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Estando Jesús orando a solas, estaban con Él los discípulos, y les preguntó: “¿Quién dicen las multitudes que soy Yo?”, Lucas‬ ‭9:18‬‬‬.

Hacer preguntas es un ejercicio valioso, no solo en el contexto de una clase académica donde tenemos la oportunidad de preguntar al maestro y darnos cuenta de si aprendimos la lección o no, sino también en el contexto de nuestra relación con Dios.

En este pasaje, y en el evangelio de Lucas en particular, podemos ver mucho de la vida devocional de Jesús. Vemos que no solo se apartaba para orar, sino que también en varias ocasiones llevaba a sus discípulos junto a Él (v. 10), e incluso llegó a transfigurarse en presencia de algunos de ellos (v. 28). Vemos a Jesús manteniendo prácticas que le ayudan en su comunión y dependencia gozosa del Padre.

En este texto, vemos a Jesús hacer dos preguntas a sus discípulos. Ellas pueden ayudarnos a ver las dinámicas de nuestro propio corazón en nuestro tiempo personal con Dios.

La primera pregunta es: “¿quién dicen los hombres que soy?”. Esta pregunta, cuando la realizamos en relación a nosotros, nos ayuda a ver cómo las otras personas nos perciben, si estamos mostrando fallas en nuestro carácter que son invisibles para nosotros.

A veces los elogios, las críticas, los comentarios, las miradas, y las opiniones de otros, pueden afectarnos más de lo que deben. Los quehaceres diarios y las tensiones de vivir en este mundo también nos hacen caer fácilmente en la justificación propia, crítica, y condenación a otros. La pregunta, “¿qué cambiarías de mí?”, podría ser otra versión de esta.

La siguiente pregunta que Jesús hace a sus discípulos también es bastante importante. En esta ocasión podríamos preguntarla directamente a Él: “¿y tú, quién dices que soy yo?”.

Al igual que los discípulos, nosotros también luchamos con nuestra identidad y las acciones que vienen como resultado de esta lucha. En medio de las necesidades que enfrentaban en el ministerio (como dar de comer a una multitud), los discipulos se enfocaban en sus limitaciones (v. 13), y se preocupaban por aquellos que veían como competencia (v. 49), pensando cómo serán vistos y cuál sería el lugar de ellos en el reino (v. 46). Estas también son áreas de lucha en nuestras vidas.

Solo una identidad segura puede darnos el fundamento que necesitamos, en presencia de nuestro Dios, para examinar y ajustar nuestro corazón al recordar nuestra verdadera identidad en Él.

Por último, es muy importante que, como dijo Robert McCheyne: “Por cada mirada a ti mismo, mira diez veces a Cristo”. Este ejercicio de introspección necesita la provisión de Dios para nuestras almas para que no nos desanimemos, y así podamos anticipar con fe su continua obra en nuestra vida. McCheyne termina diciendo:

“…Vive bajo la sonrisa de Dios,
Deléitate bajo los cálidos rayos de Su presencia,
Siente Su mirada de amor sobre ti
y descansa en Sus poderosos brazos.

Las buenas noticias para ti y para mí son que, gracias a la obra de Jesucristo en nuestro favor y en nuestro lugar, podemos regresar a las luchas del diario vivir después de estar en comunión con el Padre, ajustando nuestro corazón a la realidad de nuestra identidad en Él.

Piensa en esto y encuentra tu descanso en Él.


IMAGEN: LIGHSTOCK.
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