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Todos alguna vez nos hemos sentido decepcionados por alguien, pero el dolor puede ser más difícil de digerir cuando viene de dentro de las cuatro paredes de nuestra iglesia.

Tal vez un pastor muy querido llevó a tus padres a Cristo y ofició tu boda, pero más tarde descubriste que abusaba espiritualmente de otros miembros de la iglesia. Tal vez tu pastor de jóvenes siempre te apoyó en los partidos de fútbol y en las obras de teatro, pero recientemente abandonó a su esposa y a su familia por otra persona. Dios usó a este pastor en tu vida, pero ahora los recuerdos se sienten manchados. ¿Cómo podemos reconciliar el bien que nos ha hecho con el daño que ha hecho a otros?

Cuando un pastor u otro líder de la iglesia falla moralmente, los miembros de la iglesia a menudo tienden a dos tipos de respuestas. Podemos negar o excusar los fracasos del pastor: «Ha hecho tanto bien en nuestra congregación a lo largo de los años; ¡eso no puede ser cierto!». O podemos desacreditar su ministerio por completo: «Todos sus sermones y todo lo que he aprendido de él ya no son válidos».

Para muchos de nosotros, la carrera de la fe implica lidiar con la pecaminosidad y el quebrantamiento de líderes en la iglesia

Por el contrario, debemos aprender a mantener estos extremos en tensión. Lo bueno que haya hecho no significa que un pastor sea incapaz de hacer el mal, ni lo malo borra necesariamente el fruto de su ministerio.

Manteniendo la tensión

La Biblia está llena de personas y líderes que Dios usó para el bien, aunque tuvieron grandes fracasos. Abraham y Moisés son ejemplos conocidos.

Abraham siguió al Señor a una tierra desconocida y ofreció a su hijo como sacrificio, creyendo plenamente en el poder de la resurrección (antes de que ocurriera en la historia). Pero también mintió en dos ocasiones diciendo que Sara no era su esposa y siguió adelante con su plan de tener un heredero a través de su sierva Agar (Gn 12:12-14; 16:2-4; 20:2).

Moisés condujo a Israel fuera de Egipto a través del Mar Rojo dividido y Dios le confió los Diez Mandamientos. Sin embargo, después de ver milagro tras milagro, golpeó con incredulidad una roca para producir agua (Éx 20; Nm 20:10-13).

¿Por qué fueron elogiados estos dos hombres, junto con muchas otras personas defectuosas, en Hebreos 11? Por su fe. Aunque Abraham y Moisés fracasaron a veces, siempre volvieron al Señor en obediencia. Sus fracasos no borraron las maneras maravillosas en que Dios los usó para Sus propósitos.

Pero eso no significa que los líderes de la iglesia obtengan permiso para sus pecados. Abraham fue separado de su hijo Ismael, y Moisés nunca entró en la tierra prometida. Los resultados del pecado a menudo pueden ser graves y dolorosos. Es posible que los pastores deban renunciar a sus cargos hasta que se produzca el arrepentimiento y la reconciliación y se haya aplicado la disciplina eclesiástica. Incluso entonces, la restauración al ministerio puede no ser posible o prudente.

Aferrados a Cristo

¿Qué significa eso para los que quedamos en el camino? La triste realidad es que un líder de la iglesia al que antes admirábamos puede que ya no sea alguien en quien debamos confiar o a quien debamos seguir. Puede que incluso tengamos que buscar una nueva congregación a la cual unirnos.

Cuando nuestros líderes terrenales fallan, recordemos que debemos mirar continuamente a Cristo

Sin embargo, eso no anula las maneras en que Dios usó a estos líderes en nuestras vidas. Todavía podemos dar gracias a Dios por lo que nos enseñó a través de ellos mientras expresamos nuestro dolor, decepción e incluso enojo al Señor por nuestras situaciones rotas en la iglesia. Eso forma parte de echar todas nuestras ansiedades sobre Él (1 P. 5:7). En lugar de reprimir nuestras emociones por estos fracasos o permitir que el pecado de la amargura nos destruya, Hebreos 12:1-2 nos da un mejor enfoque:

Por tanto, puesto que tenemos en derredor nuestro tan gran nube de testigos, despojémonos también de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos envuelve, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien por el gozo puesto delante de Él soportó la cruz.

Dios ha puesto una carrera delante de cada uno de nosotros y, para muchos de nosotros, esa carrera implica lidiar con la pecaminosidad y el quebrantamiento de líderes en la iglesia. Dejemos que sus fracasos nos recuerden nuestra propia necesidad de despojarnos del pecado que tan fuertemente se aferra a nosotros.

Solo Jesús vivió perfectamente. Cuando nuestros líderes terrenales fallan, recordemos que debemos mirar continuamente a Cristo. Porque solo Él es el autor y consumador de nuestra fe, podemos mantener en tensión lo bueno y lo malo de nuestros líderes. Solo Jesús merece que nos aferremos a Él con todo nuestro corazón.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Eduardo Fergusson.
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