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Si eres pastor, aspirante a pastor, o plantador de iglesias, esto quiere decir que estás ocupado. Ocupado tal vez hasta la locura. Si ya estás pastoreando, probablemente tienes mil cosas que hacer, personas que visitar, sermones que preparar, reuniones a las que asistir, visitas al hospital y sesiones de consejería. Además de todo esto, tienes un hogar: los chicos en el fútbol, reparaciones que hacer en la casa, una computadora que yo no da más. Y para completar, siempre está el domingo a la vuelta de la esquina, para el cual siempre hay que estar preparado.

La última cosa para la cual tendrías tiempo es leer, ¿cierto?

Aunque me puedo identificar, quiero compartir una pequeña idea que ha hecho una gran diferencia en la vitalidad del ministerio de muchos pastores y predicadores: para liderar, hay que leer. En otras palabras, hay que estudiar. Específicamente, debes leer y estudiar libros escritos por otros líderes, pensadores y teólogos sabios. Por supuesto, la Biblia debe ser lo principal en cuanto a nuestra lectura y estudio. Sin embargo, quiero hablar específicamente sobre la importancia de leer y estudiar libros buenos en grandes cantidades.

¿Por qué estudiar? Por muchas razones.

Estudiar expresa

Cuando leemos y estudiamos, expresamos nuestro compromiso con el discipulado piadoso. Una de las primeras cosas que recuerdo haber aprendido como nuevo creyente es que la palabra griega para “discípulo” (mathetes) quiere decir literalmente “aprendiz”. Ser llamado a Cristo es ser llamado a aprender, a crecer y a desarrollarnos para poder vivir de una manera digna del evangelio (Efesios 4:1).

El Apóstol Pablo tenía mucho conocimiento. Él había estudiado la ley mosaica bajo la tutela de Gamaliel, un fariseo destacado en el área de la instrucción (Hechos 22:3). También tenía a su ventaja el hecho de que Jesús se le había revelado directamente (Gálatas 1:12). Había visto, además, visiones del cielo mismo (2 Corintios 12:2). Pero Pablo no se contentaba con descansar en todo lo que ya había estudiado o aprendido.

En Filipenses 3:12, Pablo dice “No que ya lo haya alcanzado o que ya haya llegado a ser perfecto, sino que sigo adelante, a fin de poder alcanzar aquello para lo cual también fui alcanzado por Cristo Jesús”. Pablo era un hombre dedicado a crecer en el conocimiento y la gracia del Señor Jesús. De la misma manera, estudiar y leer son expresiones de nuestra dedicación de crecer, de seguir adelante para convertirnos en lo que hemos sido llamados a ser.

Si vamos a entrenar a otros hombres y mujeres para seguir adelante en el conocimiento de Jesucristo, nosotros mismos tenemos que seguir adelante también. El estudio expresa este compromiso.

Estudiar alimenta

No solo leemos buenos libros: nos hacemos amigos de ellos. Abrimos nuestras mentes a ellos y les damos el permiso de influenciarnos. Como amigos, los libros nos alimentan. Eso es lo que los hace poderosos y valiosos, tal y como lo eran para Pablo.

En 2 Timoteo 4:13, Pablo le envía estas sorprendentes instrucciones a Timoteo:

“Cuando vengas, trae la capa que dejé en Troas con Carpo, y los libros, especialmente los pergaminos”.

¿Sabes qué hace que estas palabras sean tan sorprendentes? ¡Pablo estaba en prisión y al borde de la muerte! Si yo estuviera en la prisión y enfrentando una muerte segura, probablemente estaría diciendo: “¡Oye, Timoteo, tráeme algo bueno de comer! ¡Búscame un mejor abogado! ¡Mueve tus influencias y sácame de aquí!”. Pero esto no es lo que dice Pablo. Él le da instrucciones a Timoteo de traerle libros. ¡Libros! Cuando alguien condenado a muerte pide libros, es evidente que estos alimentan el alma.

No puedo siquiera comenzar a sacar cuenta de cuánto me ha influenciado el leer buenos libros. No es posible cuantificar cómo la amistad con los mensajes de Charles Spurgeon me ha levantado en momentos de desánimo, o cómo Thomas Watson me ha dado armas para luchar por el contentamiento, o cómo John Piper me ha impulsado a atesorar a Dios hasta mi último aliento. Como buenos compañeros, los libros alimentan el alma y expanden la mente. Nos ayudan a prevenir el “ministerio a la ligera”, el cual es un liderazgo basado en impulsos, impresiones, intuiciones e instintos. Spurgeon dijo: “Necesitas leer. Renuncia tanto como puedas a la literatura ligera, pero estudia libros teológicamente sanos lo más posible, especialmente los Puritanos, y exposiciones de la Biblia”.

El estudio alimenta tu ministerio. Aspirantes a pastores y plantadores de iglesias, escuchen: ¡el ministerio desgasta! Cada día damos nuestra energía a la comunicación, a la consejería, a la preparación de sermones y al resto de las exigencias diarias. A causa de este paso agotador, tenemos que pensar estratégicamente cómo y cuándo nos refrescaremos. Estudiar y leer pueden llenar un corazón vacío. En cuanto a cuándo leer, es una rutina que cada líder debe aprender. Algunos encuentran tiempo justo antes de acostarse; otros separan una cantidad de tiempo cada mañana. John Stott dice que “…una hora al día es absolutamente el mínimo de tiempo de estudio para pastores ocupados”. Tal vez no puedes hacer eso ahora mismo, así que debes tratar por lo menos 15 minutos al día. Lo más importante es abrir el libro y cultivar el hábito. Para liderar mejor debes leer mejor.


Publicado originalmente en Am I Called?. Traducido por Miguel Medina.
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