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En este artículo continuamos nuestra serie de introducción a la historia de la iglesia cristiana.  Habiendo visto el porqué estudiarla, una panorámica a la historia desde la perspectiva cristiana, y una introducción a la Iglesia Antigua, en esta ocasión exploraremos la obra de Dios en la historia y en el desarrollo del cristianismo en la época medieval.

La Iglesia Medieval en resumen

Este período inicia en la época posterior a la caída de Roma en 476 d.C. y el caos social subsecuente. El ascenso de Gregorio I como obispo de Roma (590 d.C.) ofreció estabilidad y paz en medio de la crisis, pero al mismo tiempo dio inicio al surgimiento del papado en la iglesia occidental. En 620 nació el islamismo, cuyas conquistas decimaron significativamente a la iglesia y sacudieron su teología. En 800, Carlomagno fue coronado como emperador del “Sacro Imperio Romano” en un intento fallido de restaurar la pasada gloria romana. Y a finales del primer milenio, surgieron en Europa las primeras naciones-estado (987 d.C.).

En el año 1054, después de siglos de lucha sobre la fuente primaria de autoridad en la iglesia, el cristianismo se dividió en Oriente (iglesias ortodoxas) y Occidente (iglesia romana). Como resultado, el poder del papado creció sin impedimento, dando lugar a una época de interés político y secular con su consecuente corrupción moral y doctrinal. De aquí surgieron las cruzadas (1095 – 1291), como un movimiento que, bajo la excusa “cristiana”, emprendió invasiones militares para recuperar el territorio perdido al Islam, y deshonró el nombre de nuestro Salvador hasta la actualidad.

Toda esta decadencia causó en muchos un renovado interés en la búsqueda de la espiritualidad genuina. Algunos la encontraron en la vida monástica, con su énfasis en una espiritualidad sencilla y contemplativa. Las órdenes benedictina (c. 529), dominica (c. 1200), franciscana (c. 1208) y agustina (1256) surgieron en esta época. Otros buscaron su espiritualidad en la vida intelectual y la racionalidad de la fe. Esto dio lugar al nacimiento de las escuelas catedralicias, las universidades, y el escolasticismo (1215 -). Figuras como Anselmo, Abelardo y Tomás de Aquino se convirtieron en baluartes en la defensa de la fe cristiana como una fe que podía alzarse por encima del misticismo extremo y el oscurantismo prevalentes en la sociedad y el “cristianismo” de la época. Con el tiempo, surgió el movimiento conocido como el Renacimiento, con su énfasis en el cuestionamiento del presente y el estudio del pasado, redescubriendo las fuentes originales de la filosofía y la fe.

Finalmente, los abusos morales y sociales del papado encontraron su clímax en Inocencio III y el Cuarto Concilio de Letrán (1215 d.C.).  La corrupción subsiguiente dio inicio a un proceso de 300 años en los cuales Dios levantó a diversos individuos que lucharon repetidamente por reformar la iglesia y restaurar la fidelidad y pureza del mensaje del evangelio de Jesucristo. Figuras como Francisco de Asís, Pedro Baldo, Juan Wycliffe, Juan Huss,  y Guillermo Savonarola prepararon la escena para la reforma del siglo XVI iniciada por Martín Lutero.

Personajes sobresalientes

  • Gregorio Magno (c. 540 – 604). Gregorio I fue obispo de Roma a inicios de la Edad Media (590 d.C.). Asumió el control religioso y político en el Occidente y declaró la primacía de la iglesia de Roma, afirmando que los concilios ecuménicos no tenían validez sin su consentimiento. Por estos motivos, muchos le consideran el primer papa católico romano. Fue una figura de gran influencia positiva y misionera; siendo sus acciones de gran beneficio en el contexto inmediato. Al mismo tiempo, su preparación ministerial y teológica era limitada. Bajo su influencia se introdujeron en la iglesia ideas y prácticas supersticiosas. Enseñó que en la Cena del Señor, Cristo sufría al ser nuevamente sacrificado (doctrina esencial al sacrificio de la misa). También enseñó que el bautismo removía la mancha del pecado original en los recién nacidos.
  • Mahoma (c. 570 – 632 d.C.). La “revelación” oral que recibió del ángel Gabriel en Arabia fue posteriormente redactada en el Corán y dio lugar al islamismo. Con esto, inició un avance religioso-militar que pronto conquistó Jerusalén, y llegó a desaparecer la influencia cristiana en Asia y gran parte del este de Europa. Islam significa “sumisión a Dios”, y a lo largo de los siglos, el islamismo se ha caracterizado por un deseo anti-cristiano y anti-judío de conquista que en épocas ha sido altamente violento. Su influencia en España y los territorios latinoamericanos conquistados por los reyes de Castilla es culturalmente palpable hasta la actualidad.
  • Carlomagno (768 – 814 d.C.). Fue coronado por León III como emperador del renovado “Sacro Imperio Romano”. Siendo que el papa fue quien le coronó, esto dio inicio a las luchas de poder entre la iglesia y el estado que llevó a la desaparición del imperio, el inicio de las naciones-estado, y la supremacía del papado hacia el final de la Edad Media.
  • Inocencio III (1198 – 1216 d.C.). Posiblemente el papa más poderoso y dominante de la época. Convocó la cuarta cruzada y también el Cuarto Concilio de Letrán (1215 d.C.). Este concilio afirmó como dogma la transubstanciación, declarando oficialmente que en la celebración de la misa, el pan y el vino son, en substancia, milagrosamente  transformados en el cuerpo y la sangre de Jesucristo, aún y cuando en apariencia (o accidentes), todavía se perciben como pan y vino.  Inocencio III fue el primer papa que aceptó el título “Vicario de Cristo”, afirmando que, al ser él la presencia misma de Cristo en la tierra, no tenía obligación de dar cuentas a nadie sino solamente a Dios.
  • Tomás de Aquino (c. 1224 – 1274 d.C.). Después de Agustín de Hipona, Tomás de Aquino es posiblemente el teólogo extra bíblico de más influencia en la historia de la iglesia. Su contribución teológica principal fue el describir y explicar la relación entre la razón y la revelación como fuentes de verdad. Tomás afirmó que la función de la razón no es causar la fe, sino ordenar y describir aquellas verdades que la fe ya ha aceptado. La razón está supeditada a la revelación pero no por esto debe ser considerada inútil.  Su teología incluía conceptos tales como la gracia en base a la participación en los sacramentos, la justificación como un proceso, el purgatorio, la veneración a María, etc. Muchas de sus enseñanzas fueron declaradas dogma en el Concilio de Trento (1545 d.C.).
  • Los Pre-reformadores. Finalmente, en esta época –especialmente después de las aberraciones provocadas por Inocencio III– surgieron múltiples individuos que buscaron restaurar y/o preservar la primacía de las Escrituras en la fe y práctica de la iglesia. Personajes como Juan Wycliffe (c. 1330 – 1384  d.C.) en Oxford, y Juan Huss (c. 1372 – 1415 d.C.) en Praga, fueron martirizados por su énfasis en la enseñanza bíblica del evangelio que exponía los abusos y pecados del papado y la iglesia romana.

Desarrollo teológico

En el área doctrinal y teológica, la iglesia cristiana se volvió dogmática, oficializando a través del papado y los concilios una serie de prácticas y creencias que carecían de un fundamento bíblico exegético sólido. Pero, a pesar de esto, podemos decir que hubo un progreso evidente en otras áreas:

  • El cristianismo es una fe sustentada por un sacrificio expiatorio. A lo largo de los siglos, el propósito y significado de la muerte de Jesucristo habían sido explicados de diversas maneras. Pero fue Anselmo de Canterbury (c. 1109) quien describió cuidadosamente la doctrina de la expiación vicaria. En su libro Cur Deus Homo, (¿Por Qué Dios Se Hizo Hombre?), Anselmo mostró que solo el Dios-hombre podría salvarnos por medio de su muerte. En la encarnación, Dios demuestra el valor de nuestra humanidad y su profundo amor por nosotros aún en nuestro estado caído. Más aún, Anselmo explicó que al morir, Cristo tomó nuestro lugar y pagó nuestras culpas. Siendo el Hijo de Dios, Jesús entregó su vida como el sacrifico expiatorio, perfecto y completo por nuestros pecados. La ira de Dios es completamente satisfecha en la muerte de Jesús a favor nuestro.
  • El cristianismo es una fe revelada y razonable. Anselmo, Tomás de Aquino y otros nos enseñaron que el cristianismo no es una fe supersticiosa que demanda una fe ciega en afirmaciones míticas o esotéricas.  El carácter revelado del cristianismo nos recuerda que la fe nos da acceso a un Dios infinito y verdadero. Pero también un Dios a quien podemos conocer y entender profundamente por medio de la Escrituras, haciendo uso de nuestra razón en dependencia del Espíritu.
  • El cristianismo es una fe bíblica y espiritual. Sin importar la profundidad de la corrupción y decadencia de la iglesia en esta época, podemos afirmar que vez tras vez, Dios conservó siempre a un grupo de creyentes quienes reconocieron la necesidad de regresar siempre a las Escrituras y a la práctica de la vida espiritual en imitación de, y obediencia a las enseñanzas de nuestro Salvador.

Ejemplos y advertencias

Muchas son las enseñanzas que podríamos derivar de nuestro estudio de la iglesia en la Edad Media. Baste aquí decir que en medio de la corrupción, rebelión y secularización de Su pueblo a lo largo de estos siglos, el poder y la gracia de Dios se hacen siempre visibles al levantar a creyentes en cada época quienes por su fe sacrificial, perseverancia incansable, y dependencia divina, logran preservar el mensaje puro del evangelio aún en medio de las circunstancias más adversas. Si el evangelio logró sobrevivir la Edad Media, ¡puede también sobrevivir y triunfar en nuestra época!

Cita citable

Para la salvación humana fue necesario que, además de las materias filosóficas, cuyo campo analiza la razón humana, hubiera alguna ciencia cuyo criterio fuera la revelación divina. Y esto es así porque Dios, como fin al que se dirige el hombre, excede la comprensión a la que puede llegar sólo la razón. Dice Isaías 64:4: ¡Dios! Nadie ha visto lo que tienes preparado para los que te aman. Sólo Tú… Por eso fue necesario que el hombre, para su salvación, conociera por revelación divina lo que no podía alcanzar por su exclusiva razón humana.

Más aún. Lo que de Dios puede comprender la sola razón humana, también precisa la revelación divina, ya que, con sola la razón humana, la verdad de Dios sería conocida por pocos, después de muchos análisis y con resultados plagados de errores. Y, sin embargo, del exacto conocimiento de la verdad de Dios depende la total salvación del hombre, pues en Dios está la salvación. Así, pues, para que la salvación llegara a los hombres de forma más fácil y segura, fue necesario que los hombres fueran instruidos, acerca de lo divino, por revelación divina. Por todo ello se deduce la necesidad de que, además de las materias filosóficas, resultado de la razón, hubiera una doctrina sagrada, resultado de la revelación.

Summa Teológica, Artículo 1 Tomás de Aquino

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