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A tu voluntad me arrojo
antes de nacer dijiste: “Yo te escojo”.
Nací de nuevo por pacto irrompible,
lo firmaste con rojo.

Tu voluntad es perfecta,
pero vaya que es estrecha;
con forma de cruz una flecha
me indica el camino a tu mano derecha.

Ola tras ola golpean mi barca,
pero en la tormenta tu presencia me basta.
Si puedes dormir tranquilo, mi alma descansa
sin miedo alguno, te rindo alabanza.

En el mar de tu voluntad navego.
Cierro los ojos, igual estoy ciego.
Cuando la tormenta aparece reniego,
pero de nuevo en ti encuentro sosiego.

Tú gobiernas toda tempestad.
El mar y el viento te obedecen,
¿cómo he de resistir tu voluntad?
Mi ancla está firme en tu fidelidad.

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