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Por «composición» del ser humano nos referimos al estado de la humanidad creada por Dios como seres holísticos (unidos con cuerpo y alma), que es como vivimos ahora y es como viviremos para siempre en la nueva tierra. Hay cuatro posturas principales sobre la composición de los seres humanos:

1) El monismo

Afirma que los seres humanos no están compuestos de partes, sino que son indivisibles. Esta es la postura predominante de la ciencia moderna, la cual sostiene que uno debe tener un cuerpo para ser humano. El monismo rechaza una existencia incorpórea en un estado intermedio.

2) La dicotomía

Afirma que los seres humanos se componen de dos partes: una material (el cuerpo) y una inmaterial (el alma o espíritu). Al morir, el cuerpo y el alma se separan. El cuerpo muere y el alma entra en un estado intermedio: la presencia de Dios para los creyentes, el infierno para los incrédulos.

3) La tricotomía

Afirma que los seres humanos están formados por tres partes: un cuerpo, un alma (el lugar de las emociones y la voluntad) y un espíritu (el lugar del contacto con Dios). Está de acuerdo con la dicotomía al afirmar un estado intermedio después de la muerte, pero sostiene que solo el espíritu va allí.

4) La unidad psicosomática o unidad condicional

Esta postura afirma que normalmente el cuerpo y el alma están unidos. Esta unidad se altera con la muerte, donde la parte inmaterial vive mientras la parte material se descompone. Este estado intermedio incorpóreo es anormal y temporal, porque en la resurrección Dios unificará a las personas una vez más.

Lo que la Biblia afirma

Aunque el uso intercambiable de alma y espíritu es evidente en la Biblia, ella refuta el punto de vista monista (Lc 23:43, 46; Fil 1:23; 2 Co 5:6, 8). La naturaleza humana no es una unidad tal que una existencia incorpórea sea imposible. Tal existencia se vuelve actual en el estado intermedio. Sin embargo, si vemos la muerte a la luz de la historia de la Biblia, entonces la existencia intermedia es una anomalía, porque Dios creó a Adán y Eva como seres encarnados; estamos encarnados ahora; y después de la resurrección viviremos como seres encarnados por toda la eternidad. De hecho, nuestro estado final no es una existencia incorpórea; nuestro estado final será en cuerpos glorificados en la tierra nueva.

Nota del editor: 

Este artículo es un fragmento adaptado del libro Diccionario conciso de términos teológicos, por Christopher W. Morgan y Robert A. Peterson (B&H Español, 2022).

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