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¿La historia de quién es esta?

El libro de Daniel es uno de los favoritos de maestros y estudiantes de la escuela dominical por igual, y por una buena razón. Tiene todas las características de una gran historia: personajes memorables, drama de suspenso y visiones como de ciencia ficción. ¡Es como si Harry Potter se encontrara con el Señor de los Anillos con un toque de Star Wars!

Sin embargo, allí radica un peligro potencial. Debido a que los actores humanos y los eventos son tan fascinantes, al estudiar este libro, estamos tentados a fijar nuestra mirada en el plano humano. Pero cuando esto sucede, sin darnos cuenta, podemos perder de vista el hecho de que este libro en última instancia no se trata de Daniel o de sus tres amigos, sino de Dios y Su victoria en el mundo.

Claro, el libro de Daniel cuenta la historia de Daniel, y es una historia fascinante e instructiva. Sin embargo, el propósito principal de Daniel es revelarnos quién es Dios: Su carácter, Sus propósitos, Su forma de obrar en el mundo para el bien de Su pueblo. Entonces, la lección principal de Daniel no es, como a menudo se supone (¡y se enseña!), ¡atrévete a ser un Daniel! Más bien, el punto principal es este: ¡atrévete a confiar en el Dios de Daniel!

La historia de Daniel trata sobre la historia de Dios y Su victoria en el mundo, pues Dios es el Señor soberano de la historia, el que establece reinos y los derriba. Desde el capítulo inicial y la historia del exilio de Daniel a Babilonia, hasta el capítulo final y su visión del futuro, vemos cómo Dios logra Su victoria en el mundo.

El lugar del libro en la historia más grande

El libro de Daniel registra los acontecimientos de la vida de Daniel y las visiones que tuvo desde el tiempo de su exilio en 605 a. C. (1:1) hasta el tercer año del rey Ciro en 536 a. C. (10:1). Con un alcance arrollador, el libro trata sobre el ascenso y la caída de varios imperios mundiales.

Dios es el Señor soberano de la historia, el que establece reinos y los derriba

Pero estos eventos históricos se ven a través del lente del control soberano que Dios tiene de las cosas y, por lo tanto, tienen un propósito pastoral para alentar al pueblo judío durante un momento crítico de su historia.

Los judíos estaban en el exilio, sufriendo a manos de los gobernantes paganos que se preocupaban poco por Dios o Su pueblo. Entonces, tenían todas las razones para preguntarse si Dios tenía el control y si corregiría la situación, para Su propia gloria y el bien de Su pueblo del pacto.

Vislumbres de Dios

Daniel es un libro diseñado para mostrar la victoria de Dios. Pero comienza de una manera contraria a la intuición: ¡con Daniel y sus amigos siendo llevados al cautiverio y exilio en Babilonia!

Y sin embargo, esta es la historia del evangelio: la derrota es el camino a la victoria. Antes de que Jesús lleve la corona, lleva la cruz. El Hijo de Dios, el Mesías davídico, es ante todo el Hijo del hombre, el Siervo sufriente que debe recorrer el camino solitario de la humildad y del sufrimiento e incluso de la muerte. «En verdad les digo que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, se queda solo; pero si muere, produce mucho fruto» (Jn 12:24). Así, también, este es el camino del evangelio en nuestras vidas: compartimos el sufrimiento de Cristo, «llegando a ser como Él en Su muerte», antes de alcanzar «la resurrección de entre los muertos» (Fil 3:10-11).

Cristo y la cultura

Quizás ningún libro del Antiguo Testamento nos presente más material para pensar sobre la relación entre la presencia cristiana en el mundo o, lo que clásicamente se ha denominado, la relación entre Cristo y la cultura.

Daniel y sus tres amigos muestran una disposición a involucrarse en la cultura y las costumbres de los babilonios y, sin embargo, esto claramente tiene límites. Daniel no se acomoda simplemente a la cultura anfitriona de los babilonios.

Al mismo tiempo, muestra un alto grado de aculturación: adquiriendo conocimiento y destreza en «toda clase de literatura y sabiduría» de los babilonios (Dn 1:17).

Esto nos brinda un buen caso de estudio para pensar en el desafío de estar en el mundo, pero no ser del mundo (Jn 17:15-16), algo con lo que todo cristiano fiel debe lidiar.


Publicado originalmente en Crossway. Traducido por Martín Manchego.
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