sea tu estrategia, asegúrate de estar preparado para desarrollar confianza y compartir a Cristo, ya que la persona que nunca ha cruzado la puerta de una iglesia puede haber subido a la cinta de correr a tu lado.

Corre con cuidado

El gimnasio es tanto un hervidero potencial para el pecado como un invernadero para la cosecha espiritual. Los cristianos no deben dejar de estar presentes en un lugar que atrae de forma natural a quienes buscan más de la vida. Pero no debemos tropezar en un lugar así, sin considerar nuestras propias debilidades y tendencias al pecado.

Los cristianos no deben dejar de estar presentes en un lugar que atrae de forma natural a quienes buscan más de la vida. Pero no debemos tropezar en un lugar así, sin considerar nuestras propias debilidades y tendencias al pecado.

Toma tu escudo, recoge tu espada, y recuerda que tu arma más vital contra las trampas de Satanás es la identidad dada por Dios que llevas bajo la armadura.


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Felipe Ceballos Zúñiga.
Imagen: Lightstock.
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