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Debemos tener nuestras prioridades en orden. Esto es cierto en el nivel de doctrina cristiana como en cualquier otra área de la vida. La priorización doctrinal tiene un linaje bastante importante. Jesús mismo puso prioridad en dos grandes mandamientos: amar a Dios y amar a tu prójimo (Mateo 22:36-40). El apóstol Pablo dio prioridad a la proclamación del evangelio sobre la muerte de Jesus, su sepultura y resurrección, el mensaje que el consideraba estar “en primer lugar” (1 Corintios 15:3). De la misma manera todos los teólogos deben priorizar. Ciertas doctrinas tienen mayor importancia que otras para el conjunto de la teología cristiana. La deidad de Cristo es más consecuente para la fe cristiana que el tiempo del milenio. Este último sigue siendo importante, pero no está “en primer lugar”, para usar la frase del apóstol.

Entonces, ¿cómo hacemos para que nuestras prioridades doctrinales estén ordenadas? ¿Cómo sabemos cuándo poner especial prioridad en una doctrina particular y cuando evitar exagerar la importancia de otra? Hace varios años, Albert Mohler propuso una tipología útil para ordenar nuestras prioridades doctrinales. Su “triaje teológico” sugiere tres niveles de doctrina cristiana que nosotros debemos distinguir. Las cuestiones de primer nivel son esenciales para la fe cristiana —cuestiones que separan a los cristianos de los no cristianos— como la Trinidad o la divinidad de Cristo. Los problemas de segundo nivel no pueden definir la fe cristiana, pero tienen tal importancia para la organización y función de la iglesia que los cristianos todavía se separan en distintas iglesias y denominaciones. El modo del bautismo y la ordenación de mujeres para el pastorado pueden caer en esta segunda categoría. Por último, los cristianos pueden estar en desacuerdo sobre cuestiones de tercer nivel y aún así trabajar en paz unos con otros, incluso en las mismas iglesias y denominaciones. Debates sobre el milenio caerían en este tercer nivel. El Tríaje Teológico de Mohler ofrece amablemente las categorías necesarias para el mantenimiento de relaciones de caridad con los creyentes de ideas afines (por ejemplo, compañeros evangélicos) sin disminuir la importancia de los distintivos denominacionales, como el bautismo o la política de la iglesia.

Importancia derivada

En un contexto diferente, el teólogo jesuita Edward T. Oakes ha sugerido otra manera útil para que podamos seguir con el negocio de la priorización doctrinal. Hablando de las distinciones en el dogma católico romano, Oakes escribe,

“La iglesia ha reconocido desde hace tiempo que habla con diferentes niveles de autoridad y se ocupa de cuestiones de mayor y menor importancia. De hecho las mismas verdades que ella busca, tanto para exponer como defender, son ellas mismas ordenadas de acuerdo a una determinada jerarquía, con algunas doctrinas de la mayor importancia (que incluye por supuesto la cristología) y otras no tanto de menor importancia, pero que obtienen su fuerza, por así decirlo, por su relación con las verdades de la mayor importancia. Por supuesto, verdades que son consecuencias de “verdades superiores” no son menos ciertas; más bien, adquieren su valor de verdad de su relación (como implicaciones) de las doctrinas más fundamentales”.

No hay que abrazar la comprensión de Oakes del Magisterio católico para apreciar su punto.   Las verdades doctrinales de “mayor importancia” son integrales, es decir, no derivadas. O, para cambiar de una metáfora matemática a una artística, ciertas doctrinas son colores primarios en la paleta teológica. Las doctrinas de “menor importancia” no son “menos ciertas”, pero derivan su importancia de su relación con las doctrinas primarias. (Nota del editor: El autor de este artículo no está argumentando a favor de la Teología Católica en ninguna manera, como tampoco lo hacemos dentro de TGĆ. Solo se está utilizando un punto para dar mayor luz).

Cooperación con integridad

Este marco puede ser útil ya que consideramos cómo participar en emprendimientos transdenominacionales (como Coalición por el Evangelio) sin renunciar a la integridad de nuestras diferencias denominacionales. Este marco —puede ser llamado “marco derivado”— nos permite, por ejemplo, afirmar el bautismo como un tema central del evangelio, sin equiparar el bautismo en sí con el evangelio mismo. Ambos bautistas como presbiterianos conectan su comprensión del bautismo a su entendimiento del evangelio. Los bautistas creen que su práctica del bautismo de creyentes conserva más fielmente la necesidad de la regeneración y la conversión en la vida de cada individuo, incluyendo aquellos criados por padres cristianos. Los presbiterianos, por el contrario, creen que su práctica del bautismo infantil comunica con mayor fidelidad la iniciativa de la gracia de Dios en la salvación de su pueblo del pacto. Ambos conectan la ordenanza para el evangelio, pero desde ángulos diferentes y por diferentes razones. Así que ambos afirman el significado evangélico del bautismo sin equipararlo con el evangelio mismo. El evangelio es parte integral de la fe cristiana. Pormenores sacramentales son derivados, no menos importantes, pero derivados, no obstante.

También podemos aplicar este marco derivado de problemas dentro de nuestras propias denominaciones. Por ejemplo, los debates de los Bautistas del Sur sobre el calvinismo necesitan no amenazar la cooperación misionera de la denominación. Calvinistas y no calvinistas dentro de la Convención Bautista del Sur en Estados Unidos pueden unir con gusto fuerzas bajo la bandera de su documento confesional —la Fe y el Mensaje Bautista 2000— con la finalidad de la evangelización del mundo. Pero esta cooperación no hace que sus conflictos sobre puntos de vista soteriológicos no sean importantes —y esto es un punto importante— o no relacionado con el evangelio. Los calvinistas creen que la gracia irresistible es un tema central del evangelio; en su opinión, el evangelio no tendrá éxito entre los pueblos no alcanzados del mundo sin un llamamiento eficaz de Dios. Del mismo modo, los no calvinistas creen que la gracia resistible es un tema central del evangelio; y en su opinión, el evangelio requiere un (en un sentido libertario) la libre elección de la fe y el arrepentimiento por parte de sus oyentes. Una vez más, ambos conectan sus respectivos puntos de vista para el evangelio, pero espero que lo hagan sin equiparar estas particularidades soteriológicas con el evangelio mismo. (Nota del editor: Por supuesto, es evidente que tanto el autor como nosotros en TGĆ somos calvinistas. Una vez más: se utiliza un ejemplo para dar más luz).

Al final, todos nos fijamos prioridades, incluidas las prioridades doctrinales. Aprender a distinguir entre las cuestiones intregrales y los problemas derivados nos puede ayudar a recorrer un largo camino para ayudarnos a preservar nuestra integridad confesional y eclesial así como nosotros con mucho gusto colaboramos en determinadas empresas con los creyentes que pueden llegar a conclusiones diferentes.


Publicado originalmente para The Gospel Coalition. Traducido por Martin Mendez.
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